“Libia se está convirtiendo en un agujero negro“
17 de agosto de 2015DW: El gobierno libio reconocido internacionalmente pidió a la Liga Árabe detener el avance de la milicia del EI en Sirte, en el norte del país, con ataques aéreos. ¿Qué tan probable es que se responda positivamente a tal pedido?
Michael Lüders: No está claro si la Liga Árabe intervendrá militarmente en Libia. En todo caso, no se logrará así ordenar el caos. Libia dispone de dos gobiernos. Uno cuenta con reconocimiento internacional y tiene su sede en Tobruk. El otro, cercano a los islamistas, se encuentra en la capital, Trípoli. Desde el derrocamiento de Gaddafi, Libia se ha convertido en botín de milicias, clanes y grupos islamistas rivales, que intentan quedarse con un trozo lo más grande posible del pastel. Todo esto ha llevado a la autodestrucción.
Pese a reiterados intentos de la ONU de poner en marcha un diálogo entre las partes, no hay mecanismos diplomáticos o políticos operantes que pudieran desactivar la crisis.
¿Quiere decir eso que los aliados árabes no pueden hacer nada?
Es difícil intervenir militarmente en un Estado que, como Libia, Irak o Siria, se presenta como un Estado fracasado, con diversos actores políticos y militares, y alianzas que en parte se fraguan nuevamente a diario.
Si no hay una solución militar, ¿ve usted una solución política?
Es difícil. Cuando un estado central ha dejado de existir y los diversos actores no están dispuestos a hacer concesiones, sino que creen poder imponer su voluntad a los rivales, es muy difícil intervenir. ¿A favor de qué bando habría que actuar? ¿Dónde están los buenos y dónde los malos? ¿Con qué mandato internacional habría de llevarse esto a cabo?
Nadie tiene una receta probada. Libia se convierte cada vez más en un agujero negro en el norte de África, en un bastión del “Estado Islámico” y otros islamistas radicales, y naturalmente también en trampolín para muchos que huyen en dirección a Europa.
¿Es Libia ya un estado fallido?
Todo apunta en esa dirección. Ya no hay instituciones estatales que funcionen, ni una fuerza central que esté en condiciones de poner en práctica la voluntad del pueblo o por lo menos de imponer su propia prerrogativa de poder en todo el territorio. Hay demasiados actores turbios con alianzas muy flexibles.
La idea de que se podría resolver el problema por la vía militar es probablemente ilusoria. Cuando un Estado se ha desmoronado, toma mucho tiempo levantar nuevas estructuras. Seguramente solo se conseguirá cuando las fuerzas en conflicto se hayan desangrado lo suficiente. Esta guerra se prolongará en Libia aún por largo tiempo.
El EI avanza con violencia inusitada por el país. ¿Seguirá esto así irrefrenablemente?
Mientras las estructuras sigan estando como están –destruidas y sin esperanzas de que un gobierno central fuerte pueda asumir la responsabilidad en un futuro previsible- continuará el avance del EI.
Pero el “Estado Islámico” en Libia no es idéntico al de las fuerzas del “Estado Islámico” en Siria o Irak. Se trata en lo sustancial de personas que se apropian de ese nombre, porque entretanto se ha convertido en una “marca” en el ámbito yihadista. Quien adopta esa denominación, espera tener una ventaja sobre las otras milicias. Pero la brutalidad del “Estado Islámico” se observa en Libia al igual que en el Medio Oriente, y eso incluye las ejecuciones y la exhibición (de los asesinados), como ha ocurrido ahora en Sirte. Se intenta destruir estratégicamente por completo al adversario. Eso hace tan difícil imaginar soluciones políticas.