El poder de la gente
15 de julio de 2014Al igual que muchos residentes de Shanghai, Jacqueline Faulkner estaba acostumbrada a comprobar la calidad del aire cada mañana mediante una aplicación de su teléfono móvil, y a menudo, al salir de casa, tomaba una máscara de gas de una gran mochila que colgaba enfrente de su puerta de entrada. Algunos días el smog era tan denso que se podía sentir su sabor en el paladar, según Faulkner. “Me sentía cansada, deshidratada, con una sensación general de malestar. O a veces me daba un dolor intenso en el pecho solo al andar de casa a la tienda de al lado”, dice. En los peores días, prefería no salir de casa.
Hoy, la consultora de comunicaciones vive en Hong Kong, y afirma que la calidad del aire fue un “factor definitivo” a la hora de tomar la decisión de trasladarse el pasado mes de febrero. Pero muchos otros residentes de China no tienen la suerte de Faulkner: para ellos, trasladarse no es posible. En lugar de eso, algunos de ellos optan por organizar campañas para conseguir que sus ciudades estén más limpias.
Obligar a las autoridades a dar números reales
En Pekín, por ejemplo, los niveles de contaminación superan ya con creces la línea de peligro indicada por la Organización Mundial de la Salud. Muchos también cuestionan la veracidad de la información que publica el gobierno. Todo ello se ha manifestado en un movimiento de protesta en los medios sociales centrado en los datos oficiales que sólo reflejan niveles de las materias sólidas más grandes, presentando por tanto una imagen incompleta que sugería que no había problema alguno con la calidad del aire. Los ciudadanos compararon las cifras del gobierno con datos publicados por la embajada de EE.UU. a través de Twitter, que presentaban un panorama mucho más preocupante y que llamaba a la acción inmediata.
En enero de 2012, el gobierno chino se rindió a la evidencia y comenzó a publicar datos exactos sobre los niveles de PM2.5 (partículas de contaminación diminutas) en Pekín. Los altos niveles de materia sólida se han vinculado con problemas de salud como cáncer de pulmón y enfermedades cardiovasculares. El gobierno ha comenzado a divulgar informaciones similares en otras ciudades y a tomar medidas para reducir el consumo de carbón y aplicar las regulaciones sobre contaminación industrial de forma más estricta.
“La gente cada vez tiene más conocimientos tecnológicos, y ello los hace más capaces de colaborar los unos con los otros”, dice Anna Lora-Wainwright, profesora asociada del departamento de Geografía Humana de China en la Universidad de Oxford, en Reino Unido. La experta señala, además, que la presión pública ha provocado grandes cambios.
“El gobierno ha publicado varias declaraciones definitivas sobre avances en la lucha contra la contaminación y en el desarrollo sostenible”, dice. “Recientemente se ha comenzado a permitir el llevar este tipo de casos ante un tribunal, de modo que ahora tenemos unas 300 ONGs que pueden llevar a quienes contaminen demasiado a juicio”.
Crowdsourcing, cometas y cubos
Entretanto, la contaminación atmosférica sigue provocando la aparición de iniciativas comunitarias en internet. Una de ellas esDanger Maps, que consigue información por medio de crowdsourcing o colaboración abierta sobre peligros para la salud causados por problemas medioambientales, incluyendo la contaminación existente en China. Otra iniciativa es FLOAT Beijing, que utiliza sensores en cometas para medir los niveles de polución. Se trata de un proyecto de “ciencia ciudadana” en el que el público participa en la lucha contra la contaminación, asegurando a la vez la obtención de información fiable al respecto.
Esta tendencia no se limita a China. En Sudáfrica, la Alianza Medioambiental Comunitaria de Durban del Sur (SDCEA, por sus siglas en inglés) usa el método “Brigada del Cubo”, desarrollado por activistas enLouisiana, EE.UU., que consiste en la recopilación por parte de la comunidad de muestras de aire en cubos para su consiguiente examen.
Durban del Sur es una de las principales zonas industriales de Sudáfrica, y alberga la sede de una de las mayores compañías químicas del continente. Entre las principales amenazas para la salud de la comunidad local que indica la lista de la SDCEA se encuentran el asma, cáncer, leucemia y enfermedades respiratorias. A pesar de ello, a menudo la gente ignoraba que las emisiones de esta industria podrían ser un factor relacionado. “No disponían de la información para vincular los problemas de salud que estaban experimentando con los productos químicos”, dice el coordinador de la SDCEA, Desmond D’Sa.
