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Laura Alcoba: un libro sobre vivos y muertos

19 de marzo de 2010

En su libro 'La casa de los conejos', Laura Alcoba relata cómo irrumpe la violencia de la dictadura en la vida de una niña de siete años. Una historia autobiográfica, ya que vive desde exiliada en Francia desde 1976.

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La escritora argentina Laura Alcoba.Imagen: Jörg Singer

La escritora argentina Laura Alcoba (La Plata, 1968) publicó en 2008 ‘La casa de los conejos', Manége en el original, editado por Gallimard, que en agosto de 2010 será editado en alemán por la editorial Suhrkamp. Laura Alcoba vive en Francia desde los diez años. Se exilió con su madre, que militaba para el grupo armado Montoneros, perseguida por la dictadura militar argentina. En Francia se licenció en Letras. Hoy es catedrática universitaria y especialista del teatro español del Siglo de Oro.

La casa de los conejos existió y fue la casa en donde ella vivió, donde había instalaciones para criar conejos y en donde en realidad funcionaba la imprenta clandestina del periódico ‘Evita Montonera'. "Voy a evocar esa locura argentina y a todas esas personas que fueron arrastradas por la violencia. Me he decidido por fin a hacerlo porque muy a menudo pienso en los muertos, pero también porque sé que no hay que olvidar a los sobrevivientes", escribe Laura Alcoba. DW-WORLD conversó con ella.

DW-WORLD: Bienvenida, Laura Alcoba. Está a punto de dirigirse a la Feria del Libro en Leipzig.

Laura Alcoba: Sí, y después voy a ir a Berlín a participar de una serie de encuentros en el Instituto Iberoamericano el 24, 25 y 26 de marzo.

En ‘La casa de los conejos', se relata la historia de una niña de siete años en cuya infancia irrumpe la dictadura argentina. ¿Es su propia historia?

Sí. Trabajé a partir de fragmentos, imágenes de mi infancia, en cierto modo inconexas que tenía en mente, pero, efectivamente, se trata de mi historia, que volví a visitar de cierto modo a través de la escritura.

¿A través de qué elementos construyó esta historia?

Buchcover Laura Alcoba Rabbit House
Tapa de 'La casa de los conejos' en inglés.

La materia prima es autobiográfica, completamente. Yo viví en la casa de los conejos de la que hablo. Los acontecimientos que se ven en la novela son auténticos, pero abordados desde mi subjetividad, desde la experiencia infantil. La que habla es una niña de siete u ocho años, y traté de volver a construir y a situarme en esa posición infantil. Allí hay una creación, una creación. Pero, al volver a la casa de los conejos en 2003, después de 27 años de ausencia, realmente afloraron en mi mente imágenes y sensaciones muy precisas, a partir de las que trabajé, tratando al mismo tiempo escribir un libro que tuviera una forma de desenlace, de fin. Mi idea no era recordar por recordar, en ese sentido no es un testimonio, a pesar de que el libro tenga un valor testimonial, pero quería que se pudiese leer como una novela, que tuviera una posible lectura novelística, porque para mí era una manera de dar esa historia al lector. Que el lector pudiera proyectarse y vivir con esa niña durante los meses que narro en la casa de los conejos. Lo que cuento es la entrada en la clandestinidad, cómo la niña aprende la clandestinidad. Pero cuando ocurre el ataque de la casa de los conejos yo ya no estaba en esa casa. Afortunadamente, nos pudimos ir antes. El libro es una reflexión del por qué estamos vivas, mi madre y yo, habiendo estado tan cerca de personas que encontraron la muerte en esa casa. ‘La casa de los conejos' cuenta la vida en esa casa, vista desde los ojos de la niña, narradora de la historia.

