Indiana Jones: a la caza de un engaño
20 de mayo de 2008A luz sacaron la verdad investigadores del Centro de Investigación y Restauración del Museo de Antigüedades Quai Branly, de París y el British Museum, de Londres, con ayuda de un conocido tallador alemán de piedras preciosas. Manfred Wild es su nombre y es una autoridad en la materia. Wild vive y trabaja en Idar-Oberstein, el desde hace siglos centro alemán del tallado de vidrio y orfebrería.
En el filme, Harrison Ford corre mil aventuras para dar con la legendaria y misteriosa calavera de cristal. En su más reciente súper producción, Steven Spielberg, el director, puso en el foco un hallazgo sensacional de la cultura azteca. Sólo que no es azteca ni es precolombina: la calavera fue tallada seguramente en Alemania a fines del siglo XIX. El Museo Quai Branly y el British Museum fueron, al igual que Spielberg, víctimas de un embauque.
El engaño se remonta a 1878, año en que el Museo Quai Branly le compra la calavera de cristal de cuarzo y 2,5 kilos de peso al arqueólogo y coleccionista de arte Alphonse Pinart, que a su vez se la había comprado a un dudoso marchante de antigüedades, un tal Eugène Boban: el mismo que en 1897 le vendió otra calavera de cristal, supuestamente también un sensacional hallazgo en México, al British Museum. Hoy existen en el mundo doce ejemplares similares. Dos en los museos europeos, uno en Smithsonian Institute, en Washington, y nueve en manos de particulares.
Acelerador de partículas y rayos X
Analizadas con un acelerador de partículas, rayos X y rayos ultravioletas, no hay lugar a dudas: las calaveras fueron trabajadas con instrumentos de tallado modernos. Manfred Wild no está sorprendido. En declaraciones a la emisora de radio y TV alemana SWR dice: “Nosotros, los especialistas, siempre subrayamos que ni los mayas ni los aztecas podían haber estado en condiciones de realizar ese tipo de trabajo. En ambas culturas se hacían muy buenos trabajos de tallado, pero mucho más pequeños. A ello se agrega que en toda la región de asentamientos mayas y aztecas, es decir desde América Central hasta California, no existen cristales de roca de ese gran tamaño.”
En el informe del British Museum, en cuya elaboración participó Wild, se lee que las calaveras muy probablemente fueron talladas entre 1878 y 1881. Por entonces había en Europa sólo tres regiones en las que era posible realizar ese tipo de trabajo: en los alrededor de Milán, en París y en Idar-Oberstein, Alemania. A fines del siglo XIX, Idar-Oberstein poseía los talleres con la técnica más avanzada del mundo y los mejores talladores y grabadores. Por ello es muy probable que se hallan tallado allí.
El siglo XIX fue el siglo de las grandes expediciones arqueológicas y etnológicas. El mundo se hacía cada vez más pequeño y para aventureros y científicos fue una era dorada. Pero para financiar las expediciones se necesitaba dinero, mucho dinero. “No quiero ni saber qué cantidad de falsificaciones hay en colecciones de museos y privadas. A quienes financiaban las expediciones había que presentarles al fin y al cabo resultados concretos”, dice Wild.
Una colección completa de “objetos precolombinos”
El experto alemán parte de que los expedicionarios encargaban la realización de objetos a talleres europeos, afirmando luego que los habían traído de América Central o algún otro lugar exótico en aquellos tiempos para Europa.
Algo así puede haber sucedido en 1875, cuando Pinart le compró a Boban una colección completa de “objetos precolombinos”. Entre ellos se encontraba la ominosa calavera de 2,5 kilos de peso y 11 centímetros de altura que hasta hace poco se expuso como original azteca en París y fue la estrella de numerosas muestras etnológicas.
Casi simultáneamente con el lanzamiento del nuevo filme de “Indiana Jones”, el Museo Quai Branly la vuelve a exponer, hasta el 7 de septiembre, pero ahora en el contexto histórico correcto. Y seguramente la calavera volverá a ser como siempre un imán de público.