La generosa cosecha de los jardines interculturales
21 de agosto de 2011Escondido en medio de la ciudad de Bremen, un rincón del barrio de Walle vuelve a florecer en manos de un entusiasta grupo multicultural. Veinte participantes de distintas nacionalidades (alemanes y también inmigrantes de Irán, la India, Colombia, Vietnam y Argelia, entre otros) tienen aquí su Jardín Internacional.
Hace cinco años, Dorothea Becker –profesora de alemán en la Volkshochschule de Bremen- comenzó este proyecto junto a otros colaboradores. “He escuchado mucho decir a los extranjeros que no tienen contacto con los alemanes, o muy poco, y pensé que éste es un lugar ideal para reunirse”, cuenta.
Si bien hay proyectos en que inmigrantes y alemanes se juntan, como los cafés, cree que es importante que trabajen juntos en algo que los entretiene o representa un hobby. “El trabajo en el jardín al aire libre, con personas de distintas nacionalidades en un proyecto comunitario, es una combinación ideal”, explica Dorothea Becker.
La ciudad les arrienda el terreno de 2.000 metros cuadrados, donde hay una pequeña casa y una bomba eléctrica para sacar agua para el riego. Hace unos años el lugar estaba lleno de maleza y zarzamora. Con la ayuda de donaciones pudieron despejarlo y en abril comenzaron a sembrar. Hoy ya cosechan calabazas, frijoles, pepinos, coles y flores.
Integración real
Todo se hace en forma orgánica, sin fertilizantes ni pesticidas. Cada uno trabaja una pequeña porción de terreno de manera individual o en grupo. Algunos hablan muy poco alemán, pero todos se comunican perfectamente. En el jardín comparten unas horas de trabajo en un ambiente relajado en el que todos son bienvenidos. Para quienes no tienen jardín en casa o simplemente buscan un espacio de encuentro, es una gran oportunidad. Algunos tienen plantas típicas de sus países, vegetales para el consumo o flores decorativas. Frijoles de Irán y maíz americano crecen cerca de la tradicional col verde del norte de Alemania.
“Nos sentimos solos, no tenemos trabajo, pero en el jardín todo lo olvidamos”, comentan algunos. Ésta es una forma de echar raíces, cultivar un nuevo futuro y también -a través de plantas de la patria-, conservar una parte importante de la propia cultura.
Aquí hay espacio para subproyectos, como el trabajo educativo con niños, o el jardín de las mujeres del curso de alemán. La colombiana Janneth Pachón y otros participantes crearán una espiral de hierbas medicinales con la técnica de terrazas. “Ninguno es un jardinero profesional. Éste es un lugar para distraerse, encontrarse con otras personas y pasarlo bien”, dice Janneth.
Jardines pioneros
La idea de los jardines interculturales nació en la ciudad alemana de Göttingen en 1995. Un grupo de mujeres bosnias sintió la necesidad de hacer algo más que simplemente reunirse. Habían perdido su tierra, extrañaban sus jardines y pensaron volver a tenerlos en Alemania.
El proyecto se difundió rápidamente por otras ciudades y por Europa. La premiada asociación alemana Stiftung Interkultur, dedicada a este tema desde 2003, registra actualmente en su Red Intercultural de Jardines, 112 jardines en 15 estados federados y otros 68 proyectos en marcha.
Además del intercambio entre personas de distintas culturas, edades y situación social, los jardines son un aporte para el consumo familiar y un pulmón verde para la ciudad. Se trabaja en forma cooperativa y colectiva y al mismo tiempo cada uno cultiva su propio trozo de tierra. “Muchos tienen buen conocimiento de la agricultura y en el caso de desempleados ganan no solamente verduras y frutas, sino tambien respeto. La cosecha les da la posibilidad de ser generosos y soberanos, una premisa fundamental para encontrarse con otros como iguales”, explica Christa Müller, directora de Stiftung Interkultur.
“Los jardines interculturales ofrecen a los inmigrantes la posibilidad de sentirse una persona que puede dar, no sólo recibir, y de sentirse también productivo, de poder cooperar con la naturaleza –explica-. En el jardín comunitario uno se puede arraigar de nuevo, es decir que las plantas nos activan la memoria. Su olor y su sabor nos ponen en contacto con nuestra propia historia y a la vez con los otros jardineros. Los seres humanos, migrantes o no migrantes, necesitamos el contacto con la naturaleza, sobre todo si habitamos en ciudades grandes, porque las plantas nos conectan con lo que vive dentro de nosotros”.
Autor: Victoria Dannemann
Editora: Claudia Herrera Pahl