Jóvenes palestinos e israelíes, más desesperados que nunca
11 de octubre de 2015
Con los enfrentamientos por el uso de la Explanada de las Mezquitas y los hechos de violencia en la Franja de Gaza de las últimas jornadas, se incrementa el temor a que un nuevo conflicto entre palestinos e israelíes se esté gestando, apenas un año después de la ofensiva militar de Israel sobre la franja. Y, aunque muchos están preocupados por la violencia en sí misma, también hay ansiedad acerca de las potenciales consecuencias de un nuevo conflicto.
“Esto tiene menos que ver con el temor de ser herido físicamente y más sobre la escalada, el odio y la intolerancia”, dice Shay Laadan, una estudiante de 31 años que vive en la ciudad de Beersheba, ubicada al sur de Israel. “Recuerdo qué sucedió durante la operación 'Margen Protector' y los ataques personales que recibí por expresar ideas tachadas de izquierdistas”, añade. “Me encontré con mensajes en Facebook realizados por israelíes, donde deseaban que las mujeres fueran violadas por sus opiniones o llamando a asesinar niños ¡Me sentí impotente!”.
Laadan dice saber de gente que ha recibido amenazas por escribir comentarios condenando la violencia en general y alude como ejemplo a los recientes ataques de venganza cometidos por israelíes y palestinos en la Ciudad Vieja de Jerusalén. Ella, como muchos otros, está preocupada del futuro de ambos pueblos si no se encuentra una solución.
Sensación de inseguridad
En las últimas semanas, los choques entre palestinos e israelíes se han agudizado. Las tensiones se dispararon en Cisjordania después de que una pareja judía fuera asesinada en su auto en el norte de la región. A raíz de este crimen, cientos de soldados de Israel fueron enviados a la región para realizar una cacería de presuntos terroristas y mantener el orden, además de lanzar ataques de venganza contra los palestinos.
La violencia se ha extendido también a la Franja de Gaza, donde cientos de palestinos marcharon hacia la valla de seguridad en torno al kibutz Nahal Oz en solidaridad con los residentes de Cisjordania, el pasado viernes 9 de octubre. Siete residentes de la franja fueron asesinados y otros sesenta resultaron heridos.
Aunque el Gobierno y los líderes militares israelíes tratan de tranquilizar a sus compatriotas, asegurándoles que la situación en Cisjordania dista de ser una tercera intifada, mucha gente en Israel así como en Palestina tiene una opinión distinta. “Cada vez que salgo de casa me siento inseguro”, dice Ori Padael, una profesora de 27 años de Talmei Elezar, una pequeña comunidad israelí ubicada a 10 kilómetros de Cisjordania. “Vivo muy cerca de varias villas árabes. Hoy fui a un centro comercial y volteaba cada pocos segundos para ver quién caminaba detrás de mí”, añade.
Otros dicen que es lo repentino y aparentemente aleatorio de los ataques lo que los atemoriza. “El hecho de que todos los atentados son acuchillamientos espontáneos crea una enorme sensación de inseguridad”, dice Eilit Rozin, un estudiante de 23 años de Tel Aviv.
Esperanza perdida
Oficiales del Ejército y del servicio secreto israelí ven en los recientes acontecimientos un lado positivo: que a diferencia de la intifada del año 2000, la Autoridad Nacional Palestina no está alentando el terror; de hecho, sus instrucciones a las fuerzas de seguridad para frenar la violencia son evidentes. Esto, sin embargo, no disipa el desasosiego generalizado. Los hechos recientes son quizás una escalada peligrosa, pero, con mucho, constituyen apenas una pequeña ola de violencia en una guerra que nunca termina.
Nareman Mruwat, una profesora de 36 de Nazareth, recuerda un ataque del que fue víctima hace trece años por parte de un soldado israelí. “Tomé el bus de Nazareth a Haifa, donde estaba estudiando. Me bajé del bus y empecé a caminar, cuando vi que un soldado me empezó a seguir murmurando 'muerte a los árabes'. Me lanzó al suelo y me apuntó con su arma en la cabeza”, rememora.
Mruwat le dijo al soldado que tenía un bebé, que su hija de ocho meses crecería sin su madre si él la mataba y que ella no era la responsable del conflicto. “Miré al soldado a los ojos y le dije que quería tener la oportunidad de abrazar, besar y criar a mi hija”, recuerda. “Así, como de golpe, vi un rastro de humanidad en su mirada. Le cayó una lágrima y me dijo ‘vete, no quiero convertirme en un asesino’ ”, cuenta Mruwat.
En estos tiempos parece haber menos compasión. En las calles de Jerusalén, activistas de extrema derecha se manifestaron el 8 de octubre contra lo que llaman “inacción gubernamental”, cantando “muerte a los árabes” y “Estado policial”. Los manifestantes hablaban con gente al azar y si éstos tenían acento árabe, los atacaban. A ambos lados del conflicto la gente ha visto con espanto cómo la violencia descarnada se apodera de un lado y otro.
Los medios de comunicación ya ni se molestan en mencionar los incidentes menores. Un trabajador de la construcción palestino fue herido levemente al ser acuchillado por un israelí; un panadero ultraortodoxo despidió a todos sus empleados árabes...
Este año marca el 25º aniversario de las protestas de 1990 en la Explanada de las Mezquitas, que dejaron cerca de veinte palestinos muertos y más de 150 heridos. Hoy, como hace un cuarto de siglo, existe una enorme brecha entre cómo los israelíes y palestinos perciben los hechos que los rodean. Pero, entonces, la gente aún mantenía la esperanza de que podía haber una solución permanente y positiva al conflicto.