Joachim Gauck, el favorito
16 de marzo de 2012Este domingo (18.3.2012) será elegido el presidente de Alemania. Si la ceremonia transcurre como ha sido planeada, los miembros de la Asamblea Federal –el órgano constitucional encargado de nombrar al jefe de Estado– podrán abandonar el Reichstag tras sólo dos horas de sesión y disfrutar del día soleado que los meteorólogos han pronosticado para el fin de semana. El lector desprevenido se preguntará a qué se debe tanta rapidez y cualquier alemán le contestará, con un dejo de ironía: “estas elecciones se han vuelto una rutina”.
Y es que la del 18 de mazo será la tercera elección presidencial en apenas tres años. Oficialmente, está contemplado que el jefe de Estado ejerza su cargo durante cinco años o una década entera, si las instancias pertinentes aprueban la extensión de su mandato. Pero el último presidente federal, Christian Wulff (2010-2012), renunció al puesto 598 días después de haberlo asumido. La fiscalía de Hannnover pidió el levantamiento de su inmunidad para investigar posibles delitos cometidos durante su gestión como ministro presidente de Baja Sajonia.
Su predecesor, Horst Köhler, dimitió inesperadamente un año y una semana después de haber sido reelegido, el 31 de mayo de 2010. El motivo: la controversia generada por declaraciones en las que sugería que las operaciones del ejército alemán en Afganistán también tenían una dimensión económica, aludiendo a los intereses comerciales de Berlín. Köhler fue elegido presidente federal el 23 de mayo de 2004 y su mandato se vio prolongado en 2009. De ahí que muchos alemanes estén cruzando los dedos para que el nuevo presidente dure un poco más.
La ceremonia del millón de euros
La prensa ha hecho hincapié en que, aparte de la “devaluación política” del cargo que estas abdicaciones han traído consigo, cada nueva ceremonia de elección presidencial le cuesta a los contribuyentes cerca de un millón de euros. Las 620 butacas de la sala plenaria del Parlamento deben ser desmontadas y sustituidas por sillas metálicas más pequeñas para que, además de los diputados, también los representantes de los dieciséis Estados federados –otras 620 personas– y unos noventa delegados suplentes tomen asiento durante la votación.
El número de delegados que un Estado puede enviar al evento para que lo represente está determinado por la cantidad de habitantes del Estado federado en cuestión: el más poblado del país, Renania del Norte-Westfalia, envía a unas 133 personas y el de menor peso demográfico, Bremen, a unos cinco. Este y otros detalles son controlados minuciosamente cuando se reúne la Asamblea Federal. No obstante, este año han surgido problemas de protocolo inusuales y, a pocos días de la ceremonia, éstos no han sido resueltos.
Por ejemplo: ¿dónde debería sentarse Joachim Gauck? Su contrincante, Beate Klarsfeld, tomará asiento entre los miembros del partido que la nominó para la presidencia federal, La Izquierda. Pero la candidatura de Gauck es apoyada por la Unión Demócrata Cristiana (CDU), la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU), el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), Los Verdes y el Partido Liberal (FDP); ¿deberá decidirse por una de estas fracciones? ¿Terminará sentado al lado de la canciller, Angela Merkel, que hizo lo posible para que él no ganara en 2010?
Problemas protocolares
Como Gauck no es miembro de la Asamblea Federal, es probable que tome asiento en la tribuna de los visitantes; es ahí donde se sentará Olaf Rose, candidato del controvertido Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NPD). Lo que nadie sabe es dónde se sentarán los tres delegados de este grupo de ultraderecha: la CDU y Los Verdes –entre cuyos delegados figurarán familiares de las víctimas del grupo terrorista Clandestinidad Nacionalsocialista– rechazaron de antemano cualquier organización de puestos que los ubicara cerca del NPD.
La presencia del NPD en la Asamblea Federal ha llevado a considerar la posibilidad de prescindir de las presentaciones de los candidatos a la jefatura del Estado. De esa manera se evitaría darle tribuna al nominado de la extrema derecha. A estas alturas, las hojas de vida de los otros dos aspirantes al cargo, Gauck y Klarsfeld, son bastante conocidas. Entre ellos, el favorito es Gauck, quien fue nominado a la presidencia del país por segunda vez el pasado 19 de febrero.
“Con el otrora defensor de los derechos humanos de la República Democrática Alemana conseguiremos devolverle a la política la credibilidad que pueda haber perdido”. Así describió a Gauck el presidente del Partido Liberal, Philipp Rösler, el personaje que presionó a Merkel para que aceptara su nominación: el FDP amenazó con disolver la coalición política que apuntala su Gobierno si la mujer fuerte de Berlín no respaldaba la candidatura de Gauck.
Autores: Kay-Alexander Scholz / Evan Romero-Castillo
Editora: Claudia Herrera Pahl