"¡Go, Trabi, go!"
10 de noviembre de 2002Por décadas fue considerado la culminación de las aspiraciones materiales del ciudadano común de la República Democrática Alemana. No es de extrañar, considerando que para poder comprar un Trabi, había que inscribirse, pagar y armarse de paciencia.... Más de alguno seguramente murió esperando. Otros, más afortunados, lo recibían al cabo de 10 o hasta 15 años. Y así, el auto se convirtió para muchos en la más preciada de sus posesiones.
Con una carrocería medio desquiciada, hecha de plástico y cartón prensado, el Trabi era El automóvil del Estado comunista alemán. Compararlo con la vieja y querida Citroneta de los años 60 en otros países, no le haría del todo justicia. Porque en la RDA no era el vehículo de la clase media, sino virtualmente un lujo. Poco importaba que apestaran sus gases de escape y que fuera un devorador de combustible: lo principal era que funcionara. Y lo hacía, con una fidelidad a toda prueba.
El auto de la revolución
Como corresponde a todo buen sistema de control estatal, la burocracia germano oriental dejó constancia en actas de la fecha de su nacimiento: el 7 de noviembre de 1957. No era una jornada cualquiera, porque ese día se conmemoraba el cuadragésimo aniversario de la Revolución de Octubre, el gran hito de la gesta del proletariado. Digno marco para la entrada en escena del Trabant, nombre con el que sólo lo llaman aquellos que lo menosprecian.
El Trabi no sobrevivió al desmoronamiento de la RDA más que un año. En 1991 se suspendió su producción, pese a que no faltaron los intentos por mantenerlo con vida. Pero ni la idea de modernizar su tecnología, ni las propuestas de someterlo a una cirugía plástica prosperaron. En consecuencia, el curioso carruaje es hoy una especie en vías de extinción. Sin embargo, se resiste a desaparecer de las calles de Alemania de Este e incluso ha incursionado en las de las ciudades occidentales, la mayoría de las veces con estudiantes al volante.
Un icono pop
Con más tenacidad aún se niega a esfumarse de la memoria colectiva germana, en la que se ha convertido en todo un icono pop. Cientos de chistes se han contado sobre el Trabi o sus conductores, y hasta una película le asignó el rol protagónico: "¡Go, Trabi, go!". Más que expresión de nostalgia por el pasado comunista -aunque en ciertos sectores del Este indudablemente es un factor relevante- representa hoy un estilo de vida no carente de ironía, ajeno a las convenciones y a las reglas del mercado.
No obstante, también en este campo rige la ley de la oferta y la demanda. Tal es así que algunos ejemplares se han convertido en pieza de colección y están alcanzando precios envidiables para el mercado de autos usados. No es casual que hasta el vocalista de U2, Bono, adquiriera uno de color celeste. Quizá haya sido una especie de exabrupto postmodernista. Porque en ese marco sí encaja este singular resabio de la RDA, siempre fiel a su pinta de los años 60, con su carga de nostalgia de tiempos pasados, que no siempre fueron mejores.