Herencia cultural germano-húngara
21 de noviembre de 2012El escritor húngaro Imre Kertész, que recibió el Premio Nobel de Literatura y sobrevivió al campo de concentración nazi de Auschwitz, donó a mediados de noviembre su archivo literario a la Academia de las Artes de Berlín. Esta es la segunda donación de Kertész a Berlín, la ciudad en la que le gusta vivir. “Los estadounidenses dicen que allí donde uno puede sacarse el sombrero es donde está más a gusto. Y a mí me gusta sacármelo aquí”, dice con una sonrisa en el film documental “Nostalgias de Berlín”, sobre artistas que viven permanente o temporalmente allí.
Berlín también es el segundo hogar del fotógrafo húngaro y escritor Péter Nádas, otro miembro de la Academia de las Artes. Entre sus miembros se cuentan otros escritores húngaros como Peter Esterhazy o György Konrád. Este últimos incluso dirigió esa institución durante seis años. A todos los une la inspiración que Berlín representó para su obra.
“Esto tiene que ver con la relación personal de Kertész con Alemania y con el Holocausto. Él es una figura del Holocausto, o, -como él mismo la llama- de la cultura del Holocausto. Se trata del vínculo de un sobreviviente al Holocausto con Alemania”, explica Can Togay, director del Collegium Hungaricum, el Instituto Húngaro de Cultura en Berlín. “Es un giro importantísimo en su vida personal el haber decidido donar su tesoro artístico a esta ciudad”, dice Togay, ya que “el tema es la relación entre Hungría y Alemania en y con el Holocausto”. Todo un gesto de conciliación de un sobreviviente del genocidio nazi.
El vínculo entre las culturas germano-húngaras tiene 1.000 años de historia: el primer rey de Hungría, Esteban I, que se casó con la princesa bávara Gisela e introdujo el cristianismo en Hungría. Ese matrimonio fue clave para la vinculación de Hungría a Europa Occidental. Desde los tiempos de la Reina Gisela, el contacto entre ambos países se mantuvo vivo a pesa de las diversas turbulencias políticas.
Berlín, una ventana al mundo
“El Archivo Imre Kertész desarrollará una gran tarea investigativa en Berlín”, profetiza Klaus Rettel, presidente de la Sociedad Germano-Húngara. Rettel recuerda que después de la caída de la Cortina de Hierro se dijo que los alemanes jamás olvidarían el aporte de los húngaros a la reunificación alemana y a la libertad del continente europeo. Imre Kertész es miembro honorífico de la Sociedad Germano-Húngara. En su opinión, el camino de la literatura húngara se dirige, a través de Berlín, hacia Europa. A los artistas húngaros se les abren ventanas al mundo, aquí y en otras ciudades de Alemania.
Eso es lo que le sucedió a la joven actriz Dorka Gryllus, que hace algunos años reparte sus estadías entre Berlín y Budapest. “Durante el rodaje con Rolf Schübel de, por ejemplo, Gloomy Sunday (Domingo Sombrío), una canción de amor y muerte”, despertó mi interés por la industria alemana del cine”, dice Gryllus. Aprendió a hablar alemán muy pronto y desde entonces actuó en varias películas internacionales, por ejemplo, junto a Marianne Faithfull en “Irina Palm”, o en “Soul Kitchen”, dirigida por Fatih Akin.
La vida es un juego de ping-pong
La mayoría de los artistas húngaros que viven en Alemania provienen de las letras. Algunos emigraron por motivos políticos hacia este país, y otros lo eligieron como su segundo hogar. Péter Farkas vive y escribe en Colonia, y fue galardonado por su obra de vida con el premio Sándor-Márai. En su novela “Ocho minutos” describe con mucha sensibilidad la vida de una pareja que sufre de demencia senil. La joven escritora húngara Léda Forgó estudió guión escénico en la Universidad de las Artes de Berlín y ganó el renombrado Premio Chamisso en 2008. Forgó escribe en alemán y se siente en un estado de continua dualidad. “Vivo en un ping-pong constante entre dos mundos que permanentemente buscan el equilibrio: el idioma y la mentalidad.” Desde su posición puede ver mejor los malentendidos fatales que se derivan de la inexactitud de las traducciones y de las diferentes costumbres políticas húngaras y alemanas, dice Forgó. “Gracias a que no les es posible entenderse, los húngaros y los alemanes pueden mantener ilusiones agradables sobre el otro, pero también problemas de comunicación sin remedio”, dice la escritora. Ambas culturas son parte de su identidad como autora, y su obra también se beneficia del milenario vínculo cultural entre ambos países.
Autora. Anna Frenyó/ Cristina Papaleo
Editor: Enrique López