La vaca, ¿enemiga del clima?
26 de marzo de 2013
¿Cuánta culpa cabe en mi plato de comida? ¿Qué tan dañino para el clima ha sido llevar a mi mesa el trozo de animal – vaca, cerdo o pollo – que estoy comiendo? Hoy en día, muchas personas reflexionan sobre estas preguntas. Todo este debate se genera por la preocupación por el cambio climático y el auge del vegetarianismo. Uno de los impulsores de esta discusión y portavoz de este movimiento es el consagrado escritor norteamericano Jonathan Safran Foer. El autor llegó a la raíz del asunto en su libro "Comer animales". Así mismo, los climatólogos y los agrónomos estudian y tratan de cuantificar las emisiones de carbono generadas por la industria ganadera. No solamente se trata de estudiar la cantidad de emisiones de gas metano producidas por el efecto de la digestión del ganado sino también el efecto invernadero causado por el hombre al procesar la carne: fertilizando los campos, transportando alimentos requeridos por el ganado, la maquinaria para el procesamiento de la leche y otros.
Determinar el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero considerando todos estos factores es un cálculo muy complejo y es tarea de la ciencia. Lógicamente, los científicos llegan a resultados muy distintos, dependiendo del método de cálculo y de los factores que toman en cuenta. Ellos hacen declaraciones muy distintas acerca de qué tan dañino resulta para el medio ambiente el consumir carne. De ahí que hay una gran controversia acerca de quién está presentando los números más fidedignos. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) sostiene desde 2006 que el impacto llega al 18 por ciento. Este cálculo se basa en un estudio titulado “La larga sombra del ganado”. Por su parte, el renombrado World Watch Insitute (WWI) no está de acuerdo con el resultado. En su estudio titulado “Livestock and climate change“ (El ganado y el cambio climático) publicado el 2009 los autores Robert Goodland y Jeff Anhang afirman que la ganadería genera un 51 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo. Ambos autores tienen una larga trayectoria como especialistas ambientales del Banco Mundial.
“Una afirmación fuerte que requiere fuertes evidencias”
Esta cifra genera dudas entre reconocidos científicos como Klaus Butterbach-Bahl, que estudia la relación entre la ganadería y el cambio climático en el Instituto de Tecnología de Karlsruhe y en el Instituto Internacional de Investigaciones Agropecuarias con sede en Nairobi. El investigador se pregunta cómo Goodland y Anhang llegaron a ese cálculo.
Entonces, ¿cuál es el verdadero impacto? Para Butterbach-Bahl y muchos de sus colegas está claro que la industria agropecuaria, con todos sus procesos, contribuye en un tercio a las emisiones globales de gases de efecto invernadero. El investigador sostiene que esta cifra es válida y ha sido publicada muchas veces, por ejemplo, por la climatóloga danesa Sonja Vermeulen y John Ingram, un científico medioambiental que da cátedra en Oxford. El 2012, ambos científicos publicaron conjuntamente un informe titulado “Cambio Climático y Sistemas Alimentarios”. Butterbach-Bahl afirma que la medida de un tercio se considera como un valor aceptado como estándar. “El estudio toma en cuenta cambios en la utilización de la tierra y sus efectos sobre el clima” nos dice. Por ejemplo, cuando en Brasil se tala la selva tropical para crear una plantación de soja, desaparecen valiosos depósitos de carbono que contribuyen a reducir la cantidad de CO2 en el aire. La selva y el suelo de la misma, al retener el CO2, son un importante “sumidero de carbono”.
El impacto de la producción de carne “es mayor a lo que se suponía”
El marco de análisis de este modelo ha mejorado ya que, en contraste con el estudio de la FAO, toma en cuenta los cambios en el uso de la tierra. Pero, ¿cómo llegan otros científicos a una cifra tan alta como el 51 por ciento? Activistas de derechos de los animales de la Fundación Albert Schweitzer se hicieron la misma pregunta y compararon minuciosamente el estudio de la FAO con el análisis del WWI. Su conclusión: ninguna de las dos partes presenta argumentos completamente convincentes. El World Watch Insitute exageró y la FAO condensó demasiado la pregunta, estudió un espectro muy estrecho y utilizó datos obsoletos. Esta comparación demuestra claramente cuán distintos son los procedimientos para realizar los
estudios del clima. El WWI, por ejemplo, ha clasificado de forma separada las emisiones de gas metano generadas por el metabolismo de las vacas, ya que el metano es 25 veces más perjudicial para el clima que el dióxido de carbono. Muchos estudios ya han adoptado el mismo enfoque. Además, el estudio toma en cuenta el efecto que puede tener la respiración de los animales sobre el calentamiento global. Este factor no aparece en ningún otro estudio sobre el clima. Igualmente, la respiración de los seres humanos nunca ha sido tomada en cuenta. Lo mismo sucede con otros factores. El estudio del WWI toma en cuenta el impacto de la pérdida de los sumideros de CO2 de una superficie debido a la tala de árboles, así como el potencial de absorción perdido cuando no se reforesta esta misma área que ha sido sujeta a la tala de árboles. La fundación suiza considera que WWI está contabilizando las emisiones de manera duplicada, lo cual no se justifica.
El boom de los vegetarianos y el debate sobre la vaca
Todas estas interrogantes han dado lugar a nuevos debates en Alemania sobre el vegetarianismo y una dieta alimentaria que no dañe el clima. La atención se centra en la industria ganadera y sus elevadas emisiones de gas metano, muy dañino para el clima. Sin embargo, hay también voces críticas como la de la veterinaria y escritora alemana Anita Idel. Ella sostiene que la industria ganadera está siendo erróneamente etiquetada como dañina para el clima. Idel acota que las vacas son "como arquitectos paisajistas que desde hace miles de años contribuyen a la fertilidad de la tierra". Eso también tiene un efecto positivo para el clima, ya que la formación del humus que absorbe el CO2, es fomentada por el pastoreo, explica. "La mayoría de los estudios sobre el impacto climático del ganado no son científicos" nos dice. Esto, debido a que la mayoría de los investigadores solamente toman en cuenta una parte de los factores.
Idel afirma que la producción ganadera sostenible puede ser incluso ecológica, ya que conserva los suelos, evitando el uso de fertilizantes sintéticos y utiliza pasto en vez de cereales como soja y maíz para alimento del ganado. "Por lo tanto, hay una enorme necesidad de estudios que comparen los diferentes sistemas para la cría de animales", dice. Sin embargo, los científicos estudian al rumiante dentro del sistema de la agricultura industrial que de por sí ya es dañino para el clima. La veterinaria añade que especialmente los fertilizantes sintéticos nitrogenados al ser distribuidos sobre los campos generan gas hilarante, el cual es 300 veces más dañino para el clima que el dióxido de carbono. "Las investigaciones que se limitan a estudiar los efectos del gas metano tienen que ver con intereses, discriminando de esta manera a la agricultura sostenible”, concluye.
También Klaus Butterbach-Bahl aboga por nuevas formas de cría de animales ya que muchos suelos de pastoreo son utilizados de forma muy intensiva y por muchos animales. Estos suelos degradados ya no pueden absorber ni retener el dióxido de carbono. “Tenemos que renunciar a esas prácticas, así como a la idea fija de consumir grandes cantidades de carne a diario. Una dieta más balanceada nos vendría bien tanto a nosotros como al clima ", nos dice. "Un bistec no tiene que ser más grande que el plato - simplemente no hay ninguna razón para ello", concluye el biólogo.
Autores: Torsten Schäfter / Carolina Salinas
Editor/a: Emilia Rojas Sasse