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Juan Pablo II y los alemanes

2 de abril de 2005

El Papa proyectaba hacer su único viaje de este año a Alemania, para el Encuentro Mundial de la Juventud. Habría sido su cuarta visita a este país, donde no sólo recibió aplausos sino también críticas.

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Juan Pablo II a su llegada a Alemania en 1980.Imagen: dpa


La invasión de Polonia por parte de los alemanes en 1933 marcó hondamente a Karol Wojtyla. Nacido el 18 de mayo de 1920, vio estallar la II Guerra Mundial a los 19 años. La situación lo forzó a acudir al seminario sacerdotal en la clandestinidad. Juan Pablo II no reprimió sus recuerdos del terror sembrado por los nazis, sino que quiso compartirlos con aquellos que no vivieron semejante experiencia. No obstante no guardó rencores hacia la nación que desató la guerra.

Berlín unificado

El Papa visitó Alemania en tres oportunidades y compartió con la ciudadanía la alegría por la reunificación del país. En junio de 1996 recorrió Berlín con el entonces canciller, Helmut Kohl, y atravesó la puerta de Brandeburgo, en la antigua frontera entre ambas Alemanias. “La puerta de Brandeburgo, cerrada, era un símbolo de la división. Cuando por fin se abrió pasó a ser un símbolo de unidad. (...) De este modo, se puede decir con razón: la puerta de Brandeburgo se ha convertido en la Puerta de la Libertad”.

Papst Johannes Paul II ist gestorben
El Papa, en una imagen de 1995.Imagen: AP

Juan Pablo II hizo también su aporte al fin de la Guerra Fría y la caída de la Cortina de Hierro. Desde ya por el sólo hecho de haber sido un cardenal del bloque oriental que fue elegido como sumo pontífice de la Iglesia Católica. Pero no sólo por eso. En consecuencia, el pueblo alemán le debe mucho.

Puntos de fricción

Desde el punto de vista del Vaticano, podría ser que los alemanes parecieran un tanto desagradecidos. No sólo muchos protestantes germanos, sino también algunos católicos, no comulgan con algunas tradiciones de la Iglesia que les parecen obsoletas y que no han sido reformadas. Entre ellas se cuenta la moral sexual, que en especial muchos jóvenes alemanes consideran excesivamente conservadoras.

Entre los alemanes y el Vaticano ha habido algunos malentendidos o, al menos, cierta falta de comprensión. El conservador cardenal de Colonia, Joachim Meisner, lo formuló así: “En muchas naciones del mundo se ha percibido con gratitud la fuerza profética del Papa y se la ha apreciado. Las naciones de lengua alemana, desgraciadamente, son una excepción.”

Visión conservadora

En el país de Lutero, muchos católicos no siguieron al Papa cuando hacía extensivo su rechazo por principio a la violencia -que en lo tocante a la guerra contra Irak le valió nutridos aplausos- también a la violencia contra los embriones. Para Juan Pablo II, la defensa de la vida no sólo se aplicaba a la población civil de Bagdad, sino también a la vida de los que aún no han nacido. En eso fue siempre consecuente; demasiado consecuente, a juicio de quienes piensan que la Iglesia no debería haberse negado a seguir participando en la asesoría estatal a las mujeres que piensan en abortar.

Por otra parte, durante el pontificado de Juan Pablo II se prohibió enseñar a tras destacados profesores alemanes de teología, de postura liberal: Hans Küng, Uta Ranke-Heinemann y Eugen Drewermann. Al mismo tiempo, hay alemanes en destacados puestos de la Iglesia: el cardenal conservador Joseph Ratzinger dirige la Congregación para la Doctrina de la Fe y el cardenal Walter Kasper, considerado menos rígido, el Consejo para el Fomento de la Unidad de los Cristianos. Además nunca hubo tantos “papables” alemanes como en el cónclave que ahora habrá de decidir sobre la sucesión de Juan Pablo II.