La lucha contra el hundimiento
13 de julio de 2010El mito de la Atlántida y el hundimiento, en el siglo XIV, de la isla de Rungholt, en el Mar del Norte, han dejado de ser simples leyendas terroríficas capaces de hacernos sentir escalofríos. El cambio climático ha convertido el hundimiento de islas en un problema concreto.
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Especialmente para las denominadas islas "low-lying" –"a baja altitud"-, islas llanas en las cuales apenas hay elevaciones del terreno. Es el caso de las Maldivas, al suroeste de Sri Lanka, en el Océano Índico: el punto más elevado de las casi 2.000 islas que forman el archipiélago se erige a apenas 2,4 metros por encima del nivel del mar. Si se cumplen los pronósticos y el nivel de los océanos asciende, muchas islas pasarán a ser inhabitables.
"Las islas Fidji –en el Pacífico Sur- disponen de una región montañosa donde sus habitantes podrían refugiarse en caso de necesidad", explica Ali Rilwan, cofundador der la Organización No Gubernamental (ONG) Bluepeace, en Maldivas. "En cambio, nosotros, los habitantes de las Maldivas, nos veríamos obligados a buscar otras soluciones". Los pronósticos de Naciones Unidas y del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por las siglas en inglés) conceden apenas 100 años a la tierra natal de Rilwan antes de que se hunda en el Océano Pacífico.
Las soluciones a largo plazo son caras
Los países afectados reaccionan de diferentes formas ante la amenaza creciente. En Tuvalu, en el Pacífico, muchos habitantes han emigrado ya hacia el sur, hacia Nueva Zelanda, mientras que en Maldivas han construido un muro de tres metros de altura alrededor de su capital, Malé. El hecho de que el dinero para su edificación haya llegado desde Japón evidencia un problema adicional: la mayoría de las conocidas como islas-Estado no disponen del dinero suficiente para luchar contra el aumento del nivel del mar.
"No basta con muros, necesitamos soluciones a largo plazo. Una de ellas podría consistir en levantar el terreno. La tecnología existe, pero lamentablemente no nos la podemos permitir", afirma Rilwan. Al igual que muchos otros isleños, los habitantes de Maldivas temen convertirse en "refugiados climáticos". Es por ello que su presidente, Mohamed Nasheed, ahorra para comprar terrenos en la India, Sri Lanka o Australia, donde sus ciudadanos podrían encontrar un nuevo hogar si se cumple el peor de los posibles escenarios. Una solución, sin embargo, que también alberga dificultades: la India lucha contra una creciente presión demográfica, mientras que Australia sigue una estricta política migratoria. Pero sobre todo, lo que falta en Maldivas es el dinero suficiente para destinarlo a la compra de tierras.
El tiempo corre
Una propuesta de solución, aunque por ahora no sea más que un proyecto futurista, llega desde Japón: la compañía Shimizu, conocida por sus ideas visionarias, planea una especie de moderna Arca de Noé, bajo la denominación de "Balsa verde". Islas llanas, cubiertas de verde y flotantes, de tres kilómetros de diámetro, serían el nuevo hogar para los habitantes del Pacífico meridional. La empresa presentó hace un año el proyecto a algunos de los representantes de las pequeñas islas-Estado.
"Aunque la tierra de nuestra nación desparezca, estoy lleno de esperanza", comentó entusiasmado tras conocer el proyecto Anote Tong, presidente de Kiribati, una isla-República que se extiende a lo largo de numerosas islas de la Micronesia y la Polinesia y sobre la cual la amenaza del hundimiento es inminente. Está por ver que el Arca de Noé japonés pueda estar listo a tiempo: se estima que su construcción podría comenzar entre 2025 y 2050.
Alianza contra el hundimiento
Las diminutas islas-Estado disponen de escaso potencial económico para que su voz se deje oír en la escena política internacional. Es por ello que se han agrupado en la denominada Alianza de Pequeñas Islas Estado (AOSIS, por las siglas en inglés), que agrupa a 42 gobiernos. Reclaman el apoyo de los países industrializados para combatir el aumento del nivel del mar y la reducción de las emisiones de CO2. Uniendo esfuerzos esperan conseguir más que luchando cada uno por su cuenta.
"Países como Tuvalu o Nauru no han contribuido al cambio climático, pero son los más afectados por el calentamiento global", explica el profesor Lino Briguglio, del IPCC. Los efectos del cambio climático, además, afectan al desarrollo de las islas-Estado, la mayor parte de las cuales son ya de por sí muy pobres. Como explica AOSIS, gran parte de las infraestructuras y de los recursos económicos, sobre todo la pesca y el turismo, se concentran en las zonas costeras. El litoral, por tanto, es una zona doblemente sensible.
Contemplado a largo plazo, frenar o cuando menos ralentizar el cambio climático es la única opción que puede conseguir demorar el hundimiento de las islas-Estado. Es por ello que los representantes de los países afectados viajan de conferencia en conferencia para concienciar a las naciones industrializadas, las principales causantes del calentamiento global. Con no demasiado éxito, como muestra el consenso de mínimos alcanzado por los participantes de la cumbre del clima de Copenhague, en diciembre de 2009. Un consenso muy por debajo de las expectativas. "Debemos llamar la atención de la opinión pública mundial sobre nuestros problemas", afirma Rilwan: "nosotros sólo somos la primera línea".
Salvar el clima es cosa de todos
Ciertamente, el mundo industrializado sufre cada vez más en sus propias carnes el cambio climático: Luisiana, en el sur de Estados Unidos, se ve desolada regularmente por tormentas tropicales cada vez más violentas que desencadenan fuertes subidas de la marea. Las Halligen, en el norte de Alemania, son un grupo de pequeñas islas no protegidas por presas y que se ven parcialmente inundadas varias veces al año. El aumento del nivel de los océanos, sin embargo, amenaza con cubrir completamente la superficie de las Halligen. El cambio climático no entiende de hegemonías políticas. La única diferencia es que, en Alemania y en Estados Unidos, hay suficiente dinero para llevar a cabo medidas contra esta amenaza.
Las Maldivas siguen otra estrategia. Se han propuesto convertirse, en el horizonte de 2019, en el primer país del mundo neutral con el clima. De momento, ya hay un parque eólico en construcción. Algo que, pese a todo, no será suficiente para salvar a las islas si el resto del mundo no contribuye. La esperanza pasa, más bien, por conseguir que el mundo reflexione sobre su problemática. Si este objetivo fructifica, también entre los principales causantes del cambio climático, quizás la Atlántida pueda convertirse de nuevo en una leyenda.
Autor: Nele Jensch
Redacción: Emili Vinagre