Holanda y Bélgica sin gobierno, pero con reyes
4 de septiembre de 2010En Holanda, el principal escollo se llama Geert Wilders. El controvertido político ultraderechista e islamófobo obtuvo en los comicios parlamentarios del pasado 9 de junio votos suficientes para convertir en un reto la formación de gobierno. En Bélgica, sin embargo, la dificultad viene de largo y radica en la estructura económica, cultural y geopolítica del país: dos regiones, una francófona y la otra flamenca, incapaces de entenderse desde hace meses.
Y, de repente, en lugares en los que la Corona pasó hace años a ocupar un papel segundario en la política diaria, se requiere la intervención de los monarcas. La reina Beatriz de Holanda tendrá que sustituir a quien hasta ahora ha ejercido de mediador en las negociaciones, Ivo Opstelten, tras el fracaso del último intento de reunir un gabinete. Alberto II da inicio en Bélgica a una nueva ronda de conversaciones con los líderes de los principales partidos, después de que el mediador en este caso y líder de los socialistas francófonos, Elio Di Rupo, presentase su dimisión.
Tres discrepantes con Wilders
Durante tres semanas trataron la derecha liberal holandesa, representada por el Partido Popular para la Libertad y Democracia (VVD) y el Partido Cristianodemócrata (CDA), y el Partido por la Libertad (PVV) de Wilders de dar con puntos comunes sobre los que poder edificar una coalición gubernamental. Las conversaciones finalizaron este viernes (03.09.2010), sin resultado.
En el último momento y cuando el acuerdo se tornaba ya tangible, tres diputados del CDA rechazaron el proyecto de un gobierno de minoría con presencia de Wilders, al que acusaron de despreciar el derecho fundamental a la libertad religiosa y de a discriminar a los musulmanes. Entre esos parlamentarios se encuentra el ministro de Sanidad en funciones, Ab Klink, quien junto al jefe del grupo parlamentario y ministro de Exteriores en funciones, Maxime Verhagen, condujo las negociaciones con el VVD y el PVV.
Wilders exigió entonces que le asegurasen por escrito que también los tres discrepantes mantendrían la lealtad hacia un Ejecutivo en el que él estuviera presente. La cúpula del CDA rechazó la condición, argumentando que no se puede coartar la libertad de conciencia de los diputados. El ultraderechista consideró en consecuencia borrada la base de confianza necesaria para seguir hablando.
Holanda espera ahora con gran expectación saber a quién encargará la reina Beatriz, de 72 años, la tarea de lidiar en el conflicto: el nombre del nuevo mediador dará seguramente pistas sobre las formaciones políticas con las que se llevará a cabo el nuevo intento de dar con un gobierno.
Vacío de poder sin salida pronta
Sobre lo larga y difícil que puede llegar a convertirse la labor de consolidar un Ejecutivo puede contarle Alberto II de Bélgica un par de cosas a su compañera de sangre azul holandesa. Desde la arrolladora victoria electoral- el pasado 13 de junio, en unas elecciones legislativas anticipadas- del partido independentista flamenco N-VA (Nueva Alianza Flamenca), todos los intentos de reconciliar las apetencias de mayor autonomía de la parte norte belga frente a los valones del sur han sido infructuosos. Tanto como los esfuerzos por crear un Ejecutivo unitario.
Siete partidos de las dos zonas se sientan entorno a la mesa en la que los políticos belgas tratan de ponerse de acuerdo. Pero las reuniones no han logrado hasta ahora otorgarle solución a los asuntos más espinosos. El vacío de poder que vive el país centroeuropeo empieza a ser preocupante, y Alberto II mantiene encuentros sin descanso con los líderes de todas las formaciones: hoy con Joëlle Milquet, del francófono Partido Centro Democrático Humanista (CDH).
Los comicios de junio, sin embargo, no hicieron más que agravar una crisis que se alarga ya años. En suspenso mantiene el monarca su decisión sobre la dimisión del mediador Elio Di Rupo y, a corto plazo, dice no verle salida a la situación del país. Seguramente, la reina Beatriz mire hacia Bélgica y espere que lo que a ella le espera sea menos tortuoso.
Editora: Luna Bolívar Manaut (dpa)