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"La pandemia nos muestra el lado oscuro de la globalización"

3 de junio de 2020

El nuevo libro del politólogo búlgaro Ivan Krastev, titulado"¿Ya es mañana?", describe las lecciones que Europa debería extraer de la crisis del coronavirus. DW lo entrevistó.

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El politólogo búlgaro Ivan Krastev.
El politólogo búlgaro Ivan Krastev.Imagen: DW

Deutsche Welle: Señor Krastev, su nuevo libro, titulado "¿Ya es mañana?", se publicará pronto en 19 idiomas. En él describe usted siete paradojas de la pandemia de coronavirus, pero, en última instancia, el libro trata sobre el futuro de la globalización. La primera paradoja podría describirse de la siguiente manera: el virus es producto de la globalización y, al mismo tiempo, el virus impulsa la globalización. ¿Cómo puede explicar esto?

Ivan Krastev: Para mí, el mayor descubrimiento personal es que observamos una gran crisis con muchos rostros, cuyos movimientos van en direcciones muy distintas. Por ejemplo, la pandemia muestra con mucha claridad el lado oscuro de la globalización. La interdependencia, la interdependencia económica, ya no será vista solo como fuente de seguridad, sino también como motivo de inseguridad. Por ejemplo, constatamos que dependemos totalmente de productos médicos que vienen del otro lado del mundo. Y que no podemos estar seguros de que vamos a recibirlos en un momento de crisis.

Al mismo tiempo, hemos descubierto que un virus que procede del otro lado del mundo puede cambiarnos la vida a todos. Ese es el lado oscuro de la globalización. A su vez, la mentalidad de cada uno de nosotros experimenta una globalización. De repente, comenzamos a vivir en un mundo común. Imagínense a alguien que no habla ningún idioma extranjero y que vive en una ciudad pequeña o en un pueblo. Esa persona puede ver distintos canales de televisión y escuchar muchas lenguas de las cuales no entiende una sola palabra, pero sabe perfectamente de qué tratan las noticias en cada uno de los idiomas, porque ahora el mundo habla solo de una cosa. Hemos comenzado a vivir en un mundo de comparaciones globales. Hasta ahora, la gente comparaba lo que hacía su Gobierno y lo que sucedía en otros países. Esta apertura de la mentalidad, precisamente en un momento en el que cerrábamos la puerta y nos distanciábamos socialmente, es una paradoja que me atrae mucho.

Un parque en Estocolmo: la gente apenas observa la distancia de seguridad.
Un parque en Estocolmo: la gente apenas observa la distancia de seguridad.Imagen: Imago Images/H. Montgomery

En su nuevo libro, observa usted que, en tiempos de incertidumbre económica, posiblemente los europeos se dan cuenta de que el nacionalismo no es económicamente sostenible. Suecia ha escogido su propio camino en la gestión de la pandemia, pero ahora se ve confrontada con las mismas dificultades económicas que el resto de Europa. ¿Jugará la UE un papel más prominente en la gestión de la próxima crisis financiera que el que ha jugado en la lucha contra el propio virus?

Seguro que sí. Y, básicamente, una buena prueba de ello es la propuesta hecha por Merkel y Macron. Suecia es realmente un ejemplo clásico de que, sea cual sea la decisión que tome un gobierno, lo que suceda con su economía dependerá siempre de las decisiones de otros gobiernos. Suecia ha decidido no paralizar su economía con la esperanza de limitar los costes económicos de la crisis. Los suecos no la paralizan, pero otros países sí. Por ese motivo, los camiones que normalmente se fabrican en fábricas suecas de Volvo no pueden hacerse, porque se necesitan piezas procedentes de otros lugares de Europa o del mundo que no llegan.

Al final, se encontrarán sumidos en una situación en la que el bajón económico de este año será más profundo en Suecia que en otros países como Austria y Polonia, cuyas economías quedaron completamente paralizadas. Los países europeos, incluso Alemania y Francia, son demasiado pequeños como para poder ser económicamente proteccionistas, si se diera caso de que el mundo realmente se mueve en dirección hacia el proteccionismo, si tras la globalización llegara una regionalización y, hasta cierto punto, una desglobalización.

Usted cuestiona la afirmación de que los regímenes autoritarios gestionan mejor la pandemia que los gobiernos libremente elegidos e identifica dos factores principales para la lucha contra la pandemia. ¿Cuáles son?

Al principio de la crisis, lo más sensato parecía aceptar que los regímenes autoritarios podían manejar la situación mejor que los democráticos. Lo que en realidad hemos visto es que sucede completamente lo contrario: algunos regímenes autoritarios han gestionado bien la crisis y otros no. Así que la naturaleza del régimen político no ha sido el factor decisivo, sino que hay tres elementos más a tomar en cuenta. El primero es la confianza básica de la población: no se puede detener a las personas y pensar que así se gestiona la crisis. La gente debe empezar a lavarse las manos y para ello se necesita un cierto punto de confianza para reaccionar a los mensajes del Gobierno. En una sociedad con un grado elevado de confianza, como sucede en Alemania y, para ser honestos, también China, algunas directrices para el manejo de la pandemia han funcionado bien. En países como Irán, ser autoritario no ayudó realmente a conseguir la reacción que deseaban los gobernantes.

El segundo elemento viene dado, naturalmente, por los recursos de los Estados. No solo por cuánto dinero se invirtió en el sector de la salud, sino también por cómo el país es capaz de organizarse y reorganizarse, y cómo comunica. El tercer elemento tiene que ver con la experiencia de los países en manejar epidemias locales. No es casualidad que algunos de los países asiáticos, como Hong Kong, China y Singapur, con tipos de gobiernos muy distintos, reaccionaron desde el principio de forma bastante efectiva, ya que tienen experiencias previas de hace diez o quince años con crisis muy similares, y por eso tienen muchos más tapabocas que otros países.

(ms/vt)

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