Luces y sombras en el viaje del Papa a Chile y Perú
23 de enero de 2018En América Latina, aquel "fin del mundo” del que dijo venir cuando se presentó por primera vez como Papa desde el balcón central de la basílica de San Pedro hace ya casi 5 años, Jorge Mario Bergoglio ha comprobado durante la semana que ha pasado en Chile y Perú que el 'efecto Francisco' no funciona con todos los católicos.
Su sexta estancia en la región ha destapado la poliédrica realidad de la Iglesia local: necesitada de esperanza, volcada con los pueblos amazónicos, enfadada por la plaga de los abusos sexuales a menores cometidos a religiosos y escandalizada por los numerosos casos de corrupción cometidos por los políticos y altos funcionarios.
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Todas estas llagas las ha tocado Bergoglio en tierras chilenas y peruanas. En alguna ocasión incluso metiendo la pata, como cuando habló de la situación de Juan Barros, obispo de Osorno, al que las víctimas del sacerdote pederasta Fernando Karadima acusan de encubridor. Francisco lo defendió en Roma y volvió a hacerlo poco antes de la misa que presidió en Iquique, cuando dijo: "El día que me presenten una prueba contra él hablaré. No hay ninguna. Todo es calumnia. ¿Queda claro?”
Aquellas palabras dolieron mucho a las víctimas de Karadima, que comentaron con rabia si Bergoglio quería que se hubieran hecho una foto con el pederasta y Barros mientras abusaban de ellos. Hasta el cardenal Séan O'Malley, presidente de la Pontificia Comisión para la Protección de Menores del Vaticano, criticó al Pontífice por esos comentarios que, según dijo, causan "dolor” a los abusados.
En el vuelo de regreso a Roma tras concluir esta sexta visita por América Latina, Francisco pidió perdón por sus polémicas palabras. "Hice una herida sin quererlo y esto me ha dolido mucho. Sé cuánto sufren y sentir que el papa les dice en la cara que le den una carta con la prueba, es una bofetada. Me doy cuenta de que mi expresión no fue feliz, porque no lo pensé”, admitió.
No fue la única vez que Bergoglio tuvo que excusarse a la hora de hablar de la pederastia eclesial. En el palacio presidencial de La Moneda manifestó su "dolor y vergüenza” ante el daño "irreparable” causado a los niños por los ministros de la Iglesia, pidiendo "perdón” por lo sucedido.
Fervor en Perú
Muy distinto es el balance que puede hacerse de la estancia del Pontífice en Perú, donde se desató un enorme fervor hacia su figura. Incluso el país austral vivió con la misa campal que Bergoglio ofició en la base aérea Las Palmas de Lima el evento más multitudinario de su historia, pues se congregaron 1,3 millones de personas.
Dos temas resaltan de los tratados por el obispo de Roma en la nación andina: la corrupción y la Amazonía. De esta última habló en Puerto Maldonado, donde se reunió con 4.000 indígenas y dijo que "nunca” los pueblos de esta región han estado "tan amenazados en sus territorios” como ahora.
La denuncia que hizo de los sobornos ocupó buena parte de su agenda en Lima. Primero denunció ese "virus social que lo infecta todo” ante el presidente Pedro Pablo Kuczynski, sospechoso de recibir sobornos de la empresa brasileña Odebrechet. Más tarde lamentó cómo la "corrupción” y la "decadencia” de la política son dos de los grandes males que afligen a América Latina.
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