Haití - República Dominicana: el muro del Caribe
6 de agosto de 2021"Todos los temas en República Dominicana tienen que ver con la frontera con Haití y la migración”, dice la antropóloga dominicana Saudi García a DW, pero recalca que "a pesar del daño que causan los xenófobos, hay dominicanos que quieren convivir con el vecino país". Tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse, una caravana de dominicanos fue hasta la frontera a pedir respeto por la soberanía de Haití.
Saudi García es miembro de In Cultured Company, un foro de educación pública que aboga "por la equidad y el acceso a los recursos para las personas afro" en Estados Unidos, América Latina y el Caribe. Según la antropóloga, "en República Dominicana se ha creado una mitología nacional, con intereses políticos y económicos, que crea un enemigo como fórmula de sobrevivencia de los nacionalistas”.
"Ese enemigo creado es Haití, y los haitianos"
"Una idea que comenzó con la abolición de la esclavitud en 1822”, narra García, y agrega que "cuando la élite de la hoy República Dominicana perdió entonces el privilegio de tener esclavos, sintió mucho resentimiento contra Haití; 22 años después, cuando en 1844 se fundó la República Dominicana, su élite optó por asignar la negritud a Haití, excluyendo a los habitantes de origen africano, en vez de concederles sus derechos ciudadanos”.
Las diferencias entre ambos países comenzaron con el mismo espíritu de su fundación: "Mientras la Constitución de Haití buscaba la equidad en toda la Isla Española, un grupillo creó la República Dominicana con una convicción católica, colonialista, racista, pero utilitarista de la población negra como mano de obra de trabajo esclavo”. Así, cuenta la antropóloga, en la República Dominicana se ha creado la leyenda de un "Haití invasor", como otra "justificación para crear un ‘enemigo'".
¿Por qué un muro divisorio en medio del Caribe?
Para explicar por qué República Dominicana está construyendo un muro fronterizo con Haití hay que ver lo que pasó durante la dictadura de Rafael Trujillo (1930-1961), recomienda la autora. "Durante el primer siglo de consolidación de la República Dominicana la frontera siempre fue un territorio de traspaso fluido. Las familias vivían de un lado u otro. Pero Trujillo quiso dividir definitivamente a ambas sociedades que, en buena parte, eran una misma familia. Para ello, creó las llamadas Colonias de Asentamiento Agrícola. Y para apropiarse de ese territorio, el Estado asesinó a miles de dominico-haitianos en la frontera”, ilustra García, egresada de la Universidad de Brown.
Este crimen de lesa humanidad se conoce como la Masacre de Perejil. En octubre de 1937, Trujillo ordenó a sus tropas la erradicación masiva de la población de origen haitiano que vivía en territorio fronterizo. En 1975, Joaquín Balaguer, ministro de Relaciones Exteriores interino en el momento de la masacre, y luego presidente, cifró el número de muertos en 17 000. El historiador dominicano Bernardo Vega calculó el número de personas asesinadas en 35.000.
Violencia étnica en tierras americanas
El término "perejil" era usado por la Policía dominicana para identificar a los haitianos de origen africano, francófonos o de lengua créole, de quienes se suponía que no podían pronunciar la "r" vibrante y sostenida en castellano. Así, una letra podía significar la vida, o la sentencia de muerte.
El dictador sembró entonces la próxima semilla del odio separando a los pueblos por presuntas "etnias": "Trujillo llevó a cabo un programa de inspiración nazi que llamó ‘dominicanización' de la frontera. Y los Gobiernos de República Dominicana, hasta hoy, se han encargado de cultivar esa animosidad en las comunidades fronterizas falsificando la historia, creando la leyenda de una permanente amenaza”, es la conclusión de Saudi García.
La frontera entre la República Dominicana y la República de Haití, de 376 kilómetros de longitud, surgió del reparto de la isla entre Francia y España. El trazado actual es 1936. Su militarización es total, así como el control mafioso del paso: "Todo haitiano, jornalero, refugiado o migrante, le tiene que pagar a soldados y policías dominicanos para poder cruzar la frontera”, señala Saudi García.