La labor de formación y concienciación de la SDCEA ha logrado cambiar esto, enseñando a la gente incluso a reconocer determinados productos químicos sólo por su olor. La ONG tiene en cuenta las alertas del público, que les llegan, entre otras vías, a través de los medios sociales, y las comprueban tomando muestras para confirmar la presencia de elementos contaminantes y publicando los resultados. De este modo, anima a la comunidad a exigir la puesta en práctica de medidas concretas por parte de las autoridades.
La contaminación no sólo preocupa a la clase media
Estas iniciativas demuestran que algunos de los ciudadanos sudafricanos más pobres están activamente comprometidos con causas que otrora eran percibidas como problemas que preocupaban únicamente a la clase media. “Hasta hace unos pocos años, la preocupación por el medio ambiente se centraba principalmente en la naturaleza, y por tanto parecía ser un tema que importaba sólo a la población blanca”, dice D’Sa. “Pero esto ha cambiado en los últimos 18 años, desde que se creó laSDCEA”.
Rishi Aggrawal, co-fundador del Walking Project en 2012, cuyo objetivo es conseguir mejores condiciones para los transeúntes de Mumbai, también sigue el modelo de D’Sa en su intento de aumentar la concienciación medioambiental de los ciudadanos. “He sido parte de movimientos de activismo medioambiental desde hace casi 20 años”, dice Aggrawal. “En todo este tiempo me he concentrado en los temas más importantes: deforestación, cambio climático, etcétera. Pero con el tiempo me cansé de tratar de atraer a la gente con temas con los que no se identifican, y empecé a decantarme por temas que afectan a la gente en su vida diaria”.
Combatir las emisiones de los vehículos
La estrategia de Aggrawal es animar a los ciudadanos de Mumbai a publicar imágenes de aceras peligrosas o en mal estado a través de Twitter: “Si la gente se anima andar, dejarán de depender tan a menudo del transporte motorizado, lo que resultará en un aire más limpio”, dice.
Aggrawal afirma que el proyecto es un “trabajo en curso”. Todavía queda mucho por hacer para animar a la comunidad a que participe, y convencer a la creciente clase media de India de que deje de conducir autos no resulta nada fácil, en su opinión. El país ha experimentado un boom de compras de vehículos, pasando de 50 millones en 2003 a 130 millones en 2013, según un informe del Consejo Internacional de Transporte Limpio. “En cuanto la gente comienza a disfrutar de mejores condiciones económicas, inmediatamente pasa a depender de medios de transporte motorizados, incluso para distancias cortas”, añade Aggrawal.
Puesto que las emisiones de vehículos son una de las principales fuentes de elementos contaminantes, convencer al público de que deje de usar sus coches tan a menudo es una clave para mejorar la calidad del aire en zonas urbanas. No obstante, Christopher Kost, director técnico del Instituto de Políticas de Transporte y Desarrollo (ITDP, por sus siglas en inglés), en Chennai, afirma que para que esto sea posible, el primer paso debería ser facilitar alternativas viables.
Ciudades más verdes, ciudades más limpias
ITDP trabaja con las autoridades locales por todo el mundo para crear vías de tránsito rápidas para autobuses y mejores condiciones para transeúntes y ciclistas, en las que se incluyen las llamadas “greenways” o vías verdes, que puedan ser utilizadas por ambos. “Cada vez más ciudades se están dando cuenta de que, para enfrentarse a los grandes problemas de la salud pública, se debe invertir en infraestructura básica”, dice Kost, añadiendo que estas medidas han recibido gran aceptación por parte del público, que se enorgullece de las mejoras en sus ciudades.
Jun Yang, ecologista de la Universidad Tsinghua que ha investigado el impacto potencial de un programa lanzado en 2012 cuyo objetivo era plantar 67.000 hectáreas de árboles en el área de Pekín, incluyendo nuevas vías verdes, dice que los árboles mismos juegan un papel muy importante a la hora de combatir la contaminación del aire. “Los árboles pueden interceptar los elementos contaminantes, como las materias sólidas, el dióxido de sulfuro y el dióxido de nitrógeno, simplemente con sus hojas”, dice Yang. “Además, la transpiración de los árboles reduce la temperatura medioambiental, con lo que disminuye la necesidad de aire acondicionado en verano, y también pueden bloquear los vientos helados en invierno, con lo que se necesita menos calefacción”.
Plantar árboles también ha ayudado a la gente a comprometerse con temas medioambientales: “Mucha gente se anima a plantar árboles, incluyendo el mismo Presidente. Este tipo de acciones nos da el mensaje de que el cambio climático es algo real”, concluye Yang.
Autor: Ruby Russell / lab
Editora: Emilia Rojas