Festival de colores en Alemania
20 de junio de 2006
Son las 3:30 de la tarde en Colonia, Alemania. En estos días mundialistas, el fútbol es un deporte que no sólo se ve en la televisión; en la calle o en el césped de los parques, los hinchas y no tan hinchas muestran sus habilidades con el balón bajo los pies y bajo un sol radiante.
La temperatura de más de 30 grados no es un impedimento para el partido improvisado que se está jugando en el prado de la Universidad de Colonia. Jóvenes de diferentes nacionalidades se reúnen aquí todos los días para hacer rodar el balón. Mientras uno los observa y saca algunas fotos, se escuchan diferentes lenguas; árabe, alemán y portugués. No tienen problemas para entenderse porque el fútbol es una lengua compartida.
Calles vestidas de Mundial
Siguiendo en dirección al centro, se llega a una de las zonas más animadas y coloridas de Colonia. La calle Zülpicher y las colindantes están decoradas con motivos mundialistas y banderas de todos los colores, que nos recuerdan que el Mundial, ante todo, es -o debería ser- una fiesta de la multiculturalidad y del hermanamiento de los pueblos. Hacía mucho tiempo que Alemania no lucía sus colores tan alegremente. La magia del Mundial ha aliviado la cohibición alemana a la hora de sacar su bandera. El pasado histórico pesa menos en estos días mundialistas.
Los restaurantes, quioscos y cafés de la zona también se han vestido de Mundial. Los hinchas se acumulan en las terrazas de los establecimientos para seguir los partidos en pantalla grande. Un restaurante iraní ha decorado su fachada con banderas alemanas, iraníes y de otros países. Al preguntar a la dueña sobre las manifestaciones contra Irán acaecidas con motivo de la asistencia de autoridades a los partidos de la selección, nos dice:"la gente que se manifiesta no comprende que un mundial de fútbol no tiene nada que ver con política. El Mundial es una fiesta y tenemos que celebrarla todos juntos".
Son las 4:30 y la temperatura sigue subiendo, así que hay que hidratarse continuamente, como los jugadores. Hoy es domingo pero los quioscos y supermercados están abiertos; los hinchas y curiosos necesitan abastecerse. Dentro del supermercado al que entramos para comprar agua, uno se acuerda de que el Mundial también se ha mercantilizado. Camisetas, gorras, zapatos y demás artículos con motivos del Mundial atraen la atención del consumidor.
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Arco iris en el centro de Colonia
Seguimos caminando hacia el centro. Los colores de las nacionalidades participantes están por todos partes; en las camisetas de los aficionados, en las fachadas o en los coches. Llegados a Heumarkt, una plaza en el casco antiguo de la ciudad, el Mundial se muestra en todo su esplendor. Allí, como en todas las ciudades alemanas, se ha instalado una pantalla gigante en un recinto vallado. Para acceder al interior hay que pasar por un control, de ahí las enormes colas de aficionados.
En las multicoloridas plazas y calles del centro, los pintorescos aficionados pasean, conversan alegremente y beben cerveza alemana. Los típicos bares y restaurantes de la zona están abarrotados. La gente está entusiasmada; se encuentra por la calle, conversa, ríe, y se conoce. Muchos se despojan de su ropa a medida que aumenta el calor y se acerca la hora del próximo partido. La euforia y las ganas de quitarse la camiseta son contagiosas. Los hinchas se agolpan en los puestos para comprar artículos del Mundial -sombreros, banderas, bufandas- y contribuir a decorar el arco iris de la ciudad. La multitud es un mar cambiante de tonos y colores, un hormigueo continuo.
Después de la caminata al centro, lo ideal es descansar en el césped que hay junto a la orilla del río Rin. Desde allí, se puede seguir los partidos en las pantallas puestas en las terrazas de los restaurantes. La brisa refresca un poco y es fácil entablar conversación con cualquiera. El flirteo es una de las prácticas que más se ejercita estos días en Alemania; los aficionados y aficionadas no sólo están aquí para ver fútbol. Dos bolivianos comentan que ni siquiera saben que partidos se juegan hoy. El pasto también ofrece la posibilidad de echar una siesta para retomar fuerzas. Son las 5`30 y el encuentro entre Brasil y Australia está por empezar.
La hora del partido se acerca
El Mundial es un espectáculo de la diversidad y hay lugar para todos. El sonido de los timbales nos atrae de nuevo a Heumarkt donde unos cuantos brasileños y adeptos han improvisado un pasacalles que recuerda al carnaval de Río. La gente baila sonriente e intenta seguir el ritmo que imponen los tambores y los cuerpos de transexuales vestidos de amarillo. A unos cuantos metros de allí, un grupo de felices y exaltados Holligans celebran la fiesta con los brazos en alto y con el dorso al descubierto; el tatuaje en sus espaldas -"England"- indica que, para algunos, el fútbol no es sólo una excusa para estar con los amigos y pasarlo bien, sino una actitud de vida.
El partido va a comenzar y el espectáculo mundialista se vuelve cada vez más embriagador. De repente, uno se da cuenta de que para vivir intensamente el Mundial no es necesario estar en el campo de fútbol. El Mundial está aquí, junto a nosotros, en las calles. Los jugadores salen al campo y la gente grita emocionada. El espectáculo está servido, pero no sólo detrás de la pantalla, sino también aquí, en Heumarkt.