Activista climática con una visión baja en carbono
6 de marzo de 2018Para Kim Cobb, 2017 fue un año decisivo en la lucha contra el cambio climático. Como investigadora del Instituto de Tecnología de Georgia (Georgia Tech University, en inglés), en los Estados Unidos, decidió dar los primeros pasos para reducir su huella de carbono. No sólo en el trabajo, sino también en su vida privada.
"Pensé que ya estaba haciendo lo suficiente por ser climatóloga durante 14 años”, cuenta Cobb a DW. No obstante, con la elección de Donald Trump, como Presidente de EE.UU., sus sentimientos cambiaron drásticamente. "Recibí la noticia en mi lugar de investigación en el Pacífico. Estábamos examinando un arrecife de coral, que acababa de ser víctima del calentamiento global. El resultado de las elecciones fue una conmoción para nosotros y creo que causó una profunda impresión en quienes trabajamos en el estudio del clima y en políticas climáticas. Para mí personalmente fue el comienzo de una profunda depresión de dos meses”, explica.
Trump ha rechazado repetidamente el cambio climático como un engaño. Para Cobb, su elección hizo que todo su esfuerzo y trabajo parecieran "insuficientes”. "Cuando regresé de la expedición, tuve la sensación de que la mayor parte de EE.UU. simplemente seguía adelante, pero tuve problemas para levantarme de la cama durante dos meses. Procuraba aferrarme a cualquier cosa para seguir adelante”, aclara.
El punto de inflexión llegó el día de año nuevo de 2017, coincidiendo con el cumpleaños de sus hijas gemelas. El reencuentro con la familia, los colegas y la comunidad fue la motivación que necesitaba para dar un paso más en cuanto al calentamiento global a nivel personal y profesional.
"Tenía claro que la política nacional, al menos a corto plazo, no se iba a ocupar de la inacción de su propia huella de carbono”, comenta.
Desde principios de 2017, en lugar de usar el automóvil, Cobb y sus hijas caminan una milla (1,6 kilómetros) para ir a la escuela, y ella va en bicicleta al trabajo 3 millas (8,83 kilómetros). Igualmente, convenció a su esposo para reducir el uso del auto, al menos a la mitad del tiempo. "También empecé a usar productos de higiene reutilizables, como la copa menstrual, ya que la menstruación es un gran negocio para el carbono. Hemos reemplazado todas nuestras luces por lámparas LED, no sólo en nuestra casa, sino también en la casa de mi hermana y de mis padres. Además, hemos cambiado a energías renovables al cien por cien, que sólo cuestan un céntimo más por kilovatio hora”, explica.
Asimsimo, Cobb intenta compensar las emisiones de carbono de todos sus viajes aéreos, que ascienden a varios miles de dólares haciendo una donación a "Trees Atlanta”, una organización sin ánimo de lucro que conserva y expande el bosque urbano de la ciudad estadounidense. Desde enero de 2018, su familia se alimenta principalmente de forma vegetariana, ahorrando así varias toneladas de emisiones de CO2.
Según Cobb hay maneras efectivas e indirectas de dirigir a la sociedad hacia una disminución colectiva de los gases de efecto invernadero, que es necesaria para evitar el catastrófico calentamiento global. "Como climatóloga, con cierta visión de futuro, te preguntas si estás haciendo todo lo posible para inspirar a tus amigos, familiares y público en general a reducir su huella”, reflexiona.
"Tenemos que hablar sobre las soluciones al cambio climático, en lugar de seguir quejándonos sobre el problema. La gente necesita ver una salida y sentir que sus acciones importan”, explica Cobb. "Necesitan inspiración, liderazgo y un sentido de acción colectiva. Y los científicos pueden jugar un papel clave en la construcción de ese impulso”, concluye.