Grandes amigos

Tras Tony Blair, le tocó al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, el turno de recibir la recompensa por su respaldo a la guerra contra Irak: el presidente estadounidense, George Bush, lo recibió como un "buen amigo y fuerte aliado", en su hacienda de Crawford, Texas, un honor que sólo recae sobre sus favoritos. La gratitud de la Casa Blanca no es poca, considerando que el gobernante de Roma tuvo que hacer frente a una opinión pública que clamaba en masa contra la intervención militar.

Más suerte que Blair

Hasta ahora, Berlusconi ha tenido más suerte que Blair, actualmente en el ojo del huracán político debido a las acusaciones de manipulación de los informe de inteligencia sobre el armamento iraquí. Mientras su homólogo británico se ve acosado por la polémica pública -más candente que nunca desde la muerte del experto en armamento David Kelly-, el premier italiano pudo darse al lujo de comentar en una entrevista concedida a la revista Time que "no parece ser tan importante" si se encuentran o no armas de exterminio masivo en Irak. A su juicio, la guerra "era importante para liberar al país de una dictadura que se prolongó por más de 30 años".

Un discurso del pleno agrado de Bush, quien retribuyó la gentileza de su huésped compensándolo por las críticas y los consiguientes los malos ratos que le han deparado algunos de sus socios europeos. "Me alegra que Berlusconi sea ahora presidente del Consejo de la Unión Europea", afirmó el jefe de la Casa Blanca, expresando su confianza en que "bajo su conducción, la UE y Estados Unidos superarán los desafíos que tenemos por delante".

Advertencias a Siria e Irán

Tales desafíos no son del todo abstractos, como dejó en claro el gobernante estadounidense en la conferencia de prensa conjunta con su invitado. Bush aprovechó la oportunidad para reiterar sus advertencias contra Siria e Irán, países a los que acusó de seguir dando refugio a terroristas. "Esa conducta es absolutamente inaceptable", afirmó el mandatario, subrayando que aquellos que respaldan el terrorismo tendrán que rendir cuentas. No se trata de reproches nuevos, pero la dureza de sus palabras llamó la atención, considerando que en el último tiempo Washington había bajado el tono al respecto.

Berlusconi, en todo caso, se limitó a coincidir con todo lo dicho por su anfitrión, aparte de agradecerle efusivamente la invitación. Fue, sin duda, un momento grato para el primer ministro italiano, que se codea con el gobernante más poderoso del mundo, sin que le recuerden sus resbalones retóricos ante el Parlamento Europeo ni las polémicas políticas de Roma.