Graffiti: arte o vandalismo
7 de abril de 2005¿El graffiti es un arte o un acto punible en contra de la propiedad ajena? En torno a este conflictivo tema se reúnen en Berlín 200 expertos internacionales, provenientes de todos los ramos que a los que atañe esta forma de expresión: el arte, la policía, la política, el derecho. Si para unos “la pared y la muralla son el papel del canalla”, para otros el graffiti es una forma de expresarse, que llega puede llegar a la categoría de arte por lo que no debe ser reprimida.
En la capital germana, que destina anualmente cincuenta millones de euros a reparar y borrar tales “obras de arte” de sus muros, los bandos se agrupan, básicamente, en torno al director del movimiento “Nofitti”, Karl Henning que aboga por un régimen de absoluta no tolerancia a ninguna clase de expresión muralista –a menos que sea expresamente permitida- y, en torno el patrocinador del evento, Klaus Wowereit, el mismísimo alcalde de Berlín.
El cosquilleo de lo ilegal
Wowereit, si bien reconoce la molestia que puede ocasionar el arte callejero, opina que los sprayer no serán frenados con represión –al estilo de los países nórdicos en donde se los castiga hasta con seis años de cárcel-, sino con ofertas alternativas adecuadas a su edad. Sin embargo, la idea de murallas en donde esté permitido expresarse le quitaría al asunto el cosquilleo magnético de lo ilegal, así la opinión de algunos jóvenes “vándalos del color”.
No pintar, sino pegar
La alternativa conciliadora de los graffiteros es el Post-Graffiti, Urban Art o Cut-outs: las murallas no se pintan, se pegan y, para alivio de los dueños del edificio, despegan. Esta forma de arte se popularizó en los años noventa en Nueva York. Si para efectos de los daños físicos a la propiedad, esta forma de expresión es menos dañina, para la Policía representa el máximo horror: ya que no está codificada, no es en absoluto castigable.
Sus ejecutores, sin embargo, la ven como una concesión y como la media salomónica entre el respeto y el espacio a la expresión, también política. Por otro lado, Henning, quien se ha auto erigido como archi enemigo de los graffiti y suele organizar cuadrillas voluntarias de limpieza, hace hincapié en el aspecto criminal de la escena berlinesa, que cuenta con unos 8000 activistas, no del todo pacíficos ni inofensivos.
La búsqueda del límite
Más allá del marco legal que, en el mejor de los casos, acuerden los expertos reunidos en la capital germana, cabe resaltar la dificultad de una respuesta categórica, pues a todas luces existe una diferencia esencial entre las pintadas con declaraciones de amor – por más originales que sean- y las que, según cuentan testigos oculares, en años los ochenta y en plena dictadura, llenaban los muros chilenos con su famoso “y (el dibujo de una vaca) er”.