La primavera del coronavirus
23 de marzo de 2020La primavera llegó a Italia con el perfume de las flores de azar de naranja y limón inundando el aire que entra por mi ventana a la par que la tragedia causada por el coronavirus que ha convertido a esta nación en la zona más letal del COVID-19 en el mundo, incluso más que China, la llamada zona cero. El 21 de marzo se registraron 793 muertes en sólo 24 horas, ni en el peor día de la pandemia en el país de origen llegaron a este número de muertes en una sola jornada.
En China murieron 3245 personas en el lapso de 109 días, entre el 1. de diciembre que se detectó el primer caso hasta el 19 de marzo, día en el que la Comisión Nacional de Sanidad dijo no haber detectado ningún nuevo contagio. El 20 de marzo Italia alcanzó el pavoroso monto de 4032 muertos superando a China en tan solo 27 días, es decir en la cuarta parte del tiempo. Para el día 22 la cifra ya era de 5476 personas infectadas que perdieron la vida. Aquí todos se preguntan ¿Por qué? Aún no hay una respuesta clara.
La gran mayoría de los casos siguen concentrándose en el norte del país en diez ciudades de acuerdo a las estadísticas oficiales del Ministerio de la Salud: Bérgamo, Brescia, Milán, Cremona, de la región de Lombardía. Turín, de la región de Piamonte caracterizada por la concentración de jóvenes italianos y de otros países del mundo por sus prestigiadas universidades. Lodi, Piacenza, Pavia, Padua y Pesaro. De los 59138 casos de personas que se han infectado con el coronavirus, 49465 se concentran en estas ciudades, es decir el 83.6 por ciento.
Sin otra salida el presidente del Consejo de Ministros, Giuseppe Conte emitió el 21 de marzo un decreto que restringe más aún las medidas de movimiento de las personas en todo el país y sanciona con una multa de 5 mil euros a quienes se atrevan a ignorarlas. Ordenó paralizar toda la industria manufacturera "no esencial” y cualquier otra empresa o negocio que realice actividades fuera de la categoría "indispensable”. Lo mismo hizo con áreas gubernamentales.
Desde hacía días el gobernador de Lombardía, la región más golpeada por el virus, había suplicado al gobierno redoblar las medidas, incluso mandar al ejército a las calles para impedir que mucha gente continuara violando constantemente la cuarentena impuesta desde el 10 de marzo. El ejército no está en todas las ciudades, pero ya comenzó a hacer presencia en Torino y Palermo. La primera en el extremo norte de Italia, y la segunda, la isla del extremo sur.
En Turín llegó desde este fin de semana para vigilar los barrios donde hay una mayor concentración de personas extracomunitarias que no respetaban la cuarentena y seguían reuniéndose en grupos en las calles. Desde ese día hay tanquetas Humvee en la zona y en parques recreativos. Mientras en Palermo el ejército vigila las entradas y salidas en las estaciones de trenes y autobuses, y desde ayer domingo, vehículos oficiales secundadas por patrullas hacen perifoneo constante en toda la ciudad para recordar a la gente que debe permanecer en sus domicilios. Asemeja en función a la sirena que suena para prevenir un bombardeo en época de guerra. No es para menos, esta es sin duda la tragedia más grande a la que se enfrenta Italia desde la Segunda Guerra Mundial.
Igual de inevitable que el solsticio de primavera la "estación del coronavirus” ha llegado prácticamente a todos los continentes con consecuencias aún incalculables, y ya ha marcado un antes y después en la geopolítica del mundo. En la Unión Europea, en la relación trilateral entre Canadá, Estados Unidos y México, y la relación de México con Centro América. Lo que ningún desacuerdo político había logrado en el último siglo, luego de la Segunda Guerra Mundial, lo ha conseguido el Covid-19. Cierre total de fronteras o la restricción de circulación, para impedir el tránsito de personas de un país al otro. Igual de dramático que para Europa lo es para Estados Unidos y México donde parte de la vida diaria de millones de personas los lleva de un país a otro cruzando la larga frontera que comparten de 3100 kilómetros. El coronavirus logró de facto lo que el muro propuesto por el presidente estadounidense Donald Trump no pudo.
Para muchos dentro y fuera de Italia las medidas adoptadas por el gobierno son exageradas, dramáticas y sin impacto. "Permanezca en casa, para cuidar su salud y la de las personas que quiere. Permanezca en casa, es importante reducir el desplazamiento a solo aquello que es estrictamente necesario, para trabajo, por salud o exigencias de primera necesidad…” repetía ayer la autoridad en un constante perifoneo por toda la ciudad donde me encuentro.
Escuchar el llamado era surreal. Quienes en Europa y América piensan que esta medida no ha funcionado, por el dramático número de muertes que día con día continúan ocurriendo en esta nación a causa del coronavirus, hay las primeras pruebas de que progresos.
Hablé con un joven matemático mexicano, egresado de la Universidad Autónoma de México (UNAM) de la carrera de Actuaría que hace una especialización en Turín en "Ciencia de datos”; él y otros matemáticos han comenzado a analizar los datos del coronavirus: número de contagios totales, número de muertos, número de personas recuperadas y número de nuevos contagios, éste último es la tasa de crecimiento y es la variable más importante. Me explicó que aunque el dato de personas fallecidas es brutal, impide ver un dato positivo: el número de nuevos contagios.
Señaló que finalmente del 21 al 22 de marzo se rompió, el acenso de nuevos infectados. El 21 de marzo se registraron 4821 nuevos contagios, y el día 22 fueron 3957. El número bajó justo diez días después de que entró en vigor la cuarentena nacional decretada por el gobierno y de acuerdo a los modelos matemáticos esto puede significar que finalmente se ha roto la curva del ascenso de nuevos casos lo que probaría que las medidas del gobierno han funcionado y han puesto un freno a que nuevos contagios ilimitados y un número igual de ilimitado de muertes continúen. Mientras la gente no sea inmune al virus, el aislamiento es una manera eficaz para evitar contagios.
Si esta disminución de contagios, aunque sea aún muy discreta continúa en Italia, puede significar finalmente la luz al final del negro túnel. Es una posibilidad, quién sabe, pero tal vez pronto no solo se pueda oler el hermoso perfume de los azares por el viento que entra por la ventana, sino que podremos caminar de nuevo por las calles y mirar el maravilloso espectáculo de los cítricos en flor.