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La pobreza como crimen de lesa humanidad

Anke Rasper / Evan Romero-Castillo13 de julio de 2013

DW habló con Thomas Pogge, un filósofo alemán que acusa a los países occidentales más ricos de perjudicar activamente a las poblaciones pobres de todo al mundo al propagar los sistemas políticos y económicos equivocados.

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Imagen: Fotolia/Gerhard Seybert

En 1973, el presidente del Banco Mundial aseguraba que sería posible erradicar la pobreza en el mundo antes de que culminara el siglo XX. Cuarenta años más tarde abundan las evidencias de que ese objetivo no se ha alcanzado, pero se sigue confiando en que éste puede alcanzarse en cuestión de décadas; en el año 2030, según algunos expertos. Deutsche Welle habló con el filósofo alemán Thomas Pogge para saber por qué poner fin a la pobreza es una meta tan elusiva. Pogge es director del Programa de Justicia Social en el Centro Whitney & Betty MacMillan para los Estudios Internacionales y Regionales, adscrito a la Universidad de Yale, y profesor de Filosofía y Asuntos Internacionales en esa casa de estudios.

Deutsche Welle: ¿Por qué ha sido tan lento el progreso en esta área?

Thomas Pogge: La inequidad se ha vuelto más pronunciada. Si la gente pobre hubiera participado proporcionalmente en el crecimiento económico global, la pobreza sería historia en este momento. Erradicar la pobreza es muy posible, pero tenemos que replantearnos las reglas fundamentales de nuestro sistema económico. En este instante, estas normas están siendo diseñadas por los privilegiados y los ricos para los privilegiados y los ricos. Tenemos que replantearnos estas reglas tomando en cuenta a los pobres.

Usted está involucrado en varios grupos que miden el impacto de la pobreza sobre la salud. Una de esas organizaciones es el Health Impact Fund (HIF). ¿Qué quiere lograr este grupo?

El Health Impact Fund busca proveer medicamentos menos costosos a la gente y persuadir a las compañías farmacéuticas de investigar las enfermedades que suelen afectar de manera preponderante a las poblaciones más pobres. Estas afecciones suelen ser completamente desconocidas en los países ricos; de ahí que la industria farmacéutica no vea estímulo económico suficiente en la investigación de esas enfermedades.

Nosotros queremos cambiar este sistema creando un fondo de 5 billones de euros para premiar las innovaciones farmacéuticas que permitan producir los medicamentos con mayor impacto sanitario. Mientras mayores sean las garantías de salud ofrecidas por un medicamento, mayor será la cantidad de dinero que sus creadores pueden recibir de ese fondo. A cambio, las compañías favorecidas deben declararse dispuestas a vender esos medicamentos por sumas que cubran los costos de producción sin generar ganancias adicionales.

¿Qué tan viable es un plan como ése?

Yo he tenido conversaciones prometedoras con políticos en Alemania, India y Brasil. Considerando los altos costos de la seguridad social, no sería de extrañar que los Gobiernos que estén luchando con problemas financieros se muestren interesados en un sistema de innovación farmacéutica más eficiente.

Si sabemos que la pobreza propicia tantas enfermedades y que los altos índices de personas enfermas representan una pesada carga económica para los Estados, ¿por qué se hace tan poco énfasis en el factor sanitario como condición fundamental para el desarrollo económico de los países pobres?

En el ámbito de la política y de la economía, mucha gente piensa únicamente en el corto plazo; en las elecciones inminentes o en los negocios por hacer en el futuro cercano. Y es muy difícil conseguir que la gente abandone los sistemas que conoce. De hecho, existen maneras de conseguir mejorías considerables a corto plazo; lo que hay que hacer es dejarle saber a la gente cómo alcanzarlas. Yo intento compartir ese conocimiento.

Estamos deteriorando la salud de la población humana de una manera estúpida y ese perjuicio nos va a salir más caro a todos, a largo plazo, que si hiciéramos lo contrario: mejorar la salud de todos. Es absolutamente ridículo el modelo que consiste en venderles medicamentos únicamente a las personas que pueden pagar el sobreprecio y negárselos a quienes, pagando el precio marginal de producción, contribuirían a que se sigan fabricando esos medicamentos.

¿Estamos ante un problema ético o económico?

Se trata de un problema ético y también económico: no es moralmente aceptable que la mitad más pobre del planeta sobreviva con el 3 por ciento de los ingresos globales y sufra por ello. Esa gente no tiene hogares ni comida suficiente. No tiene agua potable y suelen vivir en condiciones insalubres. Muchos niños están trabajando para llevar dinero a sus familias y muchos adultos son analfabetos. Por ser completamente evitable, este tipo de pobreza es un inmenso crimen de lesa humanidad.

La brecha entre los ricos y los pobres no ha hecho más que crecer. ¿Qué lo anima a pensar que la situación vaya a mejorar?

Aquí y allá hay políticos y empresarios prestando oídos a lo que estamos discutiendo aquí. A pesar de que fue un suceso trágico, la crisis financiera global les dio a los países ricos la oportunidad de poner el ‘dinero sucio’ en sus agendas y de poner sus focos en las grandes multinacionales que no pagan impuestos. En la última cumbre del Grupo de los Ocho, el primer ministro británico, David Cameron –quien no es muy amigo de los pobres–, puso el tema en su agenda. Ahora el desafío es lograr que los países ricos también pongan fin al sistema que permite a la gente rica y a las multinacionales llenar sus bolsillos desde los países más pobres.

¿Eso sería posible si se sumara el optimismo del filósofo a la disposición del político a actuar en nombre de una mejor humanidad?

Yo voy a luchar hasta la muerte para proteger a los pobres de las atrocidades que se les han infligido. Puede que los índices de pobreza hayan descendido un poco, pero lo que importa, moralmente hablando, es la pobreza que se puede evitar. Ese tipo de pobreza ha empeorado. Y buena parte de la pobreza que uno ve alrededor del mundo es evitable y debe ser nuestra meta luchar contra ella.

Autores: Anke Rasper / Evan Romero-Castillo
Editor: Diego Zúñiga

El filósofo alemán Thomas Pogge, director del Programa de Justicia Social en la Universidad de Yale.
El filósofo alemán Thomas Pogge, director del Programa de Justicia Social en la Universidad de Yale.Imagen: Thomas Pogge