La procesión va por dentro
13 de septiembre de 2002La memoria de lo ocurrido proyecta su sombra. Los alemanes viajan y vuelan menos, lo constata el propio Jürgen Weber, jefe de la compañía Lufthansa. Es natural: los atentados desataron crisis personales, políticas y económicas en todo el mundo. Y miedo.
También en Alemania
Tras lo ocurrido en el World Trade Center y en el Pentágono, el gobierno centró sus esfuerzos en tranquilizar a la población. Pero cuando, por añadidura, resultó que algunos de los autores habían vivido inadvertidos durante años en Hamburgo preparando los atentados, la opinión pública quedó conmocionada; se temían actos similares en el propio país.
Esta realidad obligó a actuar al ejecutivo. La seguridad interior pasó a ocupar el primer lugar en la agenda. En los dos meses que siguieron al atentado, el gabinete despidió dos paquetes de medidas antiterroristas que modificaban más de cien leyes ya existentes, ampliaban las atribuciones de los servicios secretos y endurecían las disposiciones de extranjería.
Del dicho…
“Law and Order son cualidades socialdemócratas” subrayaba el ministro del Interior, Otto Schilly, en noviembre de 2001 en el congreso del SPD, en Nuremberg. El antiguo abogado de los terroristas de la RAF y político verde salió al paso de las previsibles críticas de la izquierda con firmeza: "Sin seguridad no hay libertad"; ese sería su futuro credo.
….al hecho
Fiel a la consigna el gobierno puso manos a la obra: para financiar el esfuerzo antiterrorista se incrementaron los impuestos sobre el tabaco y los seguros. Paralelamente se endureció el derecho de asociación como primera herramienta para prohibir agrupaciones de índole radical o fundamentalista.
Los resultados no se hicieron esperar. En diciembre de 2001 era prohibida la organización islámica Estado Califal y su jefe, Metin Kaplan, condenado a cuatro años de prisión. En Agosto del 2002 le tocó el turno a Al Aqsa, una asociación que recaudaba donaciones, que habría apoyado a los radicales palestinos de Hamas. Entretanto en los juzgados se instruían cada vez más sumarios contra presuntos radicales islámicos.
Pero estos primeros éxitos se han visto ahora empañados por la detención, en Heidelberg, de una pareja que planeaba un atentado, poniendo de manifiesto que la amenaza sigue presente; aunque aquí se trate de un caso aislado, en palabras del ministro del interior.
En Alemania hubo y sigue habiendo miedo. Cuando un estado de derecho, considerado modélico, endurece sus leyes con el consentimiento generalizado de sus ciudadanos por algo es.
Y hay quien quiere más. La oposición socialcristiana ya ha anunciado que en caso de victoria en las legislativas, prepara un tercer paquete de medidas de seguridad.