La grafitera "MadC" y el éxito
10 de enero de 2012Claudia Walde está casi siempre viajando, o está pintando un grafiti. Tener una cita con ella es como encontrar la cuadratura del círculo. Al fin, logramos encontrarnos con ella en un parque de estacionamiento cercano a una autopista, en un lugar perdido en el este de Alemania. Más tarde, la acompañamos hasta su taller, ubicado en medio del campo, en una granja. Nos pide que no mencionemos el lugar en donde vive, ya que quiere preservar su paz.
Tiene 31 años y es conocida en la escena grafitera como "MadC". MadC es toda una institución en el mundo del grafiti. Se la considera la mejor grafitera en una escena en la que predomina el sexo masculino. Claudia Walde es la artista de grafiti en actividad más conocida del mundo. Sus pinturas pueden verse en muros y lugares públicos desde México hasta Rusia, desde Londres hasta Budapest. Viaja por todo el mundo dejando su huella, y tanto su perfil en Facebook como su blog están en idioma inglés. De acuerdo con el número de sus visitantes, su blog es número uno en EE. UU., ocupa la segunda posición de los blogs más visitados en Gran Bretaña, y el tercer lugar entre los blogs de Alemania. Claudia piensa en forma global, pero vive en Halle, Sajonia-Anhalt. Y Halle no es Berlín.
Una nómade en el campo
Su atelier no se caracteriza precisamente por su glamour. El paisaje que lo rodea son los campos aledaños al tramo Leipzig-Berlín de los ferrocarriles alemanes. “Muy raras veces recibo aquí visitas de otros artistas. Este es mi oasis de paz”, explica Walde, vestida con vaqueros de color negro, zapatillas y un suéter rojo con capucha. Lleva su cabello castaño oscuro atado. Es pequeña y delgada, y derrocha energía por todos los poros.
MadC es nómade, y pocas veces está en Halle. “Entre viaje y viaje estoy, como máximo, dos días en casa”, dice. Su último recorrido la llevó a 17.000 kilómetros de distancia, por ocho países. “En algún momento también tengo que desacelerar”, cuenta. Y el lugar que más le gusta para tomar unas vacaciones es su casa. “Aquí realmente puedo desconectarme. Los grandes escenarios y las grandes ciudades los vivo todo el tiempo”, reconoce.
Estrella de la escena del grafiti
Claudia Walde creció en la ex República Democrática Alemana y en Etiopía, donde su padre se desempeñaba como ingeniero agrícola. Cuando la familia Walde regresó a Alemania, Claudia se sintió una extraña en su propio país. Comenzó a pintar con grafitis las paredes y a firmarlos con su nombre: MadC. Ya de niña la llamaban “Claudia la loca”.
Las letras que pinta un grafitero, señala la artista, que trabaja además como diseñadora y docente, son siempre “algo extremadamente personal”. “En las formas y los colores de la grafía, y en la manera en que están pintadas las letras es posible reconocer la personalidad de un grafittero”, asegura. Claudia Walde reunió las grafías de 150 artistas del grafiti en su libro Street Fonts.
Trabajar con todo el cuerpo
La aparición de internet modificó también la escena del arte del grafiti, dice Claudia Walde. De pronto se mezclaron los diversos estilos de cada país. “En Londres hay gente que pinta igual que en Los Angeles”, subraya MadC. Y añade que le parece “una verdadera lástima que se pierdan los estilos locales”.
Claudia Walde no sólo pinta muros sino también lienzos que luego vende a las galerías de arte. Siempre quiso ser una artista libre, y por eso hasta rechazó una oferta para trabajar en un empleo muy bien remunerado en Londres, luego de finalizar su carrera de Diseño. Podría haber llegado a ser Directora de Arte. “En el lapso de una semana tuve que decidir si tenía el valor de volver a Alemania y probar vivir como artista sin depender de un salario y sin saber qué me depara el futuro”, dice, y agrega que, en ese momento, pensó: “Ahora o nunca. ¡Toma una lata de pintura en aerosol, sacúdela y listo!”
Casi ningún artista del grafiti puede vivir de su arte. Muchos de los pintores se refugian en agencias de publicidad y estudios de diseño para ganarse la vida, influyendo desde allí en nuestra vida cotidiana, ya que algunos de ellos también dejan una huella personal en su trabajo. Claudia Walde, sin embargo, no puede imaginarse, por el momento, una vida en relación de dependencia. Y es por eso que prefiere el difícil equilibrio entre la calle y las galerías de arte. “Cuando se trata de dinero, algunos me critican por lo que hago, pero es por envidia. Muchos de ellos jamás rechazarían un encargo como los que recibo”, afirma.
Claudia dedica un 15 por ciento de sus horas de trabajo a realizar pinturas por encargo. Y un 60 por ciento a pintar muros que no le reportan ninguna ganancia. Un cuarto de su calendario laboral lo emplea en pintar lienzos, con lo cual gana desde hace un año la parte substancial de sus ingresos. Pero su sueño es unir todas esas actividades: “En definitiva -y en primera línea- soy una grafitera. No me puedo imaginar dejar de pintar muros. Esa es mi esencia”, explica.
Damos un paseo por los campos cercanos a su taller hasta llegar a su obra de mayor magnitud hasta el momento: un muro de unos 700 metros cuadrados, casi la mitad de un campo de balonmano, en el que trabaja desde hace cuatro meses, en forma gratuita. No sabe explicar qué es lo que la fascina del grafiti, a pesar de tener que vivir en un rol marginal como mujer, como grafitera y como artista. Según ella, “es como un fuego dentro de mí que siempre logra movilizarme”.
Autor: Andreas Main/ Cristina Papaleo
Editora: Claudia Herrera Pahl