La revolución que se hizo pesadilla
11 de febrero de 2019Hace cuarenta años, cuando la Revolución Islámica logró deponer al Sha, yo tenía apenas siete años. Mi corta edad no me impidió formar parte de las manifestaciones de aquel entonces. Mi familia, más concretamente la parte de la familia que apoyaba la revolución, me llevó a algunas de ellas. La nuestra, como muchas otras familias, se había dividido en dos bandos: una mayoría opuesta al Sha, el último monarca, y una minoría opuesta a la revolución.
En los primeros meses, las discusiones políticas en casa y en la calle todavía eran algo cotidiano. Mientras en la escuela nos hacían formar para gritar consignas en honor al ayatolá Jomeini, en la calle nos podían rodear sus opositores para hacernos cantar eslóganes contra los clérigos que habían llegado al poder. En casa pronto se nos advirtió a los niños que tuviéramos cuidado y que no nos metiéramos en problemas.
La cuestión sobre de qué lado debía uno estar se zanjó cuando nos sacaron de la escuela para que pudiéramos ver cómo morían en la horca los "enemigos de la revolución". Todavía hoy este "título criminal" se le pone a los opositores de la República Islámica y es suficiente para justificar castigos particularmente severos.
Violencia contra los enemigos del sistema
Ejecuciones, encarcelamientos y destierros son los instrumentos favoritos de los líderes de la República Islámica en las disputas políticas. Empezó con las ejecuciones de oficiales del ejército y de los funcionarios del Sha nada más tomar el poder la revolución. En la década de 1980 fueron ejecutados también miles de opositores al Sha que no estaban de acuerdo con Jomeini, la mayoría sin juicio previo. E incluso más tarde, los gobernantes no dudaron en abrir fuego contra los manifestantes que se atrevieran a tomar las calles, como en 2009 y otra vez en 2018.
Otro hecho que dejó claro que el régimen trataría de mantenerse en el poder por todos los medios fueron los llamados asesinatos en serie, incluidos los de escritores. Fui periodista y miembro del Centro de Escritores Iraníes. En el otoño de 1998, los cuerpos mutilados de Dariush y Parvaneh Forouhar, dos activistas políticos nacionalistas, fueron encontrados en su casa. Dos días después, los de dos amigos, Mohammad Mokhtari y Mohammad Jafar Poyandeh, también de la asociación de escritores, aparecieron en el desierto a las afueras de Teherán.
Poco antes, hubo un intento de despeñar un autobús con más de veinte escritores dentro por un barranco. Si las reuniones de la asociación, llenas de miedo, fueron una nueva experiencia para los miembros jóvenes como yo, los mayores recuerdan también la atmósfera en los primeros años de la revolución; en un tiempo en que un poeta de izquierda fue arrestado en su propia boda y ejecutado poco después por un pelotón de fusilamiento.
Aunque se reveló, ante la insistencia del reformista presidente Khatami, que los empleados del temido departamento de seguridad MOIS fueron los instigadores de los asesinatos y se les condenó, el sistema no se vio afectado. Al contrario, la censura de la prensa se ha reforzado masivamente, con una nueva ola de arrestos de periodistas y escritores reformistas.
Nuevos frentes políticos
La omnipresente y continua represión ha dado a los opositores poca oportunidad de reorganizarse. Al mismo tiempo, sin embargo, en la víspera del cuadragésimo aniversario de la revolución se atisban cambios en el panorama político que bien podrían conducir a avances políticos reales en el futuro.
Dentro del aparato de poder, la división hasta ahora clara entre los "de línea dura" y los "reformadores", es más difusa que nunca antes. Pero conforme disminuye la esperanza de salir de la crisis económica, los partidarios de un cambio de sistema se distancian tanto de los conservadores de línea dura como de los reformadores.
En otras palabras, ahora hay dos nuevos campos enfrentados, que se vieron las caras por primera vez durante las protestas del cambio de año entre 2017 y 2018: por un lado, los defensores del status quo, por el otro, los partidarios de un cambio profundo que finalmente conduzca a derrocar el sistema de gobierno.
En los casi veinte años desde que me fui de Irán, a menudo me han preguntado, en entrevistas o entre amigos, qué va a pasar en Irán. Incluso ahora, tengo que decir: no lo sé. Pero la situación actual es similar a la de hace 40 años… y lo que sucedió entonces excedió la capacidad de imaginación de la mayoría.
(lgc/jov)
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