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La disculpa de Wulff

23 de diciembre de 2011

El presidente federal de Alemania hizo sus primeras declaraciones sobre las acusaciones de las que ha sido objeto . Si no surge información que lo incrimine, el asunto debería cerrarse, opina Peter Stützle.

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Las reglas de la Iglesia católica establecen que nadie puede ser canonizado en vida. De ahí que sea difícil hallar a un santo para ocupar la presidencia federal de Alemania o cualquier otro cargo público. Casi todo el mundo esconde cosas que no quisiera que los demás sepan. Eso incluye a los funcionarios públicos.

Deutsche Welle Peter Stützle
Peter Stützle, comentarista de Deutsche Welle.Imagen: DW

No obstante, un jefe de Estado debe ser digno de confianza. Y ahora ha salido algo a la luz relacionado con el presidente federal, Christian Wulff, que menoscaba esa confianza. En la época en que era la máxima autoridad del Estado federado de Baja Sajonia, despistó al Parlamento regional con declaraciones incompletas.

La oposición le hizo preguntas sobre sus relaciones de negocios con un empresario determinado y sus compañías, y Wulff negó esos nexos. Lo que Wulff no mencionó fue que había recibido un préstamo privado de manos de la esposa del empresario en cuestión.

En términos jurídicos eso no es delito, pero “no todo lo que es jurídicamente aceptable es correcto”; eso lo dijo el propio Wulff en su más reciente alocución, ofrecida el jueves (22.12.2011). Al mismo tiempo, Wulff enfatizó que él nunca le garantizó “ventajas o beneficios inmerecidos a nadie”.

Y es con base en este argumento que la actuación de Wulff debe ser ponderada. En tanto no se determine que Wulff se dejó corromper por amigos ricos y poderosos, se le debería juzgar exclusivamente por su gestión como presidente federal. Atrás debería quedar su comportamiento previo, que no es ejemplar, sino meramente humano.

Editor: Enrique López