Las claves de las elecciones en Polonia
23 de octubre de 2015Esta campaña electoral se hizo en autobús. Las dos candidatas de los principales partidos viajaron con este medio de transporte a lo largo y ancho del país, con excepción de las grandes ciudades, a las que se puede acceder en trenes modernos de alta velocidad. Los candidatos de los partidos más pequeños evitaron utilizar vehículos grandes para llamar la atención y se movieron a pie.
Asombrosamente sensato
Como, por ejemplo, Adrian Zandberg, que tiene 36 años y es candidato del partido de izquierdas fundado en mayo de 2015 “Razem”, que significa “En común”. Zandberg es programador y profesor de Universidad. Su tesis doctoral versa sobre las socialdemocracias británica y alemana. Su familia procede de Dinamarca y se trasladó a Polonia cuando él era niño. En el terreno político, suele acudir a ejemplos tomados de la realidad escandinava, sobre todo en lo referente a sus políticas laborales. Zandberg se aparta de la retórica anti-refugiados de muchos políticos polacos y promueve la tolerancia. Unos días antes del reciente debate televisivo que enfrentó a los candidatos, los medios apenas lo conocían. El día después, lo proclamaron como vencedor “porque habló de forma asombrosamente sensata”.
Se espera la victoria de la derecha
Haber recibido muchas alabanzas no cambia el hecho de que el partido del recién llegado apenas obtendrá escaños en el “Sejm”, el Parlamento polaco. Más bien se espera una nueva victoria del partido nacionalista conservador Derecho y Justicia (PiS). Ya en primavera, el prácticamente desconocido candidato del partido ganó sorpresivamente las elecciones presidenciales: Andrzej Duda. En esta ocasión, podría ser Beata Szydło quien logre formar un Gobierno ultraconservador.
Szydło es la candidata gracias a que Jarosław Kaczyński, el presidente del PiS, mantiene una línea mucho más dura. Kaczyński no podría ser un candidato adecuado porque asustaría a los muchos votantes conservadores de espíritu moderado. Durante la campaña se contuvo, hasta que la semana pasada confesó su preocupación por la posibilidad de que los refugiados contagiaran “cólera, parásitos y otras enfermedades”. Las más recientes encuestas apuntan a que el PiS no obtendrá la mayoría absoluta, pero si la gente de Kaczyński acaba formando Gobierno, la política exterior puede complicarse. Sus socios son Orban y Erdogan, mientras que Alemania y Europa miran con desconfianza a Polonia desde hace tiempo. Los objetivos del PiS se centran en políticas contra los refugiados y Moscú y conseguir que la OTAN estacione allí sus bases de forma permanente.
Frustración y descontento
Actualmente está en el poder la Plataforma de los Ciudadanos (PO), que Donald Tusk lideró con éxito hasta hace un año. La PO ha tenido épocas mejores. Fue el primer partido en resultar reelegido desde 1989. Durante los 18 años anteriores, el país hubo de soportar hasta doce Gobiernos diferentes. Las encuestas predicen que el PO podría obtener un cuarto de los votos emitidos.
Muchos polacos se sienten abandonados por los líderes del PO. Las medidas de ahorro los ahogan. En ciudades florecientes, como Varsovia y Cracovia, hay altos índices de desempleo, los salarios son muy bajos y la desigualdad social aumenta. La jubilación a los 67 años obligará a trabajar a aquella generación que luchó duro por la existencia en los 90, una época de duras transformaciones.
Los jóvenes se marchan
Un cuarto de siglo después del final del comunismo, los polacos observan un curioso fenómeno: Berlín y Bruselas alaban unos datos económicos que no se reflejan positivamente en la sociedad. Incluso los jóvenes mejor preparados emigran a otros países para buscar mejores empleos: “Sin contactos no encontramos trabajo en nuestro país“, se lamentan. El actual Gobierno ha permitido que haya contratos que la gente considera basura. Tres millones de polacos tienen empleos temporales, sin seguridad social ni protección por despido. Además, no tienen derecho a vacaciones ni a pertenecer a sindicatos. Sus ingresos son de los más bajos de Europa. Más del 80 por ciento gana menos de 845 euros al mes y los pensionistas cobran una media de 457 euros.