Minas de carbón en desuso contaminan las aguas ucranianas
21 de diciembre de 2021"Antes de la guerra, regaba mi jardín con el agua del río, pero ahora es imposible”, suspira Lyudmila Ivanovna Tarasova, jubilada de 82 años, señalando el río Komyshuvakha, cuyas aguas fluyen de un inquietante color naranja.
Tarasova vive en una pequeña casa de madera a las afueras de Zolote, en el este de Ucrania. El Komyshuvakha, que pasa cerca, es un afluente del Síverski Donéts, la principal fuente de agua dulce de la cuenca del Donbás. Durante las últimas semanas, la parte más oriental de Ucrania ha vuelto a estar en el punto de mira, ya que aumenta el temor a una invasión rusa tras una concentración de tropas sin precedentes en la frontera.
Tras la caída de la Unión Soviética, muchas de las minas de Donbás dejaron de ser rentables y cerraron. Desde que estalló el conflicto entre el Estado ucraniano y los separatistas apoyados por Rusia hace siete años, muchas minas más han caído en desuso y con el paso del tiempo se han deteriorado.
Lo que en principio podría parecer una victoria para el medio ambiente, se está convirtiendo en un ejemplo del desastre ecológico que puede producirse cuando el cierre de las minas se gestiona de forma inadecuada.
Cientos de miles de personas en peligro por las aguas contaminadas
Cuando se cierra una mina, hay que bombear constantemente el agua de los pozos y cámaras subterráneas para evitar que se inunden. Las aguas subterráneas que entran pueden contaminarse con metales pesados que pueden impregnar los acuíferos subterráneos y los suelos circundantes, haciéndolos inutilizables para la agricultura.
Un informe de 2019 del Instituto Nacional de Estudios Estratégicos de Ucrania calificó la contaminación química de las minas inundadas como una "amenaza urgente” para al menos 300.000 personas solo en las zonas controladas por los separatistas. Según el dossier, uno de cada cuatro residentes cerca de la línea de contacto ya carece de una fuente fiable de agua potable. La línea de contacto es la zona que separa los territorios controlados por el gobierno y los no controlados.
"La incidencia de enfermedades como infecciones gastrointestinales agudas, especialmente en niños menores de cuatro años, es ya decenas de veces superior a la media de Ucrania”, afirma el hidrogeólogo Evgeny Yakovlev, investigador principal de la Academia Nacional de Ciencias de Ucrania, sobre la situación en Donbás.
En 2017, Yakovlev dirigió el último estudio exhaustivo sobre las inundaciones de las minas de carbón y su impacto en la calidad del agua en Donbás. Señala que sus conclusiones fueron aterradoras. "El 90 por ciento del agua analizada fuera del sistema de suministro centralizado no era potable”, alerta a DW.
La mayor parte del agua de la región del Donbás procede del canal Síverski Donéts-Donbás, de 300 kilómetros de longitud, gestionado y mantenido por la empresa pública municipal ucraniana Voda Donbasu. Sin embargo, el canal está situado en la zona de la línea del frente y, por lo tanto, sufre regularmente daños por los combates. Como consecuencia, la población depende de aguas de pozo contaminadas.
El estudio de Yakovlev fue el último que se llevó a cabo a ambos lados de la línea del frente. Desde 2017, no se dispone de datos sobre la degradación medioambiental en los territorios fuera del control ucraniano. Sin embargo, en los últimos años, el gobierno ucraniano ha acusado repetidamente a las autoridades de las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk de cerrar minas sin las necesarias precauciones medioambientales.
¿Ríos radiactivos?
La situación en la mina de Junkom, en Yenákiyeve, es especialmente preocupante. Allí, las autoridades soviéticas detonaron una bomba nuclear de 0,3 kilotones bajo tierra en 1979 en un intento de liberar gas metano.
En 2018, las autoridades separatistas decidieron poner fin al costoso mantenimiento de la mina. Según las autoridades ucranianas, eso ha provocado la entrada de agua en los niveles inferiores de la misma. Como resultado, los residuos radiactivos están llegando a las aguas subterráneas, por lo que también entran en los ríos Kalmius y Siverski Donéts y de ahí van al Mar Negro.
El Ministerio de Energía de la autoproclamada República Popular de Donetsk (RPD), por su parte, niega que exista problema alguno. "A diferencia de la difícil situación medioambiental de la Ucrania moderna, en la RPD no hay degradación medioambiental”, declaró a DW.
