Guerra de titanes
30 de julio de 2011Si hubiera nacido en un país occidental, Recep Tayyip Erdogan sería el clásico cristianodemócrata. En Turquía, dirige el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), una formación conservadora, moderada y declaradamente musulmana con la que ganó en 2002 sus primeras elecciones parlamentarias y repitió el pasado junio por tercera vez un triunfo en las urnas: demasiada religión en los asuntos políticos para una clase militar, la turca, que recibió del fundador de la República en persona el encargo de salvaguardar el laicismo en el país.
El AKP y el ejército no se quieren. Ya desde el principio de su mandato se puso Erdogan a la tarea de recortar el omnipresente poder de la oficialidad: con reformas jurídicas y con detenciones, que entretanto han llevado a 250 altos cargos castrenses –pensionados o en activo- a pasar por la cárcel. Este viernes (29.07.2011), la Fiscalía mandó a apresar a otros 22, entre ellos a un general de cuatro estrellas, y la gota colmó el vaso. A modo de respuesta han presentado su dimisión cuatro militares de rango, a los que el primer ministro se apresura a suplantar con oficiales ideológicamente cercanos.
“Operación martillo”
Ya en 2003 comenzaron a recibir visita de la policía los generales turcos. A un primer grupo se le acusó de haber tomado parte en un seminario llamado “Operación martillo”, que según los participantes no trataba más que de estrategias militares teoréticas pero tras el que las autoridades aseguraban sospechar una confabulación para acabar con el recién designado Ejecutivo.
El caso tampoco hubiera sido único. Mustafa Kemal Atatürk, también un militar, hizo levantar Turquía de las cenizas de la I Guerra Mundial y del desmembramiento del Imperio Otomano, convencido de que la religión había jugado su papel en aquella tragedia. A partir de él tendría el ejército la obligación de vigilar que ningún político se dejara influenciar en los asuntos terrenales por el más allá, ni ejerciera irresponsablemente sus funciones. Esto implicaba derrocar gobiernos, si es que era necesario.
El poder que el aún muy venerado Atatürk otorgó a las Fuerzas Armadas lo han hecho valer éstas en más de una ocasión: pertrechando golpes de Estado en 1971, 1980 o lanzando un ultimátum al primer ministro Necmettin Erbakan en 1998, que lo forzó a dimitir. Contra el peligro que de aquí emana -para Erdogan, pero también para las aspiraciones de Turquía a un ingreso en la Unión Europea- parece decida a proceder la Ankara actual.
Renuncias y nuevos nombramientos
Que los militares ostenten la potestad de tener la última palabra no gusta, claro está, en Bruselas. Cualquier recorte a este privilegio es bienvenido en las ya larguísimas negociaciones de adhesión del país a la Comunidad. También existen algunos puntos conflictivos entre la Comisión Europea y el ejército turco, como pueda ser el que afecta a la isla de Chipre, sobre cuya parte norte ejerce Turquía un dominio de facto al que el Gobierno de Erdogan está más dispuesto a renunciar que sus oficiales: al fin y al cabo, ellos la ocuparon en 1974.
De las elecciones del 12 de junio de 2011 salió Erdogan respaldado por casi el 50% de los votos, lo que le concede una base lo suficientemente ancha para saberse en cierta medida seguro. Así que los golpes judiciales continúan: también a los 22 militares que acaban de ser encarcelados se les acusa de planear un complot en contra del Ejecutivo. Esta vez, sin embargo, ha habido una sonora respuesta.
Teniendo en cuenta el destino de sus “hermanos de armas” no le es posible continuar al frente del Estado Mayor, dijo en su despedida Isik Kosaner. El primer ministro turco ha encontrado ya a quien lo sustituya, al menos temporalmente en funciones: Necdet Özel, ex director de la policía militar. Özel se encargará igualmente de las Tropas de Tierra, otro de los mandos, que como las comandancias de Marina y Ejército del Aire, han dejado bacantes los militares que le están dando la espalda a Erdogan.
Ankara parece aceptar el desafío. El próximo lunes (1.08.2011) se reúne en Turquía el Consejo General del Ejército y de la cita se esperan nuevos nombramientos. Pero, con seguridad la guerra, no habrá acabado ahí.
Autor: Luna Bolívar/ rtrd/ dpa/ afpd
Editor: Enrique López