Mercadillo navideño de los continentes en Berlín
14 de diciembre de 2008La tradición se repite todos los años: el primer Adviento, que suele coincidir con el último domingo de noviembre, los mercados de Navidad abren sus puertas en Alemania. Y puesto que el ritual es reiterativo, hay que emplear la imaginación para que no acabe resultando más de lo mismo.
Cada mercadillo trata de destacar ofreciendo algo particular: los hay que que rebosan de historia y con ello les basta para atraer al público; hay los que optan por una temática y se convierten en mercados medievales hasta en el último detalle; y los hay, como el del Museo Etnológico de Dahlem, en Berlín, que prefieren sorprender con algo completamente nuevo.
Bolsos a cambio de agua
Entorno a Donica Nandie baila en círculo un grupo de niños. La mujer, ataviada con una colorida vestimenta y pintura sobre la cara, trata de enseñar a los pequeños una canción tradicional de Papúa Nueva Guinea. Rodeados de cabañas de los Mares del Sur, todos saltan y golpean armónicamente el suelo con los pies.
Escenas como éstas se repiten casi cada fin de semana en el Museo Etnológico de Dahlem, pero lo que se organiza en esta cuestión es una alternativa a los muchos mercados de Navidad que se extienden cada año por la capital, un “Mercado de los Continentes” en el que se pueden comprar objetos de todo el mundo.
“Todo lo que ve usted aquí son piezas únicas”, comenta Regina Knapp, que vende en un puestecillo “bilums”, unos bolsos de lana importados del mismo pueblo del que procede Nandie, la maestra de baile. “Están hechos aplicando la llamada 'técnica del entrelazado', una mezcla entre el hacer nudos y ganchillo”, explica.
Son sobre todo mujeres las que se encargan de producir las artesanías que Knapp ofrecen a los visitantes del Mercado de los Continentes. El dinero recaudado se invierte en proyectos que mejoran las condiciones de vida en el pueblo papuano. Estas Navidades se espera juntar lo suficiente para que el agua corriente llegue a la aldea.
En lo alto del camello
Con una sola vuelta por el Mercado de los Continentes se pueden recopilar un sinfín de ideas originales para los regalos navideños. En el Museo etnológico de Dahlem no hay Glühwein, un vino caliente típico de los mercados de Navidad, ni dulces tradicionales ni Reibekuchen, unas frituras de patata, que untar en compota de manzana. Pero se encuentran culturas de todo tipo y muchas buenas obras.
“Lo que tengo ahora en la mano es un diseño magnífico que procede de un pueblo paquistaní”, dice Senta Stiller. Hace 15 años, Stiller se topó en un viaje por Pakistán con un pequeño pueblo de casas de barro y se decidió a ayudar a sus gentes para que pudieran vender sus productos en Alemania. Hoy Stiller está jubilada, y su puesto en el Mercado de los Continentes berlinés lo componen figuritas, llaveros y muñecas de diversos tamaños: todos ellos llegados dentro de maletas de personas voluntarias.
“Este diseño es de una niña de 16 años”, dice Stiller mientras sostiene en la mano una figura femenina que monta a camello, “cuando le pregunté si alguna vez había visto a una mujer sobre un camello me contestó: 'no es una mujer, soy yo, y estoy sentada tan arriba porque por fin gano dinero'”. Porque las mujeres reciben inmediatamente una parte de las ganancias, van ganando poco a poco la independencia que por su sexo se les negaba.
Una visitante se acerca y se interesa por la niña pakistaní en camello. “En estos puestos se encuentran verdaderos tesoros”, asegura, “me gustan las cosas que se venden aquí porque además de ser bonitas son auténticas. Esto no se encuentra en ningún otro sitio. ¡Mira esa cara, parece real!”.