La unidad alemana, debates desatendidos
2 de octubre de 2018En el este de Alemania, algunos de los beneficios que muchos de sus habitantes esperaban percibir tras la reunificación nacional (3.10.1990) empezaron a hacerse evidentes y tangibles a principios del siglo XXI. Fue entonces cuando comenzó la fase de crecimiento económico, que perdura hasta hoy. Parecía que las dos mitades del país se emparejaban a un ritmo cada vez más rápido. No obstante, el muro que durante años separó a los alemanes occidentales de los orientales sigue dividiéndolos hasta hoy; a ambos lados de la zanja virtual, los unos continúan refiriéndose despectivamente a los otros y viceversa.
Pese a que la otrora República Democrática Alemana (RDA, comunista) da la impresión de haberse integrado bien a la República Federal de Alemania (RFA, capitalista), muchos de quienes nunca abandonaron la primera se sienten como "ciudadanos de segunda clase” en el terruño reunificado, explica Christian Hirte, el encargado del Gobierno federal de todos los asuntos alusivos a la Alemania del este. Al presentar recientemente el informe anual "Reporte sobre el estado de la unidad alemana”, Hirte subrayó que sus habitantes se sienten ignorados y desconfían del Estado y de la clase política local.
Necesidad de debate
De ahí, quizás, que el debate actual sobre la relación entre este y oeste sea más emotivo que el sostenido en otros años. En el pasado se solían comparar índices regionales como los salarios, los patrimonios y el desarrollo económico; ahora es el estado anímico de las personas lo que está en primer plano. Los políticos –incluso la canciller, Angela Merkel– reconocen que la reunificación alemana trajo consigo "duras rupturas”. "Mucha gente perdió su trabajo y se vio obligada a comenzar de cero. El sistema sanitario, el sistema de jubilación… todo cambió”, comentaba hace poco la actual jefa del Gobierno central.
Merkel acentuó que esos quiebres "nunca justificarían el odio y la violencia”, aludiendo a las agresiones racistas que han proliferado en el este del país en las últimas semanas, pero concedió que los mismos "ayudan a explicar ciertas historias de vida”. Esas rupturas tienen que ver con el depósito fiduciario, creado para privatizar 8.000 empresas de la desaparecida República Democrática Alemana –fuente de trabajo de cuatro millones de hombres y mujeres–, pero percibido comúnmente como un mecanismo cuyo fin era destruir todo rastro del sistema productivo precedente, según explica el historiador Marcus Böick.
Merkel: "Duras rupturas”
Esas rupturas tienen que ver también con la impresión de que los alemanes occidentales no mostraron empatía hacia el difícil proceso de adaptación de los orientales y con el hecho comprobado de la llamada transferencia de élites. Miles de funcionarios públicos occidentales fueron enviados al este de Alemania para facilitar la transición, pero ellos siguen figurando en la cima de las jerarquías y contratando, a su vez, a otros alemanes occidentales; eso es algo que muchos alemanes del este describen como "colonialismo cultural”, sostiene Thomas Krüger, presidente del Centro Federal para la Educación Política.
A juicio de Hirte, no es de extrañar que movimientos populistas de derecha como PEGIDA (Europeos Patriotas Contra la Islamización de Occidente) y el partido Alternativa para Alemania (AfD) hayan instrumentalizado el malestar de tantos alemanes orientales, enfatizando las diferencias entre éstos y sus conciudadanos del oeste. AfD es, desde hace poco, la formación con mayor respaldo en el este. En las encuestas, AfD sale mejor parada que la propia Unión Demócrata Cristiana (CDU), el partido de Helmut Kohl –"el canciller de la reunificación”– y de Angela Merkel. Y eso preocupa en Berlín.
Desde hace algún tiempo se sopesan estrategias para reducir la división que existe entre este y oeste; incluso se ha hablado de crear una comisión para la reconciliación. El Ministerio del Interior ahora se llama de Ministerio del Interior para la Construcción y la Patria, y tiene en su agenda un vuelco de la política regional, orientada hacia el fomento de la "cohesión social”, no solamente en términos económicos, sino también humanos.
Kay-Alexander Scholz (ERC/ERS)
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