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La vida en Járkiv: destrucción, barricadas, nervios de acero

12 de junio de 2024

Rusia bombardea Járkiv, cerca de la frontera rusa, con más frecuencia que otras ciudades ucranianas. La destrucción es visible en el centro y en las afueras. ¿Cómo es la vida en la ciudad y qué dicen sus habitantes?

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Un tranvía circulando por una ciudad.
El tranvía de Járkiv. Imagen: Roman Goncharenko/DW

Lo primero que llama la atención en Járkiv son las banderas de Ucrania que cuelgan de los postes a lo largo de las calles. Hay más aquí que en Kiev. Los autos pasan y los tranvías, viejos y polvorientos, circulan por las vías. La vida en la segunda ciudad más grande del país parece sumida en la cotidianeidad.

Pero esta impresión no dura mucho. Los puestos de control, los tanques y las casas destruidas te hacen ver rápidamente que la guerra de Rusia contra Ucrania se acerca a su tercer año, y que Járkiv es una ciudad en el frente de batalla. Se pueden ver cientos de edificios residenciales, plantas industriales y locales comerciales dañados.

Bombardeos según lo planeado

En junio de 2024, Járkiv es una herida abierta que Rusia ataca casi a diario con misiles, drones y bombas. Es una ciudad llena de ventanas con barricadas y hay destrucción por todas partes, tanto en el centro histórico como en las zonas residenciales de la periferia. Las calles del centro están llenas de casas cuyos pisos superiores han sido parcial o totalmente destruidos. En un edificio de cuatro pisos hay un gran agujero de arriba hacia abajo, las puertas de los departamentos se pueden ver y las tuberías de agua sobresalen de las paredes.

En una casa prácticamente destruida por el fuego en una calle cercana, el único recordatorio de la vida antes de la guerra es un cartel que dice irónicamente: "Entra a tomar un café".

La mayor parte de la destrucción se remonta al primer año de la guerra. En ese momento, el Ejército ruso avanzó hasta las afueras de Járkiv, pero se vio obligado a retirarse. Uno de los recuerdos de aquellos días de febrero y marzo de 2022 es una escuela destruida en la que se impartían clases de alemán. Las fuerzas especiales rusas estaban estacionadas allí en aquel momento, pero fueron expulsadas con equipo pesado. Del edificio sólo quedan ruinas. Sobre la antigua entrada de la escuela todavía está escrito en alemán y ucraniano "Éxito en el aprendizaje, éxito en la vida”. La misma suerte han corrido muchas escuelas en Járkiv, que han terminado destruidas. 

Armas contra objetivos rusos

La mayoría de las tiendas, cafeterías y bares están abiertos, pero hay poco público. En muchos edificios del centro se pueden ver carteles de "Se vende" o "Se alquila". La ciudad queda vacía rápidamente por la noche, el metro funciona hasta las 21:30 y el toque de queda comienza a las 23:00 horas, una hora antes que en la capital, Kiev. Los bombardeos rusos suelen comenzar alrededor de la medianoche. Los habitantes de Járkiv se quejan de que la ciudad es bombardeada sistemáticamente y "según lo planeado", por así decirlo.

Sin embargo, desde principios de junio los bombardeos han disminuido notablemente. La gente atribuye esto al hecho de que Estados Unidos y otros socios occidentales han dado permiso a Kiev para utilizar las armas que le han suministrado contra objetivos militares cerca de la frontera en suelo ruso. Según los medios occidentales, Ucrania ya lo ha hecho en la región de Belgorod, destruyendo sistemas de misiles rusos S-300.

Edificio destruido.
Edificio destruido en el centro de la ciudad. Imagen: Roman Goncharenko/DW

"Cementerio de misiles rusos"

Desde estos sistemas rusos, se disparan seguidamente cohetes. Sus restos pueden verse en el llamado "cementerio de misiles rusos". Es el más grande de Ucrania y ahora es conocido en todo el mundo. Allí se pueden encontrar piezas de sistemas Smerch, Uragan, S-300, Iskanders y otras armas disparadas por Rusia contra Járkiv y la región.

El "cementerio”, cubierto de hierba, está vigilado y sólo se permite acceder a él acompañado de un representante de la fiscalía regional. Las piezas de misiles recogidas allí desde el comienzo de la invasión rusa servirán como prueba de los crímenes de guerra cometidos por Rusia en futuros procesos judiciales en Ucrania y en el extranjero. En la actualidad hay alrededor de 1.000 piezas.

"Todos los misiles que hay aquí, incluidos los de crucero, cuestan millones de dólares", explica a DW Dmytro Chubenko, representante de la fiscalía de Járkiv. Según él, las marcas y abreviaturas en las carcasas de misiles y en las piezas internas que se han conservado ayudan a demostrar la participación de Rusia en su producción y despliegue. Allí se encuentra información encriptada sobre los modelos, las empresas fabricantes y las unidades militares de las que proceden, afirma Tschubenko.

Restos de misiles.
El "cementerio de misiles rusos".Imagen: Roman Goncharenko/DW

¿Por qué la gente se queda en Járkiv?

Los cortes de energía debido a la casi destrucción de la infraestructura energética por parte de Rusia en Járkiv y la región están provocando que personas en todas partes enciendan generadores que funcionan con diésel. En las calles se ve poca gente. Hay más estudiantes que parecen estar preparándose para empezar la universidad. Y, sin embargo, cuesta creer que más de un millón de personas vivan hoy en la ciudad, entre lugareños y desplazados internos de la zona de guerra.

Hay una clara escasez de mano de obra, principalmente porque hay muchos hombres en el frente. En la entrada del metro anuncia un gran cartel: "Járkiv necesita conductores para el transporte público". Entre otras cosas, a los futuros empleados se les promete no ser reclutados en el Ejército, aunque esto no se puede asegurar al 100 por ciento.

Algunas personas se quedan en Járkiv porque no quieren dejar atrás a sus padres ancianos, otras no quieren dejar su apartamento o su casa con todo lo que han adquirido a lo largo de los años y otras quieren seguir apoyando al Ejército ucraniano. Muchos en Járkiv admiten que hay miedo. Pero, según ellos, también hay un espíritu de resistencia que mantiene a la gente en la ciudad. Una vendedora de una tienda de dulces señala un edificio destruido en una calle cercana. "Cerramos a las 15.30 horas y hace unos días cayó un misil allí a las 16.00", cuenta la mujer. Parece como si la gente tuviera ahora nervios de acero.

(ct/ms)