La historia de la alemana que se enamoró de Nazca
31 de octubre de 2015En un trabajo para la escuela, la niña Maria Reiche escribió que su sueño era viajar por el mundo como investigadora. Nacida en 1903 en Dresde, esa chica se convertiría en la máxima experta en las Líneas de Nazca, esos enormes geoglifos con formas de animales que inundan el desierto entre Palpa y Nasca, en Perú. Para graficar la importancia que tiene para la región y para la investigación esta arqueóloga y matemática alemana, dos ejemplos: el aeropuerto de Nasca lleva su nombre, al igual que una importante avenida de la ciudad.
Deseosa de cumplir sus sueños, Reiche viajó a Cuzco en 1932. Ana María Cogorno, presidenta de la Asociación Maria Reiche, una institución que resguarda el legado de la arqueóloga, cuenta a DW que Reiche estuvo tres años en Cuzco, haciendo clases a los hijos del cónsul alemán. En ese período, la arqueóloga “aprende a admirar nuestro pasado y todas sus manifestaciones culturales”. Incluso, la joven peregrinó hasta Machu Picchu, “iniciando ahí su primera investigación astronómica al reloj solar, el Intiwatana”, revela Cogorno.
Reiche regresó a Alemania en 1936. Pero la situación en su país estaba muy complicada, con el régimen de Adolf Hitler preparando el escenario para lo que sería la Segunda Guerra Mundial. Por ello, decide volver a Perú. “En las primeras cartas que envió desde Perú a su hermana y a su madre, Maria relata que se había enamorado del país y su gente y que no deseaba retornar a Alemania. Y cuando en 1941 tuvo la posibilidad de viajar a Nazca con el arqueólogo Paul Kosok, su apetito por la investigación despertó”, explica a DW la ingeniera Christiane Richter, autora de numerosos textos sobre las Líneas de Nazca y presidenta de la Asociación Dra. Maria Reiche, con sede en Dresde.
El “virus de Nazca”
En gran medida gracias al trabajo de Reiche, las Líneas de Nazca son hoy Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Estos gigantescos dibujos –que pueden apreciarse en toda su magnificencia desde el aire– fueron trazados por la cultura nazca y, según las investigaciones de la arqueóloga alemana, eran un calendario astronómico que ya relacionaba la posición de los astros con las cosechas y las estaciones del año. “Este lugar sagrado captura la atención de Maria y lo convierte en la razón de su vida”, dice Cogorno.
“En la Asociación nosotros hablamos del ‘virus de Nazca', que contagia a algunos y a otros no. Pero el que cae contagiado, nunca más lo deja”, dice entre risas Richter, intentando buscar una explicación a la incontrarrestable pasión que generan estas maravillas, entre las que se cuentan líneas de solsticio y famosos diseños como “El colibrí”, “El mono” y “La araña”, estos últimos dos descubiertos por Reiche. Sabedora del enorme valor de sus hallazgos, Reiche se fue a vivir a El Ingenio (cerca de las líneas) y comenzó a luchar para conservarlas.
“La prensa escrita de la época da detalles de esa lucha, como cuando Maria hace campaña en contra de un proyecto del Ministerio de Agricultura para irrigar la zona donde se encuentran las líneas. Llegó hasta el Parlamento, donde mostró a los diputados sus investigaciones, planos geográficos y fotos de las figuras. Así logró, después de muchos debates, el apoyo de los diputados”, cuenta Cogorno. Consciente de que los peligros no desaparecerían, Reiche pidió ayuda financiera a su hermana Renate. Con ese dinero, pagó a seis guardias “con el único propósito de conservar la zona arqueológica por el profundo respeto y amor que tenían las dos por Perú”, dice Cogorno.
Peligros que no desaparecen
En 1992 Maria Reiche recibió la nacionalidad peruana. “Yo les digo: yo soy chola”, dijo entonces la alemana, que expresó su enorme aprecio por la cultura nazca también en sus obras. “Tengo definida mi vida hasta el último minuto. El tiempo será poco para estudiar la maravilla que encierran las pampas de Nazca, y ahí moriré”, apuntó en una ocasión. “¡Todo por Nazca! Si 100 vidas tuviera, las daría por Nazca. Y si mil sacrificios tuviera que hacer, los haría si por Nazca fuera”, dijo en otra oportunidad. Y cumplió: murió en 1998 en Perú, siempre atenta a sus líneas.
Su deceso dejó un vacío que intentan llenar sus seguidores, que siguen enfrentándose a los mismos problemas. “Desde nuestra perspectiva, hay muchas amenazas. Están las catástrofes naturales, como El Niño o el calentamiento global, y también la contaminación. Por otra parte están los trabajos mineros y situaciones inesperadas, como accidentes aéreos o acciones como la de Greenpeace de diciembre de 2014. El rally Dakar también es un problema”, enumera Richter. Cogorno agrega que sigue el saqueo del patrimonio cultural y que falta invertir más en conservación.
“Basta con considerar que en el 2013 fueron más de 167.000 los visitantes que sobrevolaron las líneas para darnos cuenta de la relevancia que tienen para el turismo en el Perú. Aun así, la inversión estatal para la conservación de este sitio histórico es casi nula”, lamenta Cogorno desde Lima, dejando en evidencia un problema habitual: el escaso interés de muchos Estados por los valores más grandes que legó a sus países la historia.