Nikos Dimou: "La desgracia de ser griego"
31 de marzo de 2012A Nikos Dimou lo han acusado de “antigriego” tantas veces como halagado por su sentido para la ironía. En “La desgracia de ser griego” le pasó factura filosófica a sus compatriotas hace ya casi cuatro décadas. Ahora, las tesis plasmadas en este libro parecen más actuales que nunca, y al análisis de Dimou se recurre con frecuencia en la búsqueda de las raíces de los problemas que achacan al país sur europeo. También Deutsche Welle le preguntó por la crisis, entre otros asuntos.
Deutsche Welle: ¿Por qué considera usted una desgracia ser griego?
Nikos Dimou: Los griegos tienen un gran problema de identidad. Cuando Grecia se liberó de la dominación otomana en 1830, el 90% de los griegos eran campesinos. Una burguesía al estilo de la surgida en Europa occidental no se había desarrollado en Grecia.
Nosotros no tuvimos ni Renacimiento ni Ilustración ni reforma eclesiástica. Todos estos acontecimientos que sentaron los cimientos de la Europa moderna no se dieron en nuestro país. Los griegos se tuvieron que poner al día rápidamente en muchas cosas. Al mismo tiempo, les hicieron creer que eran mejores que el resto de los europeos: los divinos hijos de la mayor civilización sobre la faz de la Tierra. Todavía hoy muchos griegos se sienten orgullosos de ser los descendientes de Aristóteles y Platón. Pero esto es deprimente. Es como ser el hijo de un premio Nobel que no ha conseguido llegar muy lejos en la vida y se le compara constantemente con su padre.
¿Existe relación entre ese problema de identidad del que habla y la actual crisis económica?
Sí, por supuesto. En mi opinión, el problema de identidad forma parte fundamental del alma griega. Con Europa mantenemos una relación de amor-odio. Envidiamos a países como Alemania o Francia y nos gustaría ser como ellos. Pero, al mismo tiempo, no nos fiamos de Occidente. Tendemos a exportar las razones de nuestros problemas y a autoconvencernos de que son malvadas fuerzas extranjeras las responsables de todo lo malo. Dentro de esto se enmarca el recurso a Angela Merkel como cabeza de turco en la actual crisis griega. A esta desconfianza hacia Occidente también ha contribuido la Iglesia ortodoxa griega, que ha predicado durante siglos contra los ‘herejes occidentales’.
¿Cuánta influencia social tiene hoy por hoy la Iglesia ortodoxa griega?
Todavía mucha. Siempre que el Estado ha querido emprender reformas que a la Iglesia no le han gustado, la Iglesia ha acabado ganando la batalla. Yo creo que la Iglesia ortodoxa griega es tan rica que podría liquidar en dos días las deudas del país. Y me parece un error absoluto que reciba dinero de todos los contribuyentes, independientemente de que sean ciudadanos creyentes o no. La mayoría de mis compatriotas sólo va a la iglesia en Navidad y en Semana Santa. La religión ortodoxa es para nosotros más una tradición, un pedazo de identidad cultural.
¿Se esperaba usted una crisis como la que está viviendo en estos momentos Grecia?
Sí, que algo así iba a pasar lo predije ya hace mucho tiempo. Los griegos gastábamos cada vez más dinero, contratábamos cada vez a más funcionarios e incluso celebramos los Juegos Olímpicos. Este comportamiento me recuerda al de las familias pobres que se endeudan hasta el resto de sus días para organizar las bodas de sus hijas. Aquellas Olimpiadas no nos las podíamos permitir. Y lo peor es que se hicieron a la griega. Estaba planeado que costasen dos millones de dracmas y al final fueron diez veces más. Los preparativos avanzaron demasiado lento los primeros años y de pronto quedaban sólo seis meses. Había que darse prisa, así que hubo que invertir diez veces más para que todo estuviera listo a tiempo.
¿En qué situación cree que estará Grecia dentro de diez años?
La humanidad seguirá avanzando, Europa superará la crisis económica. Pero yo no creo que siga en este mundo cuando eso pase. Tengo 77 años y aunque viviera aún 10 años o más, dudo que vea el final de esta crisis. La crisis va a mantener en vilo a Europa durante mucho tiempo.