Irán vs. EE. UU.: Teherán tiene las mejores cartas
15 de noviembre de 2006El escenario no podía ser peor: Occidente quiere detener la construcción de la bomba atómica en Irán y simultáneamente EE. UU. está obligado a buscar una nueva solución a la empantanada situación en Irak.
La desastrosa situación interna en Irak, la derrota de los republicanos en las elecciones para el Congreso y la creciente presión de su más estrecho aliado, Gran Bretaña, obligan al Presidente norteamericano a reorientar su política en el Próximo Oriente. A Bush no le queda otra opción que incluir a Irán en la búsqueda de soluciones.
Pero para Irán, un caos en Irak tiene aspectos positivos, porque mantiene ocupados a los norteamericanos. A largo plazo, Teherán aspira a fortalecer la influencia chií en Irak, para aumentar su influencia y expandir su ideología.
Intereses convergentes
Por otro lado, se corresponde también con los intereses de los mullahs ayudar a pacificar Irak, para posibilitar un retiro de las fuerzas norteamericanas. Simultáneamente Irán tendría una frontera occidental relativamente tranquila y no se hallaría en medio de una pinza porque la súper potencia está presente militarmente también en Afganistán.
Mientras tanto, Irán continúa con el póquer nuclear. El presidente iraní, Amadineyad, anunció que Irán planea acelerar el enriquecimiento de uranio en su planta de Natán en los próximos meses y que hasta marzo entrarán en funciones con ese fin unas 3000 centrífugas.
A largo plazo, según el Presidente iraní, serán instaladas hasta 60.000 centrífugas para "el uso comercial del enriquecimiento de uranio". Hasta ahora funcionan en Natán, de acuerdo con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), sólo dos cascadas con 164 centrífugas cada una y que prácticamente no se usan para el enriquecimiento de uranio.
En vista de la compleja situación y los diversos intereses en juego, las perspectivas para un diálogo estadounidense-iraní no están destinadas al fracaso de antemano. Ya en marzo pasado, Irán ofreció conversar con EE. UU. en relación con la inestable situación en Irak. Pero Bush no aceptó la oferta, porque Teherán se mantuvo en una posición dura en el conflicto nuclear y se opuso a vastos controles del programa nuclear iraní. Y poco antes, Amadineyad había amenazado nuevamente con destruir a Israel.
Un alto precio
Ahora comienza un segundo intento. Para llegar a un éxito, EE. UU. e Israel deberán pagar seguramente un alto precio. Es poco probable que Teherán acepte tratar la situación en Irak, el enriquecimiento de uranio y el apoyo de Teherán a Hisbolá en el Líbano en un mismo paquete.
Sin embargo, Irán ya ha probado que está dispuesto al diálogo cuando se corresponde con sus intereses. Para deshacerse de su archienemigo Saddan Hussein, los mullahs apoyaron la invasión norteamericana en Irak. Saddam no está más y Teherán quiere ahora sacar a EE. UU. de la región y transformarse en la indiscutible potencia regional.
EE. UU. está hoy obligado a no ver más a Irán como un foco del terrorismo internacional. Y probablemente no podrá impedir que Irán a largo plazo acceda a la bomba atómica. En todo caso, en el Próximo Oriente se ha abierto una nueva ronda y los jugadores comienzan a hacer sus apuestas.