Homofobia: cuando un beso cuesta la vida
13 de junio de 2016Sergio Urrego era un estudiante colombiano de 16 años y lleno de planes para el futuro. Pero debido a su condición homosexual, él y su familia sufrieron tal persecución por las autoridades de su colegio, que el 4 de agosto del 2014 prefirió lanzarse desde el techo de un edificio para ponerle fin a su tormento. Un beso en público a su novio, resultado de un reto de sus compañeras de clase, bastaron para que toda una cadena de agravios empujara a la muerte a este joven.
El caso Urrego se convirtió en Colombia en un símbolo de cómo la discriminación sexual puede arrastrar a jóvenes al suicidio, pero también de que si la sociedad y las autoridades hacen respetar la igualdad escrita en las leyes, se puede convivir respetando las libertades individuales. La Corte Constitucional de Colombia sancionó a las directivas del colegio por “desconocer los derechos fundamentales del joven homosexual” y las conminó a celebrar un acto público de desagravio.
Víctimas del odio
“Lamentablemente, casos de discriminación por la condición de homosexual se presentan en todos los ámbitos y países de América Latina”, dice a DW Gustavo Pérez, antropólogo de la ONG Colombia Diversa, que lucha por los derechos humanos y civiles de la comunidad LGTBI.
¿Podría suceder en algún país de América Latina una masacre como la de Orlando? “En todos los países de América Latina se discrimina, acosa, persigue y mata a miembros de la comunidad LGTBI todos los días, solo que no aparecen registrados como crímenes de odio y, a menudo, las autoridades los presentan como crimenes comunes”, responde Pérez, experto en derechos humanos de Colombia Diversa. Y agrega que “lo característico de la masacre en Orlando es el acto individual del asesino, mientras en Colombia u otros países que han tenido conflictos armados, por lo general, han sido los grupos armados al margen de la ley, como los paramilitares y las guerrillas, los mayores perseguidores de los miembros de la comunidad LBTGI”.
Que también en América Latina la combinación de homofobia y armas puede degenerar en un crimen de odio lo demuestra el asesinato en Chile, el pasado 19 de febrero, de Mauricio Lepe, un joven transformista de 20 años, asesinado a tiros por la espalda, ante los ojos de su madre. Un crimen de odio que se creía imposible después de la conmoción internacional provocada por el asesinato de Daniel Zamudio, en 2012, a manos de un grupo de neonazis.
Prevalencia de la violencia homofóbica
En aquella ocasión, la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) llamó a las autoridades chilenas a legislar en contra de la discriminación siguiendo estándares internacionales, condenando los crímenes de odio. “El asesinato de Zamudio es un recordatorio de la gravedad y prevalencia de la violencia homofóbica, según ACNUDH, esta vez ocurrió en Santiago de Chile, pero puede ocurrir cada día en las calles de pueblos y ciudades de todo el mundo”, dijo en 2012 Rupert Colville, vocero de la Oficina del Alto Comisionado.
Solo el registro confirmado de asesinatos por odio contra la orientación y la condición sexual en 2014 en Colombia sumó 102 asesinatos, dice un informe de Colombia Diversa. La cifra acumulada entre los años 2006 y 2014 es de 824 asesinatos. No en vano Colombia Diversa, la pasada alcaldía de Bogotá y el actual Gobierno nacional de Juan Manuel Santos ven la necesidad de promover la educación al respeto por la diversidad.
Cuatrocientos casos de agresiones homofóbicas, cada año
“Pero tampoco Alemania es un remanso de tranquilidad para la comunidad LGTBI, aunque la comparación con la situación en América Latina parezca inoportuna”, dice a DW Markus Ulrich, vocero de la Sociedad alemana de Lesbianas y Homosexuales (LSVD). Mientras en Colombia la comunidad LGTBI goza hoy de iguales derechos que sus congéneres heterosexuales, o sea se pueden casar, tener derecho al seguro médico y la pensión de su cónyuge y adoptar, en Alemania está solo permitido un “contrato de sociedad” que no contiene iguales derechos. Si se recuerda que apenas en 1994 se abolió el parágrafo 175 que criminalizaba las relaciones homosexuales desde 1872, y que también aplicaron los nazis, no es de extrañar que, como en América Latina, el aprendizaje de que “la dignidad de cada ser humano es intocable” aún dure.
“La violencia generada por la homofobia en Alemania se da en casos individuales de ataques personales”, agrega Ulrich y destaca que “si, según Maneo, la oficina que atiende demandas de violencia y crímenes de odio en Berlín, reporta unos 200 casos anuales, es de suponer que en Alemania suceden unos 400 casos de violación de los derechos fundamentales de personas LGTBI”.
Aparte del sentimiento de solidaridad con Orlando, Ulrich reconoce que, “aunque Alemania no ha sido tocada por el terrorismo religioso, ahora sí se suma una nueva preocupación si ese odio es dirigido contra una minoría". Por último Gustavo Pérez recuerda que "el mal es la homofobia y no el amor entre humanos".