Maduro, magnicidio en duda
5 de agosto de 2018Los presidentes de Bolivia, El Salvador, Nicaragua, Rusia y Turquía, y los dictadores de Cuba y Siria –los aliados más prominentes de la “Revolución Bolivariana”–, fueron los primeros líderes mundiales en pronunciarse sobre lo que el Gobierno venezolano ha descrito como un atentado contra el hombre fuerte de Caracas, Nicolás Maduro. Este domingo (5.8.2018), la de España se convirtió en la primera democracia occidental en condenar los “hechos violentos” que supuestamente tuvieron lugar el día anterior en la atribulada nación sudamericana, dando por cierta la versión oficial de lo ocurrido pese a que no está claro exactamente qué pasó.
La élite chavista intenta imponer la siguiente narrativa: durante la celebración del 81º aniversario de la Guardia Nacional Bolivariana en la avenida Bolívar de Caracas, mientras Maduro se dirigía a unos 17.000 agentes de esa Policía militarizada, se oyeron detonaciones atribuidas poco después a dos drones que sobrevolaban el lugar del evento portando cargas explosivas. Aunque la transmisión de la ceremonia fue interrumpida casi de inmediato, las cámaras de la televisora estatal alcanzaron a mostrar a los escoltas de Maduro, saltando prestos a protegerlo, y a una multitud de guardias nacionales rompiendo filas y corriendo desordenadamente.
Las imágenes más reveladoras –incluyendo la de un oficial sangrante– han sido proporcionadas por Ruptly, proveedor de videos asociado a Russia Today (RT), la cadena de televisión internacional de la Federación Rusa, y por Xinhua, la agencia oficial de noticias de la República Popular China. El Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Prensa confirmó que periodistas de medios privados –Telemundo, Noticias Caracol, Globovisión, TV Venezuela Noticias, VivoPlay y la agencia de noticias Associated Press– fueron detenidos durante varias horas por la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM) y la propia Guardia Nacional Bolivariana cuando intentaban cubrir el suceso.
La historia oficial
Es precisamente la falta de documentación no gubernamental del acontecimiento lo que atiza los rumores e impide disipar las abundantes dudas en torno al presunto ataque contra el mandamás venezolano. “Si Maduro quería demostrarle al mundo que había sido blanco de un atentado, no debería haber arrestado a los periodistas y reporteros gráficos independientes que estaban presentes”, observa Daniel León, del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de Leipzig. “No hay información confiable a la mano. No conocemos las características técnicas ni de los drones ni de los explosivos aludidos”, agrega el experto en entrevista con DW.
“Yo dudo que Maduro haya sido objeto de un intento de magnicidio porque, aunque hasta los atentados bien planeados pueden fracasar, el supuesto ataque de este 4 de agosto no parecía tener la escala necesaria para funcionar. Además, a estas alturas, todo el mundo en Venezuela sabe que no basta con asesinar a Maduro para darle un vuelco significativo a la situación del país”, sostiene León, recordando que el sucesor de Hugo Chávez en la presidencia de Venezuela está lejos de ser el actor político más influyente del chavismo. “Aparte de Maduro están los militares y, a su vez, en el ámbito castrense hay varias facciones en competencia”, acota.
Aunque Maduro ha dicho estar en la mira de sus enemigos en más de quince ocasiones distintas a lo largo del último lustro y siempre ha quedado debiendo las evidencias al respecto, Günther Maihold, subdirector de la Fundación Ciencia y Política (SWP), de Berlín, no descarta la posibilidad de que el de este sábado (4.8.2018) sí haya sido un magnicidio fallido. La esperanza de poner cambios en marcha “matando a un dictador” nunca se pierde, dice. Nunca perece la idea de influir sobre un sistema autoritario, crear fisuras en su seno, movilizar a sus opositores y catalizar otras reacciones para instaurar un nuevo orden en un país subyugado, enfatiza.
