Iglesia católica: el pecado y el castigo
10 de febrero de 2012Este viernes (10.2.2012), un día después de la clausura del simposio organizado por el Vaticano para discutir el tema del abuso sexual de menores en la Iglesia católica, la prensa internacional no ha dudado en calificar el evento como un punto de inflexión en la crisis que comenzó hace dos años, con el develamiento de miles de vejaciones cometidas por clérigos en todo el mundo. El congreso en cuestión ha adquirido visos de cumbre por la relevancia de los testimonios y planteamientos articulados en esa ágora.
Entre las doscientos veinte personas que se reunieron durante cuatro días en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma para abordar el espinoso tópico había científicos, teólogos, representantes de ciento diez conferencias episcopales, superiores de treinta órdenes católicas y víctimas de abusos consumados hace décadas. Uno de los hitos del simposio fue precisamente el relato de Marie Collins, una sexagenaria de Irlanda que fue agredida sexualmente por su capellán cuando tenía 13 años y convalecía en un hospital.
En el marco de la conferencia, el cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Múnich y Freising, presentó el Centro para la Protección del Menor, un proyecto cuya meta es ofrecer información online a los miembros de órdenes católicas en todos los continentes con miras a que aprendan a prevenir y responder a los casos de abuso sexual de niños y jóvenes. Marx anunció que el programa de aprendizaje vía Internet estará listo para se implementado en el año 2015.
Golpe de timón en el Vaticano
Confrontado con el potencial destructivo de este escándalo –numerosos feligreses se apartaron de la Iglesia católica tras la ola de denuncias hechas en Alemania, Bélgica, Estados Unidos e Irlanda–, el Papa Benedicto XVI parece haber decidido convertir el asunto en materia prioritaria. Los representantes locales de la jerarquía eclesiástica han sido llamados a colaborar con las autoridades civiles para esclarecer casos de violencia sexual en su seno y los obispos, a presentar directrices concretas que desalienten el abuso de menores.
La Santa Sede ha puesto énfasis en que esas propuestas y otras destinadas a mejorar la comunicación de la Iglesia con las víctimas deberán ser entregadas antes de mayo, dejando en el aire la impresión de que la institución dirigida por Joseph Ratzinger tiene prisa en abandonar la postura pasiva y poco autocrítica que ha asumido en este conflicto. Ese golpe de timón, descrito por algunos medios como un giro de 180 grados, fue enfatizado por las duras palabras oreadas en la conferencia por el monseñor maltés Charles Scicluna.
La cultura del silencio
El miércoles pasado (8.2.2012), Scicluna, que ocupa el cargo de promotor de justicia en el departamento de doctrina del Vaticano y dirige la operación que atiende las denuncias contra sacerdotes católicos por abuso de menores, comparó el longevo encubrimiento de miles de casos y la discreción cómplice que ha predominado en la Iglesia de cara a estos delitos con el código de silencio de la mafia italiana, la “omertá”. Scicluna dijo que el acto de jerarquizar el buen nombre de la institución por encima de su transparencia era otro enemigo de la verdad.
No obstante, una asociación de víctimas desestimó el congreso titulado En camino hacia la curación y la renovación, describiéndola como “pura fachada”. “Tras años de promesas, reuniones y disculpas vacías, el Vaticano no está en capacidad de hacer lo que sería más simple, barato y mejor para los niños: publicar sus archivos secretos con los nombres de los delincuentes sexuales que están en sus filas y los de aquellos que los dejaron actuar impunemente”, sostuvo Joelle Casteix, de la organización estadounidense Red de Sobrevivientes de Aquellos Abusados por Sacerdotes (SNAP, son sus siglas en inglés).
Autor: Evan Romero-Castillo
Editor: Pablo Kummetz