Líbano: una renuncia, muchos problemas
1 de noviembre de 2019El martes (29.10.2019) renunció como primer ministro libanés. Apenas 24 horas después, Saad al Hariri promete permanecer en el cargo. Dijo el miércoles que estaría dispuesto a continuar como primer ministro de un nuevo Gobierno, siempre que incluya tecnócratas que puedan implementar reformas rápidas para evitar el colapso económico del país.
La medida deja entrever numerosas negociaciones a puerta cerrada, ya que ha sido una sorpresa para la mayoría de los libaneses. El miércoles se levantaron los campamentos que bloqueaban las principales calles y los manifestantes volvieron a casa. Una de sus metas, la renuncia del primer ministro, parecía haberse logrado.
Quizá fue un fino sentido para apreciar el momento adecuado lo que ha llevado a Hariri a ofrecerse otra vez como primer ministro. Su renuncia había sido percibida por los manifestantes como un triunfo. Pero cuál debía ser el siguiente logro, no estaba nada claro en el debate público. El estado de la discusión lo describió muy bien el miércoles el periódico Al Jumhuriya. "Hariri fue una figura clave en el sistema que condujo al país hacia el abismo y ahora está tratando de lavarse las manos respecto a los futuros resultados", decía, recalcando la responsabilidad del primer ministro.
Sin decirlo abiertamente, el periódico le responsabiliza de los problemas en el Líbano: la debilidad de la libra libanesa, el sobreendeudamiento, que ya consume el 40% del gasto gubernamental, la dependencia financiera de los Estados del Golfo, las restricciones en el suministro de energía y los problemas en la asistencia sanitaria y las infraestructuras. Además, los jóvenes libaneses se sienten cada vez más rehenes de la corrupción. Pero cuando se trata de saber qué va a pasar ahora, tampoco Al Jumhuriya tiene una respuesta.
Influencia de Hezbolá
La historia de la renuncia fue un drama: Hariri podría haber dado este paso días antes, si hubiera podido elegir libremente. Pero los chiitas de Hezbolá, que tiene una mayoría en el Parlamento desde las elecciones de mayo de 2018 junto con sus socios, sobre todo del partido también chií Amal, no estaban de acuerdo. Su jefe Hassan Nasrallah se había opuesto decididamente a la disolución del Gobierno. Probablemente para enfatizar esta exigencia, la milicia envió una gente armada al centro de la ciudad para disolver a los manifestantes. Hezbolá no es solo fuerte en el Parlamento, también es una poderosa milicia, cuyo arsenal es mayor que el del ejército libanés. Está equipado y dirigido por Irán. Política y militarmente no se puede no contar con él en el Líbano.
Sin embargo, Hezbolá ahora aparentemente puede confiar cada vez menos en el sistema de cuotas por confesiones. Cada vez más libaneses se niegan a dividirse según fronteras religiosas. En vista de su "miseria común", han unido fuerzas a través de las fronteras confesionales, dice Heiko Wimmen, director regional del Grupo Internacional de Crisis para el Líbano, Irak y Siria. Las tres confesiones del país, cristianos, sunitas y chiitas, habían actuado al unísono ya alguna vez. Pero nunca con tanta determinación como ahora. "Durante las protestas, los antagonismos religiosos o culturales se han visto claramente ensombrecidos, como demuestra la forma en que los ciudadanos predominantemente sunitas de Trípoli demostraron su solidaridad con los chiitas en el sur. Las protestas sociales más allá de las fronteras confesionales son cada vez más fuertes".
Tal desarrollo inevitablemente pone en peligro el sistema político del país. Y con él, el poder de Hezbolá. Esta es una de las razones por las cuales sus líderes políticos han declarado que no esperan nada de la idea de un Gobierno tecnocrático. No duraría dos semanas, auguró Nasrallah.
Décadas de problemas
Así, la renuncia de Hariri es solo un primer paso. No resolverá los problemas del país, dice el analista político belga Pierre Louis Raymond. "La crisis en el Líbano ha existido durante décadas y se ha ampliado constantemente, y las divisiones sociales dentro del país se han vuelto cada vez mayores". Por eso necesita reformas fundamentales.
Pero no está claro cómo deben abordarse. Según el politólogo Heiko Wimmen, se ha creado un vacío que debe llenarse lo más rápido posible. "En la situación actual, difícilmente será posible implementar las reformas que supuestamente están planificadas, porque eso requiere que primero se sienten y reflexionen cómo piensan gobernar el país".
Tampoco hay claridad por parte de los manifestantes. Las protestas no tienen una estructura organizativa sólida ni un liderazgo político, según el politólogo Maximilian Felsch, profesor de la Universidad Haigazian de Beirut. "Los manifestantes carecen de un programa bien definido, quieren cambiar el sistema, pero no tienen claro cómo quieren reformarlo". Además, teme Felsch, al final no pocos libaneses podrían volver a confiar en los políticos ya conocidos. Ya sea con o sin Hariri, El Líbano se enfrenta a un proceso largo. Y el hecho de que eventualmente conduzca a reformas fundamentales no está resuelto.
(lgc/few)
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