El muro de Abinader Corona en tiempos de pandemia
El actual presidente de República Dominicana, Luis Abinader Corona, ha elevado el nivel de las tensiones ordenando construir una "doble verja perimetral”. Así lo anunció el 27 de febrero de 2021 ante la Asamblea Nacional. La construcción de la valla divisoria cuenta con el apoyo tecnológico de Estados Unidos e Israel. Su objetivo: "Contrarrestar la migración haitiana irregular".
Lo paradójico, según la científica, es que "la frontera la cruzan diariamente justo los haitianos que trabajan en la agricultura y la construcción sin los que la economía dominicana colapsaría". Ilustra el caso de "los cultivos de caña de la familia Viccini, a la que le pertenece el 33% de la tierra en República Dominicana, en los que trabajan haitianos, prácticamente, en condición de esclavitud".
"Hay que reescribir y releer la historia de la isla”
"Toda la frontera entre Haití y la República Dominicana está llena de abusos y violaciones de los derechos humanos, y los haitianos son casi siempre las víctimas”, dice a DW el filósofo Woodly Edson Louidor, de origen haitiano, que ha asistido a migrantes e impartió talleres de reconciliación a la población fronteriza, "para ayudar a entender mejor la historia de ambos países".
Louidor, profesor de la Universidad Javeriana de Bogotá, experto en migración, resalta que "si bien las relaciones entre Haití y la República Dominicana han estado llenas de odio, también existe una historia de la solidaridad entre ambos Pueblos". Por eso, el académico propone "reescribir y releer esta Historia”. Louidor recorrió los 10 departamentos de Haití instruyendo a grupos de la sociedad civil, en proyectos promovidos por la Unión Europea, "en el manejo de instrumentos para dialogar con el Estado y hacer valer sus derechos". Pero la crisis interna en Haití, que ha obligado a los haitianos a trabajar por poco o ningún dinero en República Dominicana, era aún susceptible de empeorar.
Un terremoto que multiplicó las tragedias
El 12 de enero de 2010, un terremoto en Haití mató a 316.000 personas, dejando heridas a 350.000. Un millón y medio de haitianos quedó sin hogar. Si antes del terremoto los migrantes hacia Chile y Ecuador no sumaban más de 350, después del 2010 los migrantes que pasan por América Latina se calculan en unos 400 mil, y se dirigen sobre todo a Chile, Ecuador y Brasil, pero también hacia México, Estados Unidos y Venezuela.
Según el Instituto Nacional de Estadística de Chile (INE), en su último reporte publicado en marzo de 2020, los haitianos conforman un 12,5% de los migrantes, después de los venezolanos y peruanos. O sea 185.865 ciudadanos haitianos. Los refugiados venezolanos triplican esta cifra.
Brasil empero, es el único país que le ha ofrecido a los haitianos una garantía de residencia, "aunque tras la Copa Mundial y los Juegos Olímpicos de 2016 muchos se quedaron sin trabajo”. Colombia, por su parte, solo les ha ofrecido una prórroga de permanencia a quienes llegaron antes de 2010.
Woodly Edson Louidor, actualmente doctorando en la Universidad alemana de Leipzig, critica la tendencia mundial de no conceder el estatuto de refugiados. "Muchos gobiernos no quieren asumir la responsabilidad de garantizar los derechos de los refugiados", es la explicación del estudioso, que investiga sobre los "vacíos de protección y desafíos de la política pública de Colombia en torno al acceso a derechos de los migrantes forzados venezolanos en la frontera entre los dos países".
Louidor teme que la figura del refugiado, con todos sus derechos, esté en vía de extinción, a pesar de ser el mayor logro del derecho humanitario internacional. Y afirma que el drama del atascamiento de migrantes de tres continentes, incluidos haitianos procedentes de Brasil, en el poblado colombiano de Necoclí, camino al Tapón del Darién, limítrofe con Panamá, evidencia la "globalización de las migraciones". Un problema que, a pesar de venirse agravando desde 2016, "ha sido hasta ahora visto por Colombia, América Latina y las mismas Naciones Unidas solo como un asunto de seguridad y no como humanitario".
(er)