Ministro alemán de Exteriores, de visita relámpago en Irak
4 de diciembre de 2010Sin previo aviso y con una agenda confidencial, por motivos de seguridad, llegó Guido Westerwelle a Bagdad en la mañana de este sábado (4.12.2010). La visita a la aún insegura capital iraquí duró unas seis horas. El titular germano de Exteriores se entrevistó con los más importantes líderes políticos: el presidente, Yalal Talabani, y el primer ministro, Nuri al Maliki.
Tras los forcejeos políticos que siguieron a las elecciones parlamentarias de marzo, Maliki cuenta ahora con apenas tres semanas para cumplir con el encargo presidencial de formar el gabinete de Gobierno, que no ha podido constituirse aún desde los comicios. Su visita debe ser una señal de apoyo al proceso de estabilización en Irak, declaró Westerwelle. El ministro alemán de Exteriores quiere animar a los partidos en conflicto a formar finalmente un Gobierno – además de abrir puertas para las empresas alemanas – pero el panorama no parece realmente prometedor.
Participar en la reconstrucción económica
Westerwelle apremia por la formación de un Gobierno iraquí de unidad nacional. Sólo así podría frenarse la violencia en el país. Pero al chiíta Maliki no le resulta fácil contemplar en una coalición al sunita Iyad Allawi, vencedor en las elecciones.
Para Alemania no se trata sólo de alentar el proceso de estabilización política. La economía germana está interesada en reactivar los negocios con Irak. Pero, pese a pequeños avances, esta meta sigue siendo problemática. Siete años después del derrocamiento de Saddam Hussein y la intervención de Estados Unidos, los artefactos explosivos improvisados, ataques con granadas, atentados suicidas y cientos de víctimas de la violencia, mes tras mes, continúan siendo parte de la vida cotidiana iraquí.
Alemania no participó en la guerra de Irak y eso alimenta esperanzas entre sus empresarios. Pero “por el momento son seguramente los turcos los principales proveedores y los que tienen probablemente mejores oportunidades”, explica Helmut Gnädig, vinculado al comercio de vehículos pesados en el país árabe desde hace varias décadas. “Los chinos también están haciendo algo, pero (en Irak) se va extendiendo lentamente la idea de que es mejor no comprar estos productos”, asegura Gnädig.
Burocracia, corrupción, violencia
En cualquier caso, quien quiera establecerse con negocios en Irak tiene que tener gran paciencia y nervios de acero. Las oficinas de asistencia en Bagdad y en el norte kurdo deberían ayudar. Pero la burocracia, décadas de aislamiento, escasa claridad legal y muy inestable seguridad, generan trabas constantes. La corrupción florece por doquier.
Agua, corriente eléctrica, salud: todo está por hacer. “Las empresas alemanas tienen aquí claras ventajas competitivas, por ejemplo, en el sector de la salud”, comenta Henrik Arens, del programa económico alemán para Irak. Ellas, de igual manera, “podrían hacer un gran aporte a la reconstrucción de la infraestructura para los tan necesitados servicios de agua”, agrega Arens.
No obstante, hay otro problema que el ministro alemán de Exteriores, Guido Westerwelle, no puede pasar por alto: la frecuencia con que cualquier asunto en Irak se convierte en un problema de vida o muerte… para los cristianos. La mitad de ellos ha abandonado ya el país. En Bagdad quedan unos 200.000 o menos, la emigración es constante. Hay, por supuesto, otros iraquíes amenazados, pero son los cristianos quienes disponen de menor protección. Nadie se siente responsable por ellos.
Seis horas en Bagdad, sin pernoctar: Westerwelle no puede permitirse más en esta situación. La visita es un reflejo del estado de cosas en Irak.
Autor: Ulrich Leidholt (Bagdad) / Rosa Muñoz Lima
Editora: Lunar Bolívar Manaut