Vertido de agua contaminada en el Komyshuvakha
Sin embargo, algunos creen que para las autoridades ucranianas es más fácil culpar a los separatistas que abordar los problemas que también existen en su lado de la línea del frente. Según Benoit Gerfault, coordinador de la ONG francesa ACTED, los representantes del gobierno parecen a veces más preocupados por la retórica encendida que por la cooperación transfronteriza para resolver esos problemas. La agencia de cooperación técnica para el desarrollo trabaja en unos 40 países, entre ellos Ucrania, respondiendo a emergencias y crisis.
Dado que los pozos mineros están interconectados, los daños en las minas de un lado de la línea de conflicto pueden convertirse rápidamente en un problema para toda la región.
En mayo de 2018, el agua de las minas de carbón Rodina y Holubovska, inundadas y situadas tras la línea separatista, se precipitó a la mina Zolote, en territorio controlado por el Gobierno, a una velocidad de 2.000 metros cúbicos por hora.
Incapaz de hacer frente al diluvio, las instalaciones de tratamiento de Zolote han estado bombeando el agua contaminada de forma ininterrumpida desde entonces, y vertiéndola, sin tratar, en el río Komyshuvakha, según informan los medios de comunicación locales.
Las recientes investigaciones de la organización de derechos humanos Truth Hounds de Kiev demostraron que se superan con creces los límites legales ucranianos de cloruros, sulfatos y manganeso en el Komischuwaka.
"No hay más agua ni para el ganado, ni para fines técnicos”, lamenta Oleksii Babchenko, jefe de la administración civil-militar de Zolote, "tampoco para regar los cultivos”.
Como la contaminación del río es cada vez más visible, los vecinos buscan agua en otros lugares.
"Ahora uso el agua de lluvia recogida para el jardín”, dice la jubilada Tarasova. Para cocinar hierve agua de un arroyo cercano, pero para beber depende del agua embotellada de la tienda de Zolote, un considerable paseo para una mujer de 82 años.
"No es nada fácil, pero no tengo otra opción”, lamenta.
Explosiones y hundimientos
La inundación de las minas de carbón de Donbás también ha provocado el desplazamiento y la acumulación de gas metano, lo que aumenta el riesgo de explosiones y terremotos. Cuando el nivel de las aguas subterráneas sube, los suelos inundados pierden densidad y empiezan a desplazarse, provocando actividad sísmica.
"Cuando bajas a las minas aquí en Zolote, huele a gas, como si alguien hubiera dejado la cocina encendida”, dice Babchenko.
Y luego están los hundimientos. Cuando los pozos de las regiones mineras se derrumban debido a las inundaciones, la superficie del suelo sobre ellos comienza a desplazarse y a hundirse. Según algunas estimaciones, una superficie total de 12.000 hectáreas en Donbás está amenazada por el hundimiento.
La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) advierte que esto podría provocar desprendimientos de tierra y hundimientos, así como el fallo de las infraestructuras de ingeniería y comunicación, el suministro de gas y de agua, y los sistemas de alcantarillado. Yakovlev afirma que ciudades enteras podrían quedar inhabitables.
"Como el suelo se está hundiendo, están apareciendo grietas en los edificios”, alerta Babchenko sobre Zolote. "Una de las escuelas locales necesita reparaciones constantes”.
¿Adiós al carbón en plena guerra?
En la conferencia de la ONU sobre el cambio climático celebrada en Glasgow en noviembre de 2021, Ucrania se comprometió a abandonar el carbón para 2035. Sin embargo, las autoridades afirman que poner fin a esta industria bicentenaria en Donbás y garantizar una "transición justa” para abandonar los combustibles fósiles, que garantice los derechos y los medios de vida de los trabajadores, es un reto diferente al que afrontan otros países productores de carbón.
A pesar de los bombardeos regulares, las minas de carbón que quedan en Zolote siguen empleando a unas 3.500 personas, según Babchenko. El funcionario afirma que su cierre sin una inversión masiva sería un desastre socioeconómico para la región.
"Tenemos que invertir tanto en una forma ambientalmente segura de cerrar las minas, como en programas sociales y de empleo para los trabajadores”, dice.
"Muchos nos hablan de la experiencia de Francia, Alemania e Inglaterra”, añade Babchenko. "Pero no olvidemos que en ninguna de estas regiones hubo un conflicto militar activo”, recuerda.
Autor: Guillaume Ptak, Ucrania
(ar/ers)