Un alemán adoptado halló a su madre biológica en Guatemala
5 de octubre de 2018El jeep corre por la carretera sinuosa en el altiplano de Guatemala. Carlos Haas está sentado en la parte trasera junto con su esposa, Juliane, y sus dos hijos, y durante su recorrido pasan por las majestuosas montañas de los Cuchumatanes. Carlos, sin embargo, no presta atención al paisaje. Tiene náuseas por las curvas. Y por la emoción. Una y otra vez le pregunta al conductor cuánto falta: "40 minutos”, le responde. 40 minutos para que Carlos regrese por primera vez a su tierra natal después de más de 30 años.
Carlos Haas tiene la nacionalidad alemana, aunque haya nacido en Guatemala en 1985. Cuenta con muy poca información sobre sus primeros meses de vida; recuerdos, no tiene ninguno. La adopción fue organizada por Rosa Elena Calderón, una abogada guatemalteca con muchos contactos en Alemania. Carlos tenía apenas cuatro meses cuando lo entregaron a sus papás adoptivos en Alemania. Su relación con ellos es muy cariñosa: "Cada vez que alguien me dice que son mis papás adoptivos, me irrita”, cuenta. "Para mí son simplemente mis papás”. Carlos pasó su infancia y juventud en la tranquila ciudad de Niedernberg, en el norte de Baviera. Tras graduarse del colegio secundario, decidió estudiar Historia en la Universidad de Heidelberg. Ahora vive con su esposa y sus dos hijos en Augsburgo, a una hora de Múnich, donde trabaja como historiador.
Cuando era adolescente empezó a interesarse más por su país natal y decidió aprender español. Al cumplir 20 años, conoció a un grupo de jóvenes guatemaltecos en la Jornada Mundial de la Juventud, en Colonia. Creó nuevos lazos con su país natal. Sin embargo, tuvieron que pasar diez años más hasta que pudo viajar por primera vez a Guatemala. Fue entonces que se dio cuenta de que no todas las adopciones de extranjeros fueron legales.
Historias de una Guatemala violenta
Carlos nació durante la época más sangrienta del conflicto armado interno en Guatemala. Bajo el régimen militar era muy fácil para los extranjeros obtener los papeles necesarios para adoptar a una niña o a un niño. Una red de militares, abogados y orfanatos establecieron un negocio muy lucrativo y ganaban mucho dinero con las adopciones. A los padres adoptivos les contaban una historia distinta: "El discurso era que a estos niños pobres les querían dar la oportunidad de un mejor futuro en Europa, y por ello tenían que hacer todo lo posible para que pudieran salir de Guatemala lo antes posible”, dice Carlos.
A los padres adoptivos de Carlos también les contaron esa historia. Ellos no sabían que algunos de los niños fueron dados en adopción, incluso sin el consentimiento de los padres biológicos. Más de 30 años después, Carlos quiere saber quién es su madre biológica. Muchas preguntas dan vuelta en su cabeza: ¿Lo dio en adopción por voluntad propia o se lo robaron a ella? Pero quizá la más crucial sea: ¿Está viva? Carlos empieza su búsqueda.
La búsqueda de Victoriana
El mejor aliado de Carlos es Marco Antonio Garavito. Garavito, a quien todo el mundo llama Maco, es el director de la Liga Guatemalteca de Higiene Mental, una organización que desde hace casi 20 años se dedica a la búsqueda de niños y niñas desaparecidos durante el conflicto armado interno en Guatemala. En más de 480 casos, la búsqueda ha sido exitosa. Carlos le ha enviado una copia del pasaporte guatemalteco que tenía cuando niño, el documento de adopción y unas pocas fotos de cuando era bebé. Estos documentos, cree Carlos, podrían ayudar a que Maco encuentre a su mamá. Le manda también una foto de sus manos. En los dedos meñiques hay un pequeño apéndice de un sexto dedo. Podría ser un indicio importante, ya que también su hijo Valentín tiene un sexto dedo. Tal vez su madre biológica se lo haya heredado a él, tal como él se lo heredó a su hijo.
El primer correo desde Guatemala fue decepcionante. Maco le escribió a Carlos que iba a ser muy difícil encontrar a su máma, tal vez imposible. Durante semanas no recibió más noticias. Sin embargo, Maco ya había empezado su búsqueda. A través de sus contactos en la posible ciudad natal de Carlos, Maco encontró a una mujer, llamada Victoriana, que podría ser la que estaba buscando. Para asegurarse de si era ella, mandó a Pedro, un colaborador de la organización desde hace muchos años, a la región, para encontrarse con la mujer. Y le pide que fuera muy observador al mirarle las manos.