En cierto modo hay una interrupción de esa narración en presente cuando la narradora adulta cuenta qué pasó después. Efectivamente, esa casa fue asaltada por los militares, todas las personas que estuvieron en esa casa fueron asesinadas, menos la niña, un bebé, Clara Anahí, la hija de Diana Teruggi y Daniel Mariani, los propietarios de esa casa. Y esa niña, hoy una mujer de 33 años, sigue desaparecida y su familia la sigue buscando. La novela relata el ataque a esa casa, pero que narro a partir de una serie de testimonios e informaciones que no presencié. (Lea en la página 2 por qué la elaboración de los horrores de la dictadura como tema literario no se agota.)

En su libro usted elabora lo vivido durante la dictadura militar argentina y trabaja con la memoria. ¿Piensa que es importante continuar con ese trabajo a nivel literario o cree que es algo obsoleto?

No creo que un tema se agote o se termine. De hecho, sabemos perfectamente que en Europa se sigue escribiendo sobre lo que ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial y se va a seguir escribiendo. No hay un momento en que un tema pasa de moda o está de moda. El tema es saber en qué la literatura puede abordarlo de manera interesante. No es lo mismo un texto literario que un testimonio. Creo que, aunque en mi libro hay un valor testimonial, lo quise abordar como una novela. Escribí otra novela que se publicó en Francia hace unos meses y que no tiene nada que ver con ese tema. Y no creo que haya o que no haya que escribir sobre ese tema, sino porque yo sé que tengo algo que hacer desde la literatura con ese tema.

¿Qué papel ocupa la militancia de sus padres en Montoneros en su literatura? ¿Es literatura política?

No, no lo diría así. Digamos que me interesa el tema político como tema. Pero para mí era muy importante cuando escribía ‘La casa de los conejos', que se llama Manège en francés, el idioma en que lo escribí. Para mí era muy importante no caer en lo que yo veo como una doble trampa: por un lado, la idealización de una lucha que no fue la mía y que no es la mía, y, por el otro lado, la condena de la generación de los padres. Hubo tantos muertos en Argentina en ese momento, que esa condena me parecía casi una obscenidad. No quería caer ni en una trampa ni en la otra. De hecho, no reivindico la lucha montonera en absoluto. En ese momento tenía siete años. Crecí en otro sitio, en un país democrático. O sea que no viene al caso reivindicar o ensalzar eso. Lo viví como un momento histórico argentino sumamente violento y lo traté literariamente desde la experiencia infantil. Políticamente, puedo situarme hoy, pero, con respecto a ese momento, lo tengo en claro es que condeno, por supuesto, los horrores de la dictadura. Lo que se ha llamado en Argentina la teoría de los dos demonios creo que es algo en lo que, personalmente, no me reconozco en absoluto. Pienso que los horrores de la dictadura fueron tales que no hay que dejar de reiterarlo y decirlo. No obstante, ese momento de la historia argentina fue un momento muy violento que no termino de entender, hay un enigma que me sigue ocupando, y que desde la interrogación me interesa, y probablemente va a seguir estimulándome literariamente, y sé que voy a volver a ese tema, pero con más preguntas que respuestas. Sobre todo con respecto a la opción de la lucha armada. De hecho, yo me encontré como niña en una organización armada. Pero visto desde el presente, sigue siendo un enigma. Pero es un problema muy complejo.

¿Por eso el título ‘Manège'?

Manège significa tío vivo, calesita o carrusel, y evocaba el universo infantil. Por el otro lado, evocaba los movimientos un poco obsesivos, la manera en que las imágenes que tenía en mente giraban sobre sí mismas de manera repetitiva, que tiene que ver probablemente con el tiempo traumático. Al mismo tiempo, es un juego de palabras. Manège significa en francés maniobra, manipulación, y ahí hay una alusión a un elemento de la intriga. Hay una hipótesis que tiene que ver con la manera en que la casa de los conejos fue identificada por los militares. Y Manège alude a esa maniobra bastante sutil de uno de los personajes de la novela. No se conservó en los idiomas a los que se tradujo, ni al inglés ni al castellano. En alemán se tradujo como ‘Das Kaninchenhaus'.

Autora: Cristina Papaleo
Editor: José Ospina Valencia