Luna de hiel: Bachelet y los chilenos
14 de abril de 2015Pocos líderes latinoamericanos han alcanzado niveles de popularidad como los de Michelle Bachelet en la última década. La primera mujer en ascender a la presidencia de Chile (2006-2010) abandonó ese cargo hace cinco años con un índice de respaldo ciudadano de 84 por ciento y fue reelegida como jefa de Gobierno para el período 2014-2018 con más del 62 por ciento de los votos. Toda una hazaña. Sin embargo, la luna de miel de los chilenos con Bachelet se ha agriado notablemente en el lustro que comienza.
En el norte de Chile, los damnificados que dejaron las lluvias torrenciales y los aludes del 25 de marzo se quejan por la burocrática lentitud con que el Gobierno emprende la reconstrucción de la infraestructura arrasada. Los docentes y los estudiantes protestan airadamente para que los primeros obtengan mejoras formativas y laborales, y los segundos reciban educación gratuita y “de calidad”. Bachelet enfatiza que la reforma educacional es una de sus prioridades, pero sus palabras no parecen satisfacer a los manifestantes.
Bachelet, criticada por tirios y troyanos
La mandataria también es criticada desde la derecha por sus adversarios naturales –entre ellos su predecesor inmediato, Sebastián Piñera (2010-2014)–, quienes le atribuyen una visión de futuro errada a sus proyectos de reforma laboral, tributaria, educacional y constitucional. Y además es blanco de reproches oreados desde la izquierda: según habría declarado el líder del partido socialista chileno, Osvaldo Andrade, su correligionaria padece una “crisis severa de liderazgo” debido al brote de escándalos de corrupción que empaña la imagen de su Gabinete (las declaraciones aparecieron en el sitio web de Radio Agricultura. Más tarde fueron desmentidas por el propio Andrade y la emisora chilena publicó a pedido de Andrade una rectificación).
Andrade, quien fue ministro de Trabajo de Bachelet entre 2006 y 2010, alude a las investigaciones judiciales en marcha desde finales del año pasado para determinar si funcionarios del actual Gobierno recibieron aportes irregulares de empresarios cercanos. El cofrade de la presidenta lamenta, por otra parte, las imputaciones que pesan sobre el hijo mayor de Bachelet, Sebastián Dávalos, y sobre la esposa de éste, Natalia Compagnon. Ambos son señalados por los delitos de negociación incompatible y uso indebido de información privilegiada.
El Caso Caval
En febrero, el semanario Qué pasa reveló que el Banco de Chile le otorgó un crédito de 6.500 millones de pesos a la empresa Caval para adquirir terrenos en la región de O’Higgins y que Caval le vendió esas propiedades a la empresa Silca con un sobreprecio de 9.500 millones de pesos. Silca terminó demandando a Caval por estafa. La heterodoxa transacción salpica a Bachelet porque Compagnon, su nuera, posee el 54 por ciento de las acciones de Caval y tiene al menos otro nexo opaco con Andrónico Luksic, vicepresidente del Banco de Chile.
“Podrán decir que he actuado imprudentemente, pero con claridad señalo que mis actuaciones no han buscado nunca establecer una relación impropia con la autoridad”, declaró Luksic, cuyo apellido da nombre a uno de los conglomerados más grandes de Chile. Aunque el empresario se ha esmerado en tomar distancia de Dávalos y Compagnon, la sospecha de que hubo tráfico de influencias entre ellos no amaina. Y es que el préstamo de la discordia se aprobó un día después de que la mandataria chilena ganara la segunda vuelta.
La oposición tiene poco que celebrar
El Caso Caval es percibido como uno de los más graves escándalos de corrupción conocidos en el país sudamericano y la imagen de Bachelet ha sufrido serios daños, pese a que Compagnon asegura que su suegra no tenía conocimiento del negocio multimillonario. Al calor de los sucesos, Dávalos renunció al cargo de director sociocultural de la Presidencia de la República, pero un segmento de la opinión pública chilena sigue considerando que la presidenta no ha condenado suficientemente la actuación de su hijo.
Varias encuestadoras registraron un descenso “histórico” en los índices de aprobación popular de Bachelet –entre el 27 y el 31 por ciento en la primera semana de abril– y a su tren ministerial no le va mucho mejor en esas mediciones. El clamor por un cambio de Gabinete se deja oír con relativa fuerza. No obstante, la actual oposición tiene poco que celebrar. Los sondeos apuntan a que son las instituciones democráticas y la clase política en pleno las que han perdido la confianza de la población debido al auge de la corrupción.
Crisis de confianza
Cada vez más chilenos perciben la corrupción como uno de los principales problemas del país. Y, en ese sentido, la derecha tiene su propio récord de infracciones: en marzo, su popularidad cayó a niveles inéditos desde 1990 debido a sus vínculos con Penta, un banco de inversiones cuyos propietarios –Carlos Alberto Délano y Carlos Lavín– han sido acusados de delitos tributarios y de financiar ilegalmente las campañas electorales de varios políticos de la Unión Demócrata Independiente (UDI).
El Caso Penta ha propiciado a su vez la investigación del grupo minero SQM, que supuestamente hizo donaciones ilegales a partidos de todos los signos políticos. Por si fuera poco, combinados, todos estos factores se confabulan en contra de la economía nacional, al menos en lo que respecta a la percepción de los chilenos. “Las expectativas de los consumidores son extremadamente sensibles”, sostenía un vocero de la encuestadora Adimark al explicar por qué el ciudadano promedio tenía una impresión tan negativa del futuro económico a corto plazo.
Por su parte, Bachelet ha enfrentado la situación con talante optimista, negando que el Ejecutivo esté paralizado: puso en marcha un proyecto de ley para financiar las tareas de reconstrucción en el norte del país, hizo del “estatuto docente” su iniciativa prioritaria, sugirió prohibir absolutamente la donación de dinero a partidos o candidatos por parte de la empresa privada, aumentar el presupuesto público para financiar la actividad política y, en general, separar tajantemente los negocios de la política. Está por verse si estas medidas y el resto de su ambicioso programa gubernamental la ayudan a congraciarse de nuevo con sus compatriotas.