Trompetas de guerra comercial por un resort en el paraíso
28 de mayo de 2019El paraíso sale caro, la pregunta es para quién. Hace unas semanas, la polémica decisión de la administración del presidente estadounidense, Donald Trump, de reactivar el artículo tercero de la ley Helms-Burton llevó a la exitosa industria hotelera española al foco de la discusión mediática internacional.
Entonces, tanto España como la Unión Europea (UE) cerraron filas en torno a las empresas del país ibérico en la isla, símbolo de la prosperidad de las inversiones europeas en Cuba. En pocos días, nuevas polémicas con el sello de Washington desplazaron la atención del asunto, pero la sombra de esa legislación envejecida sigue ahí, amenazante.
La controversia, sin embargo, sirvió para poner el foco en el exitoso modelo de negocio de las cadenas hoteleras españolas que desembarcaron hace décadas en territorio cubano y que no han hecho más que consolidar su liderazgo, frente a otros gigantes de la hotelería europeos o estadounidenses.
"Está claro que la fórmula de la hotelería española en Cuba es una fórmula de éxito”, dice a DW Álvaro Pacheco, director de comunicación del Barceló Group. Esta es una de las tres grandes cadenas que ocupan el mercado, junto a Meliá Hotels International y el Grupo Iberostar.
La amenaza de Helms-Burton pesa, no obstante, sobre este cóctel de prosperidad. A finales de mayo, una familia estadounidense de origen cubano anunció su intención de demandar a Meliá por operar un hotel en Cienfuegos que les fue expropiado hace 60 años, tras la Revolución cubana. Este martes (28.05.2019) el consejero delegado de la cadena negó haber recibido demanda alguna. DW intentó ponerse con contacto con el grupo, que se negó a responder a sus preguntas.
En Iberostar, las directrices son similares: no se habla con la prensa del asunto Helms-Burton, según pudo saber DW.
Pacheco, sin embargo, aleja las nubes de tormenta: "Nosotros estamos absolutamente tranquilos por nuestra situación en Cuba”. En cualquier caso, subraya, el volumen de sus hoteles en la isla en el marco de la cadena hotelera es muy pequeño, "en caso de que se produjese alguna circunstancia que ahora mismo no preveo”.
"Unas normas así no pueden tener más que el rechazo de la comunidad internacional”, declara a DW Federico Ferrer Delso, consejero de la Oficina Económica y Comercial de España en La Habana, quien describe la ley Helms-Burton como "una norma que persigue asfixiar la economía y perjudicar a la población local”.
Ferrer dice que, en este contexto, todo depende de cómo actúen los jueces en Estados Unidos. Pero muestra su claro rechazo: "Dar entrada en estos problemas de relaciones internacionales a los tribunales es una táctica como mínimo peligrosa, es abrir una caja de Pandora que puede ser muy difícil de detener más adelante”. En cualquier caso, confía en la UE, la cual no duda que estará del lado de los hoteleros españoles en estos "conflictos innecesarios”.
Bruselas, de hecho, ha respondido con firmeza a Washington. El bloque defenderá los intereses de los inversores europeos, en el caso cubano casi exclusivamente españoles.
Escasez a unos metros del paraíso
¿Qué gana Cuba, es decir, los cubanos de a pie, con este modelo de éxito? Cada año, las playas, las ciudades y las maravillas naturales de la isla se llenan de turistas que, en muchos casos, probablemente en la mayoría, pasan unos días allí en un régimen que sería un lujo inasequible, sin duda inimaginable, para quienes a duras penas llegan a fin de mes. La situación de escasez con la que convive una parte importante de la población local es la cara oscura de la Luna, el reverso de la postal paradisíaca.
"Estas inversiones son las que producen más empleo y transferencia de conocimiento”, defiende Ferrer, quien pone sobre la mesa el problema de balanza de pagos cubano, para el cual la exportación de servicios –el turismo, en este caso- es en su opinión la mejor alternativa.
Pacheco insiste igualmente en el potencial de redistribución de la riqueza de la industria en la que trabaja, por su intensidad en la contratación de personal. "A nosotros, como operadores hoteleros, no nos corresponde entrar en este tipo de divagaciones”, responde no obstante. "Nosotros somos técnicos, no políticos”.
"Igual cierto progreso que se pudiera producir en la isla en el futuro podría afectar a una idea melancólica de La Habana, por ejemplo”, concede el directivo. "Pero no acabo de entenderlo. La Habana es una ciudad maravillosa, pero es indudable que requiere de rehabilitaciones importantes”.
La llegada masiva de turistas supone asimismo no solo un impacto económico, sino que también tiene consecuencias sociales. El consejero Ferrer dibuja un paralelismo entre la España de los sesenta del siglo pasado y la Cuba contemporánea. El despegue turístico del país ibérico en aquella década también trajo un cambio de las actitudes, en un país anclado a la doctrina de la dictadura nacionalcatólica que lo gobernaba. El ícono de esos años es la imagen de las mujeres del norte de Europa que iban a disfrutar de las playas españolas, y la revolución que ello supuso en un país regido por la bandera y la cruz. Cambió la economía y de alguna forma aquello contribuyó a cambiar el país.
"Creo que se podría aplicar a Cuba”, sostiene Ferrer. ¿El cambio social? El de los hábitos empresariales, aclara.
(ers)
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