Pedro la abordó y le dijo que buscaba a la señora Victoriana. "Victoriana lo aceptó, pero tenía mucho miedo porque su actual marido no sabe de la adopción”, recuerda Maco. Pedro decidió llevarla a una calle más privada y le dijo que no se preocupase, que sólo quería decirle que su hijo está vivo, que vive en Alemania y que, si quería saber de él, se pusiera en contacto con Maco. Después del encuentro, Pedro le informó a Maco que la señora efectivamente tenía un sexto dedo.
Pasaron solo pocos días hasta que Victoriana llamó a Maco. Hace 32 años, le contó, dio en adopción a un niño por razones económicas. Si fuera su hijo, Carlos, no habría llegado a Alemania de manera forzosa, aunque su adopción sí había sido manejada por la misma red que la de los niños robados. Maco estaba convencido de que había encontrado a la persona correcta y le escribió a Carlos un largo correo: "Hola, Carlos, un abrazo fraterno para vos, espero que todo esté bien en tu vida. Buenas noticias: hemos logrado localizar a tu mamá biológica”, le dijo.
La primera reacción de Carlos fue de conmoción. Leyó el correo una y otra vez, sin poder creerlo. ¿Podría no ser cierto? Después, se tranquilizó: pensó en el sexto dedo, en la experiencia de Maco en estos casos. ¿Qué puede salir mal en un caso como este? A su mamá biológica le escribió un correo en español, diciéndole que no le hace ningún reproche. Habló también con sus padres adoptivos, que estaban igual de sorprendidos que él y se alegraron por Carlos. Ahora, también sabe que no nació en Ciudad de Guatemala, tal como figura en su documento de adopción, sino en Huehuetenango, una ciudad en el altiplano de ese país. Para Carlos es un consuelo tener un lugar de nacimiento que puede visitar: "Me siento muy feliz de poder hacerlo ahora”, dice.
Por teléfono, su mamá le contó más de la historia de la familia. "Ya tenía cuatro hijos de su primer matrimonio cuando quedó embarazada de otro hombre”, relata Carlos. "Él murió poco antes de que naciera yo, así que Victoriana se quedó sola con los cuatro hijos y un bebé, y tomó la decisión de darme en adopción”. Solo dos hijos del primer matrimonio están vivos: Baudilio, que migró a California, y Luis, que vive en Chiantla, muy cerca del lugar donde Carlos nació. Victoriana le confesó a Luis que tiene un hermanastro, y Luis se alegró de saberlo. Apoyada por él, Victoriana tuvo la fuerza suficiente para hablar con su actual marido. Él reaccionó tal como ella lo esperaba: con gritos, regaños, y la advertencia de que Carlos la va a odiar. Sin embargo, Victoriana estaba decidida: quería volver a ver a su hijo.
El reencuentro esperado: un nuevo nacimiento
Nueve meses más tarde, el jeep con Carlos, su esposa Juliane y los dos hijos se dirige hacia su tierra natal. Ahí, en un pequeño pueblo en el altiplano de Guatemala, Victoriana lo esperaba con toda su familia. Todos estaban invitados al reencuentro con Carlos. Habían colocado largas mesas con manteles blancos frente a la casa de Luis, el otro hijo de Victoriana. Cuarenta sobrinos y sobrinas, tíos y tías, primos y primas y vecinos del pueblo los esperaban. El único que faltaba es el actual marido de Victoriana.
Al frente de las mesas esperaba una señora esbelta, de pelo largo y negro, que vestía una falda azul. Y empezaba a llorar. Con paso lento, Carlos se acercó a ella. Victoriana caminó hacia él, luego se abrazaron. Durante 33 años, Victoriana había anhelado este momento. A Carlos lo dio en adopción por pura necesidad económica. "Mi hermana me dijo: 'Este niño va a querer estudio, va a querer estar bien, y no se lo vas a poder dar porque no tenés'”, recuerda.
Carlos no guarda rencor hacia su mamá. "No hay nadie que haya sufrido tanto como ella por lo que hizo”, dice. Sin embargo, al pensar en la abogada guatemalteca que organizó la adopción se siente triste y rabioso. "Ella se benefició tanto del deseo de mis papás por tener un hijo como de la pobreza a la que estaba sometida mi mamá”, dice . Esa noche, no obstante, quiso gozar del momento por el cual había esperado por tanto tiempo.
Después de la cena, toda la familia se quedó en la mesa platicando alegremente. Carlos y su hermanastro Luis se levantaron para entonar una canción de Marco Antonio Solís, un cantante mexicano: "No hay nada más difícil que vivir sin tí”.
Victoriana, con aire de melancolía, miraba a su hijo Carlos mientras cantaba. La canción mexicana no era cualquier canción esa noche, sino la canción de su vida.
Autor: Martin Reischke (CP)
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