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Una peligrosa aventura con final incierto

19 de marzo de 2011

La comunidad internacional interviene militarmente contra Gadafi. Así fue decidido en la cumbre de París sobre Libia. Una ecuación con muchas incógnitas, opina Bernd Riegert.

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La coalición internacional que ha comenzado a atacar objetivos en Libia bajo el liderazgo de Francia se adentra en una peligrosa aventura. Las tropas del líder libio no se darán por vencidas con unos pocos y puntuales golpes aéreos. Pueden incluso retirarse y, de ser necesario, aguardar durante semanas, sitiar Bengasi o cortar el suministro de agua. Muamar al Gadafi controla el 80 por ciento del país y cuenta con todos los recursos necesarios.

Poco podrá hacer la coalición por imponer efectivamente una zona de exclusión aérea si no está dispuesta a aniquilar, con ataques de gran envergadura, la totalidad de las fuerzas aéreas y de defensa antiaérea de Libia.Estados Unidos no parece muy favorable a involucrarse masivamente en la operación. El presidente, Barack Obama, ha excluido expresamente el envío de tropas terrestres y una presencia de larga duración.

La meta final de la operación militar es poco clara. Si se trata de proteger de Gadafi a los civiles, la coalición tendrá que prepararse para un compromiso a largo plazo, pues el mandatario libio tiene tiempo y puede esperar.

Una intervención externa sólo tiene sentido si se trata de derrotar al régimen. Para ello sería necesario atacar deliberadamente las instalaciones del Gobierno en Trípoli y las supuestas residencias de Gadafi. No habrá solución estable y duradera en Libia sin cambios en el poder. Pero ese objetivo no ha sido reflejado en la resolución de la ONU ni mencionado, al menos públicamente, por los participantes en la cumbre de París.

También para esta guerra vale aquello de que, antes de comenzar, hay que saber bien cómo y cuándo se podrá terminar. Pero me temo que la coalición se ha dejado arrastrar, a pesar de las lecciones de los conflictos en los Balcanes, Irak y del fracaso en la guerra civil en Somalia. El fin no parece aquí muy claro.

Por eso es acertada la decisión del Gobierno alemán de no involucrarse militarmente. Aun cuando para ello hubiese que sacrificar la unidad europea. Por otro parte, dejar el liderazgo en manos del presidente francés, Nicolás Sarkozy, presionado en materia de política interior, tampoco es la solución más afortunada. Sarkozy tiende ser impulsivo en sus decisiones.

Si la coalición tiene suerte, el impredecible líder libio, Muamar al Gadafi, se dejará convencer, depondrá las armas y se plegará a las Naciones Unidas. Si no, el impredecible y psicopático Gadafi amenazará con armas de destrucción masiva.

¿Están Francia e Italia preparadas para que un Gadafi acorralado lance sus bombarderos sobre Nápoles o Marsella? La amenaza ya la lanzó.

La aprobación de Occidente y del mundo árabe podría volverse bien pronto en contra de la coalición, en caso de que sus operaciones le cuesten la vida a muchas víctimas civiles. Una peligrosa aventura con final incierto ha comenzado.

Autor: Bernd Riegert

Editora: Luna Bolívar Manaut