Ideas para un mundo sin desechos
15 de abril de 2018En Alemania, cada vez más personas parecen estar tomando conciencia de las consecuencias ecológicas de sus propios patrones de consumo. Un indicio: la creciente popularidad de iniciativas para retardar lo más posible la transformación de cierta mercancía en desechos. Desde los cafés que sirven como talleres para la reparación de productos electromecánicos hasta las tiendas que venden ropa y otros objetos de segunda mano. Estas opciones se suman, desde luego, a la cadena de procesos institucionalizados de reciclaje.
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Algunos aprovechan estos servicios porque tienen poco dinero o porque, teniéndolo, se rehúsan a gastarlo innecesariamente. Otros lo hacen porque han descubierto para sí las ventajas de la economía del compartir o porque saben lo que se esconde tras las prendas de bajo costo: la explotación de la mano de obra barata bajo condiciones de trabajo infrahumanas, el desperdicio de materias primas, las montañas de basura y las inmensas cantidades de dióxido de carbono generadas durante la producción y el transporte de artículos.
Pero aun en esos casos, la bicicleta usada, el coche compartido y el vestido adquirido en el mercado de segunda mano terminan en los basureros municipales o en los hornos del aseo urbano. Ese ciclo de comprar, consumir y desechar es descrito como "de la cuna a la tumba” (from cradle to grave) porque, implícitamente, sólo aprovecha sus componentes una sola vez. En Alemania y otros países, un grupo de personas promueve el ciclo "de la cuna a la cuna” (from cradle to cradle), la idea de fabricar productos completamente reutilizables.
Imitando la naturaleza
La inspiración la provee la naturaleza misma; ella no conoce desperdicios, sólo alimentos. El químico alemán Michael Braungart, propietario de una consultora ambientalista y cofundador de la asociación Cradle to Cradle (C2C), sostiene que la cadena productiva –desde la industria hasta el consumidor final– debe ser reformada para que devuelva todo lo utilizado a un sistema de reciclaje biológico y técnico. Y, a sus ojos, eso sólo es posible cuando la mercancía se concibe desde el principio considerando la duración de su utilidad.
A juicio de Braungart, los desechos no existen: sólo existen las materias primas biológicas y técnicas. Productos como los detergentes, los neumáticos o los zapatos pueden ser convertidos en compost y retornados al ciclo biológico. Productos electrónicos como el televisor, el refrigerador o la lavadora de ropa pueden ser reciclados también, si se les desarma para reducir esas máquinas a sus componentes más pequeños; el material sintético y los metales resultantes pueden ser usados como materia prima para fabricar otros aparatos.
Un producto puede ser creado para ser reciclado tanto biológica como técnicamente. Esta manera de imaginar la producción también puede abaratar su costo: el consumidor pagaría por el uso que hace de un producto y de ciertos servicios –10.000 sesiones de lavado de ropa o 10.000 horas de electricidad, por ejemplo–, pero no por el producto en sí, que, tras la expiración de su vida útil, regresaría a las manos del fabricante para ser reciclado. El fabricante tendría interés en usar materiales de alta calidad y sabría que los recuperaría.
Cambio de mentalidad
Hoy día, las industrias calculan sus procesos hasta la venta de sus mercancías y contemplan el posible reclamo de garantías por fallas de fabricación. Y los consumidores se desentienden de sus responsabilidades de cara al medio ambiente tan pronto dejan sus desechos en el basurero. El concepto promovido por Braungart exigiría un cambio de mentalidad. En Estados Unidos hay cientos de productos certificados como "cradle to cradle”; en Alemania son sobre todo las empresas del sector textil las que invierten en este tipo de fabricación.
La pregunta que se deben hacer las industrias es: ¿qué será de mi producto cuando alcance su punto de obsolescencia? Y allí empiezan los problemas que necesitan solución. Por ejemplo, una prenda certificada como "cradle to cradle” debe ser fabricada de tal forma que sus componentes (tela y botones o cremalleras) puedan separarse completamente los unos de los otros; los materiales mixtos no pueden ser procesados para ser reducidos nuevamente a materias primas. Los materiales sintéticos son un desafío para el sistema de Braungart.
El papel y el vidrio de las botellas ofrecen menos inconvenientes. Braungart sabe que sus planteamientos encontrarán mucha resistencia; pero él no está solo. Su hija, Nora Sophie Griefahn, lo apoya en la gerencia ejecutiva de Cradle to Cradle y su esposa, Monika Griefahn, en la presidencia de la asociación. Monika Griefahn tiene además contactos nada desdeñables; después de todo, ella fue directora del capítulo alemán de la organización ecologista Greenpeace y ministra del Medio Ambiente en Baja Sajonia en representación del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) durante el Gobierno de Gerhard Schröder (1998-2005).
Karin Jäger (ERC/MS)
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