Legión de Cristo: un problema para el Papa
12 de noviembre de 2015En julio de este año, el papa Francisco concedió una indulgencia plenaria a los miembros de la orden de los Legionarios de Cristo a pedido de su actual director, Eduardo Robles-Gil. La indulgencia plenaria es un instrumento teológico que condiciona la reducción o eliminación de las penas espirituales al cumplimiento de ciertos actos de arrepentimiento y devoción que se espera que los miembros de la orden cumplan durante el año del jubileo.
Desde las primeras acusaciones contra miembros de los Legionarios de Cristo por pederastia y abuso sexual de seminaristas, tráfico de influencias y lavado de dinero hasta la condena del Vaticano en 2010 pasaron 40 años. La reacción del Vaticano fue notoriamente lenta. Hoy sabemos que eso se debió a que Marcial Maciel y su orden fueron celosamente protegidos. Todo indica que fue una política sistemática de encubrimiento de una red internacional de poderes políticos y eclesiásticos a ambos lados del Atlántico. Juan Pablo II fue uno de sus poderosos y férreos defensores. Pero ciertamente no fue el único.
En 2006 el Vaticano confirmó las denuncias y condenó a Maciel por comportamientos “gravísimos e inmorales” que, según Benedicto XVI, el entonces Papa, representaban “auténticos delitos”. El proceso se centró en Maciel, pero el resultado de la investigación, publicado en mayo de 2010, es notable por lo que sugiere sobre el resto de la congregación. El informe sobre la investigación hace referencia a un “sistema de relaciones” que ayudó a Maciel a “crearse coartadas, ganarse la confianza, familiaridad y silencio de los que lo rodeaban y fortalecer su propio papel de fundador carismático”. El documento alude a la inocencia de la mayoría de los miembros del grupo, pero hace también clara referencia a un sistema diseñado para encubrir los crímenes del fundador y sus cómplices.
Poderosa financiación
Como explica Elio Masferrer, investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México, la red de poder de la organización tiene profundas raíces en el sistema político mexicano y un enorme músculo financiero alimentado por donaciones de un amplio entramado de empresas mexicanas e internacionales, una verdadera industria educativa cuya clientela es la clase alta de varios países y una superestructura de instituciones financieras con uno de sus principales centros de operación en Luxemburgo. Según acusaciones más recientes, la orden tuvo una fuerte participación en las operaciones de lavado de dinero realizados por el Banco del Vaticano.
Benedicto impuso un delegado pontificio, el cardenal Velasio de Paolis, que gobernó la orden de 2010 a 2014, presidió la reforma de las constituciones de la orden y la elección del nuevo cuerpo directivo. Estas medidas muestran que, para Roma, el problema de los Legionarios no se limitaba a una persona. Para el vocero de los Legionarios, el padre Benjamín Clariond, hijo de un exgobernador de Nuevo León y exalcalde de Monterrey, el proceso era meramente un intento de reformar a la congregación para inocularla contra figuras como Maciel. El mismo de Paolis dijo al final de su mandato como delegado pontificio que “los Legionarios también son víctimas de Maciel”.
Para Clariond, el proceso de reforma ha sido hasta ahora exitoso. Pero observadores y expertos disienten. Según Andrew Chesnut, director de Estudios Católicos en la Virginia Commonwealth University, “el indulto del papa Francisco da nueva vida a una orden que merece ser disuelta”. Para Chesnut el problema no es solo la historia de abusos sexuales. Desde un punto de vista político, los Legionarios y su sospechosa cercanía a las estructuras de poder político y financiero son incompatibles con la agenda de Francisco de “reconstruir una iglesia de los pobres”.
La disputa con los Legionarios de Cristo resume la historia reciente de la Iglesia y la titánica tarea a la que se enfrenta el proyecto reformador de Francisco. En febrero de 2016, Francisco llegará a México, donde se encontrará con una institución que sigue siendo uno de los bastiones más conservadores de lo que él ha llamado “una Iglesia que sufre de alzheimer espiritual” y que olvida a quien más debe servir. Según algunos observadores, la indulgencia podría ser un instrumento por medio del cual el Papa intenta limpiar la organización. Como explica Chesnut, los motivos reales de la indulgencia quedarán claros durante su visita a México.