Las porcelanas de Meissen cumplen 300 años
22 de enero de 2010Hace muchos, muchos años, en un castillo de Sajonia vivía un príncipe al que llamaban Agusto el fuerte. Un día llegó a su corte un alquimista que le aseguró que podía convertir cualquier material innoble en oro. El príncipe, entonces, lo invitó a quedarse en su castillo, en el Albrechtsburg en Meissen.
El sueño del alquimista
Johann Friedrich Böttger se llamaba el alquimista. Varios años bajo la custodia del príncipe intentó, buscó, investigó. Todo en vano: el oro no salía. No lejos de ahí, un matemático llamado Tschirnhaus buscaba la fórmula para crear porcelana. Las valiosas tazas de la corte tenían que ser traídas desde la lejana China. Por eso, aparte de la del oro, el príncipe Agusto tenía a otro buscando la fórmula de la porcelana.
Después de años infructuosos, Böttger decidió unirse al otro investigador en su búsqueda de la porcelana. No sólo la composición del material, encontrar las temperaturas adecuadas era imprescindible. Pero Tschirnhaus murió repentinamente. Era el año 1707.
Poco después Böttger anunciaba que había dado con el secreto de la porcelana. Con su fórmula, del color rojizo pasó al blanco. Luego vino la búsqueda del motivo y el diseño. Para 1709 el príncipe Augusto instalaba el laboratorio de Böttger en su castillo. El 23 de enero de 1710 se comenzó oficialmente a producir. El príncipe de Sajonia había había logrado hacer que su alquimista convirtiera la poco noble caolinita en oro blanco.
Las espadas azules
Al principio llevaban las piezas el monograma del rey, después sus iniciales AR (Augustus Rex), luego el nombre de la empresa manufacturera Königliche Porzellan Manufaktur. En 1731 –por decreto oficial- las dos espadas cruzadas, en azul, comenzaron a ser su sello distintivo.
Una empresa de tradición en crisis
Pocos meses antes de este sonado jubileo, la crisis se hizo sentir en la fábrica sajona. Con un volumen de ventas de 35 millones de euros, Meissen vendió un 20 por ciento menos y cerró los libros del 2008 con una pérdida de 6 millones.
Y a pesar de ello y de que una parte de sus 800 trabajadores opera con jornadas reducidas, la empresa insignia de la porcelana alemana blande en 2010 sus espadas azules con optimismo.
No es la primera crisis que enfrenta en 300 años en los que ha renovado innumerables veces sus diseños incluyendo siempre aires nuevos –rococó, clásico, modernista, Bauhaus-, pero siempre de lujo. De conquistar nuevos mercados y clientes jóvenes y de ampliar el ramo de joyería y de incursionar en la arquitectura y la decoración de interiores habla la gerencia de la empresa.
Como fuere, la empresa de porcelana más antigua de Europa celebra su tercer centenario en el Albrechtsburg, cerca de Dresde, con una exposición: "Todas las naciones son bienvenidas". En ella se muestran 300 de sus creaciones: estatuillas, tabaqueras, frascos de perfume, candelabros y sus tan apreciadas vajillas. Entre éstas, la del motivo más famoso: el de la cebolla –que en realidad no estaba pensado para semejar un bulbo sino una exótica granada; este motivo, creado en 1739, ha sido copiado en infinitas variaciones y forma parte de la cultura popular. Sin embargo, el original se produce aún en Meissen y a pesar o gracias al tiempo, una vajilla de ese tipo sigue siendo una buena inversión, hereditaria.
La historia de estas frágiles manufacturas –hecha a mano cada una de ellas- se puede recorrer en la muestra jubilar de Meissen; por cientos y miles se ofrecen piezas únicas creadas para el aniversario. Pero también –como parte del programa- se puede sentir la historia sentándose a beber un té en alguna de esos ensueños de porcelana que, tres siglos más tarde, siguen evocando la ilusión de que sí es posible convertir el barro en oro.
Autora: Mirra Banchón
Editora: Luna Bolívar Manaut