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La guerra diplomática

14 de marzo de 2003

La batalla diplomática de la Casa Blanca es dura. Estados Unidos no juega con las mismas cartas que en la anterior Guerra del Golfo Pérsico.

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Dos generaciones. Un enemigo común.Imagen: AP

Las diferencias entre el actual Conflicto del Golfo y el de hace una década son palpables. La comunidad internacional no ha conseguido llegar a una solución consensuada, a diferencia de lo ocurrido a comienzos de la década pasada.

La guerra justa

En Enero de 1991 se produjo el ataque estadounidense a Irak. No hubo prácticamente oposición, vetos, o problemas para obtener la autorización del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La comunidad internacional contaba con la legitimación cuatro semanas antes del comienzo de la guerra. Motivo: La ocupación iraquí de Kuwait. El régimen de Saddam Hussein había cometido delitos incluidos en la definición de crímenes contra la humanidad. La violenta ocupación de Kuwait dio la validez moral y política a la Guerra del Golfo. No fue necesario el juego de ajedrez diplomático, al que el presidente George W. Bush se ve obligado ahora para conseguir el apoyo necesario y actuar de acuerdo al derecho internacional.

En la Guerra de 1990-91 se empezó la jugada con jaque mate. Existían motivos claros -violaciones del derecho internacional- y había un culpable al que castigar. Exceptuando a Cuba y Yemen, únicos votos en contra en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y otros países como Jordania, la oposición a la intervención estadounidense fue prácticamente nula.

El eje del bien, 1990-91

Las negociaciones diplomáticas del Secretario de Estado norteamericano, James Baker, tuvieron un éxito hasta entonces desconocido. Llegó a formar una coalición de 32 países, entre los cuales se contaba incluso la Unión Soviética, que hasta entonces había apoyado abiertamente a Irak. Dejó claro desde el principio que Washington no quería ocupar Irak en beneficio propio. La toma de Irak habría impedido el proceso de paz en Oriente Medio, la conferencia de Madrid y el acuerdo de paz entre Jordania e Israel. La diplomacia de Bush padre, se convirtió en un auténtico juego de ajedrez.

Para defenderse, Irak trató de conseguir más aliados a través de pequeñas acciones simbólicas, pero de gran valor estratégico. Intentó gana respaldo en el mundo árabe, provocando a Israel para que entrase en el conflicto. Isaac Schamir no respondió a la provocación iraquí. Sólo Jordania y Yemen se opusieron a la intervención de los aliados. Las consecuencias fueron muy caras. EE.UU. negó a Jordania los 41 millones de dólares que le había asignado en concepto de ayuda para el desarrollo. El castigo de Yemen fue más duro. Primero se le negaron 70 millones de dólares destinados inicialmente a un programa de ayuda. Posteriormente EE.UU. presionó a Arabia Saudí, que apoyaba a la coalición, para que expulsase a alrededor de 80.000 trabajadores yemenís. Por otra parte, los países que se pusieron del lado de los aliados, fueron recompensados. Por ejemplo, Siria recibió armas a cambio de su cooperación y el permiso para seguir actuando libremente en Líbano.

Guerra y paz a base de cheques

En la actual crisis, la diplomacia y las negociaciones lideradas por la administración Bush para conseguir una resolución favorable del Consejo de Seguridad, se pueden resumir en "diplomacia de la chequera". Tras la negativa de Francia, Alemania y Rusia, Estados Unidos se vio en la cuerda floja. Ante la inseguridad que le plantea el rechazo de la ONU, se pasea con la chequera por los países miembros del Consejo de Seguridad y los que tienen importancia estratégica. Por ejemplo, el encargado de Africa del Ministerio de relaciones Exteriores de EE.UU., Walter Kansteiner, viajó a Guinea con un cheque de 29 millones de dólares en calidad de ayuda al desarrollo. Sin embargo esta "diplomacia de la chequera" no está teniendo el éxito esperado. En el Consejo de Seguridad, Guinea aparece todavía entre los países indecisos. También Turquía se ha echado atrás momentáneamente. El parlamento rechazó la entrada y establecimiento de tropas y armamento estadounidenses a pesar de la oferta de EE.UU.: más de 30.000 millones de dólares.

Según estos datos, la guerra cuenta cada vez más como negocio. Las estrategias empresariales, capaces de crear Holdings, para que el pez grande se coma al chico, amplían su campo de aplicación. La diplomacia internacional funciona según el saldo de la cuenta corriente. Si los votos de los organismos encargados de la seguridad mundial pueden ser comprados y vendidos, la legitimidad moral de la guerra también.