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"La liberación de observadores no acaba con la tensión en Ucrania"

Ingo Mannteufel (ERC)4 de mayo de 2014

La mediación de Vladimir Lukin demuestra que Rusia tiene mayor influencia sobre los separatistas ucranianos de la que ha querido admitir, opina Ingo Manntefel, jefe de la redacción para Europa en DW.

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Imagen: Reuters

Todos los observadores militares de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) que permanecían secuestrados en el este de Ucrania fueron liberados por los separatistas prorrusos este sábado (3.5.2014). Los rebeldes capturaron a los veedores hace una semana –describiéndolos como “espías de la OTAN” y “prisioneros de guerra”– pese a que su presencia en territorio ucraniano venía avalada por el acuerdo paneuropeo que autoriza las actividades del organismo regional.

Sin duda es una buena noticia que Vladimir Lukin haya viajado a Ucrania como enviado especial de Moscú para persuadir a los secesionistas de soltar a los observadores, aun cuando la iniciativa haya sido tomada bajo la presión de Occidente y la intervención del excanciller alemán Gerhard Schröder, amigo cercano del presidente ruso, Vladimir Putin. Pero este suceso no debe ser percibido como indicio de que las tensiones se están disipando en esa exrepública soviética. El conflicto se complica.

Retrato de una guerra

Los combates entre militares ucranianos leales al nuevo gobierno de Kiev y separatistas armados no han cesado en el óblast de Donetsk. El ministro ucraniano del Interior, Arsén Avákov, informó que las operaciones militares contra los rebeldes prorrusos continuarían en Kramatorsk, una ciudad a pocos kilómetros de Sloviansk. Y los acontecimientos más recientes en Odessa atizan la discordia, propiciando enfrentamientos más agresivos que los hasta ahora vistos.

Ingo Mannteufel, comentarista de la redacción rusa de DW.
Ingo Mannteufel, comentarista de la redacción rusa de DW.Imagen: DW

En esta ciudad portuaria del sur de Ucrania se registraron numerosas muertes cuando defensores del gobierno central y activistas prorrusos chocaron en las calles este 2 y 3 de mayo. El infeliz emblema de esa refriega es un edificio en llamas: los bandos se peleaban por el control sobre la sede de un sindicato que terminó ardiendo con civiles adentro. A estas alturas está claro que en ambos lados del conflicto hay fuerzas empeñadas en que éste se agrave y se solucione por la vía de la violencia.

La táctica diabólica de Rusia

El llamado de Occidente para que se resuelva la crisis de manera pacífica y diplomática parece caer en oídos sordos: los separatistas armados y muchos de quienes los apoyan apuestan a la desestabilización de Ucrania para evitar que tengan lugar las elecciones presidenciales pautadas para el 25 de mayo. Y el gobierno central se ve cada vez más presionado por quienes lo respaldan para que muestre firmeza y emplee la violencia estatal contra los secesionistas prorrusos con miras a recuperar el control sobre Ucrania Oriental.

El nuevo estamento de Kiev se halla en una difícil situación; quedarse de brazos cruzados y ver cómo el Estado se desmorona no es una opción. Y esta mezcla explosiva de intransigencia, miedo y falta de autocrítica es la receta perfecta para el estallido de una guerra civil. Rusia, que juega en rol diabólico en todo esto, es el cocinero de tan ominoso caldo. La caída del presidente ucraniano Víktor Yanukóvich, amigo de Moscú, y el ascenso de un Gobierno pro-occidental puso a temblar al Kremlin.

Los miedos de Moscú

Fue el temor a perder influencia sobre Ucrania –el miedo a verla gravitar hacia la Unión Europea y, a mediano plazo, hacia la OTAN– lo que llevó a Rusia a aprovechar la debilidad del nuevo Gobierno de Kiev y “reconquistar” la península de Crimea. Ahora Moscú se propone obstaculizar la celebración de comicios presidenciales en Ucrania e impedir la legitimación del nuevo estamento, indiferente al peligro de que sus intromisiones allanen el camino para una guerra en ese país.

Quizás el Kremlin haya calculado ese riesgo de antemano. Y es que, tras convencer a los militantes prorrusos de liberar a los observadores militares de la OSCE sin pedir nada a cambio, es evidente que Rusia tiene más influencia sobre los rebeldes de la admitida hasta ahora.