Los sabuesos de La Habana
A juicio de Maihold, la celeridad con que Maduro aseguró que el presunto atentado en su contra corre por cuenta del presidente saliente de Colombia, Juan Manuel Santos, y de “ultraderechistas” radicados en Caracas, Bogotá y Miami, deja en el aire la impresión de que el régimen chavista ha perdido el control sobre los cuarteles. “Cada cierto tiempo, los servicios secretos cubanos han facilitado purgas para salir de los uniformados de cuya lealtad se desconfía. Pero, hoy día, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana es más heterogénea que hace algunos años: hay militares ministros, oficialistas, disidentes, indecisos y soldados hambrientos”, arguye.
“Esa heterogeneidad es un desafío para la contrainteligencia importada de la isla”, esgrime Maihold. Y el hecho de que un comando cívico-militar autoproclamado “Soldados de Franela” asuma ahora la autoría del ataque contra Maduro, bautizándolo Operación Fénix, “puede ser un indicio de que los servicios secretos cubanos ya no están funcionando como lo hacían y de que la inestabilidad se está acentuando en las Fuerzas Armadas”, añade Maihold. Los miembros de “Soldados de Franela”, quienes publicaron comunicados en las redes sociales después de los estallidos que interrumpieron la alocución de Maduro, no han desvelado sus identidades.
En Twitter y Facebook juran contar con el respaldo de oficiales, suboficiales, clases y soldados que estarían “dispuestos a ofrendar sus vidas” por el restablecimiento del orden democrático y constitucional en Venezuela. “Hoy no pudimos, pero seguiremos en nuestra lucha”, comentaban en uno de los mensajes emitidos el 4 de agosto. “Circulan varias hipótesis sobre lo que ocurrió ayer (sábado 4 de agosto) y no me atrevo a decir cuál de ellas es la más verosímil. Es factible que haya sido un verdadero atentado o un montaje del Gobierno para justificar acciones represivas”, admite Héctor Briceño, del Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES), con sede en Caracas.
Operación Fénix
El sociólogo no desestima la probabilidad de que haya tanto ciudadanos de a pie como uniformados siguiendo el ejemplo sentado por Óscar Pérez, el exinspector de la Policía científica venezolana que lideró una pequeña y breve pero espectacular rebelión contra el régimen chavista en 2017 y fue asesinado por las fuerzas de seguridad del Estado en enero de 2018. Briceño también cree posible que un hecho fortuito –el estallido de una bombona de gas en un edificio cercano al lugar donde se celebraba el aniversario de la Guardia Nacional Bolivariana– haya sido aprovechado para simular la orquestación de un ataque explosivo contra Maduro.
“Y, desde luego, el oficialismo puede haber concebido una puesta en escena que le permitiera presentarse como víctima de enemigos internos y externos. En ese sentido, la opacidad alrededor del presunto atentado tiene lógica, es sistemática. Oscurecer los hechos en lugar de esclarecerlos le permite a Maduro señalar a enemigos abstractos. Cuando Maduro habla de la oposición antichavista o de la ultraderecha, lo que hace es usar esos términos como sacos donde puede meter cualquier cosa: hoy mete allí al presidente de Colombia y mañana a cualquier otra persona, dependiendo de sus necesidades de propaganda”, dice Briceño.
“Por cierto, Maduro aprendió eso de su predecesor. En vida, Hugo Chávez no mostró mucho interés en dilucidar lo que aconteció el 11 de abril de 2002, día en que le propinaron un golpe de Estado. ¿Por qué? Porque a Chávez le interesaba que esa historia fuera lo más turbia posible con miras a instrumentalizarla cada vez que lo considerara necesario, bien fuera para difamar a alguien, para legitimarse a sí mismo o para justificar acciones arbitrarias. Yo no creo que la investigación del supuesto atentado de este 4 de agosto vaya a ser transparente. La idea no es despejar las dudas, sino sembrarlas. Maduro anunció que algunos de sus presuntos autores ya habían sido arrestados, pero no ha dicho sus nombres. Pronto veremos cómo las ‘confesiones’ de esos detenidos son usadas contra otras personalidades conocidas”, augura Briceño.
Evan Romero-Castillo (DZC)
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