Muros de la discordia en América Latina
12 de junio de 2017Cuatro metros de altura y 2,5 kilómetros de largo tiene el último muro fronterizo latinoamericano que apareció en las agencias de noticias. Se trata de uno que construye Ecuador en el límite con Perú y que una vez terminado, marcará de forma tangible la separación existente entre el distrito de Aguas Verdes, por el lado peruano, y Huaquillas, por el ecuatoriano. Precisamente en esta localidad, a pocos metros de la frontera, existe un monumento a la paz que recuerda la hermandad de dos pueblos que se enfrentaron por última vez en la Guerra del Cenepa, en 1995.
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A ese antecedente histórico se remiten las autoridades de Ecuador cuando señalan que dicho muro cumple las obligaciones del acuerdo de paz firmado en 1998 y que su construcción se enmarca en la creación de un parque, un centro de ventas y otras instalaciones públicas, entre ellas un puente peatonal que permitirá el libre tránsito de los vecinos entre ambos lados de la frontera, donde existe un fuerte intercambio comercial.
Pese a la explicación, Lima solicitó el pasado 5 de junio que se paralice el levantamiento de la obra, y acusó que no se respetó parte del acuerdo, que comprometía a las partes a dejar libres 10 metros a ambos lados del canal del río Zarumilla. A la discusión incluso entró el expresidente ecuatoriano Rafael Correa, a fines de cuyo mandato comenzaron los trabajos en la frontera. "Nosotros no construimos muros, construimos PARQUES”, escribió en su cuenta de Twitter.
Un admirador de Trump
Esta reciente polémica pone sobre la mesa el último caso de construcción de muros en las fronteras de América Latina. Aun cuando han pasado ya 30 años desde que Ronald Reagan pidiera echar abajo el muro de Berlín, en el mundo se han levantado más y más fronteras de este tipo. Por ejemplo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pretende consolidar en la frontera con México una pared de concreto que acabe con las porosidades que facilitan el tránsito de inmigrantes.
Los reclamos de México contra el plan de Trump dieron pábulo para que en redes sociales empezara a hablarse de un supuesto "muro de la vergüenza” que separaría la frontera sur de ese país con Guatemala, alegando contra la hipocresía que significaría reclamar por un muro al tiempo que se erige otro. Esto, sin embargo, no es cierto. Sí se construyó un muro para evitar que los migrantes se subieran al tren "La Bestia", pero ese muro no está en la frontera. El límite entre Guatemala y México ni siquiera está completamente cercado y en muchas partes está marcado por la barrera natural que imponen los ríos Usumacinta y Suchiate.
Otro muro fronterizo no se ha construido, pero fue propuesto. La seriedad de la idea podrá ponerse en entredicho, pero evidenció que el ejemplo de Donald Trump caló hondo entre algunos políticos latinoamericanos. En enero de 2017, el diputado nacional argentino Alfredo Olmedo, que representa a la provincia de Salta, dijo en un debate televisivo que "yo conozco muy bien la frontera (con Bolivia), hay que hacer un muro”. Luego añadió que estaba "de acuerdo 100 por ciento con Trump”. Si bien su propuesta no prosperó, sí generó controversia, porque se dio en un contexto de endurecimiento de la legislación inmigratoria en Argentina.
Por cierto, Argentina tiene un muro fronterizo con Paraguay. De cinco metros de altura y 1,3 kilómetros de longitud, la construcción separa a Posadas (Argentina) de Encarnación (Paraguay), y fue levantada en 2015 por una empresa que opera la central hidroeléctrica en el río Paraná, en cooperación con el Estado y el gobierno provincial. "Es increíble que hayan construido un muro entre socios del Mercosur”, dijo Patricia Zippan, vecina de Posadas al diario argentino La Nación, sobre una decisión que hasta hoy genera controversia.
Ricos y pobres, separados
A diferencia del muro de Berlín, que separaba a la República Democrática de Alemania de la Alemania Federal con el fin de impedir la salida de los habitantes de Berlín oriental, los muros construidos en América Latina no buscan impedir la libertad de sus ciudadanos, sino facilitar un control de tránsito. Sin embargo, este fenómeno no se da solamente en las fronteras, sino incluso dentro de las ciudades. Famosos son los muros que se levantaron a partir de 2009 en torno a varias favelas en Río de Janeiro, por ejemplo.
Conocido a nivel internacional es el también llamado "El muro de la vergüenza" que separa al pobre sector de Pamplona Alta del acaudalado barrio de Casuarinas, en Lima. Por un lado, las llamadas "invasiones”, apropiaciones de terrenos azuzadas por la inmigración campo-ciudad y, por el otro, lujosas mansiones que buscan protegerse de un enemigo real o imaginario. Un escenario similar a lo que sucede en Lo Barnechea, en Santiago de Chile, donde a comienzos de este siglo la alcaldesa Marta Ehlers erigió un muro para separar a los ricos de la calle Escrivá de Balaguer de los pobres de la villa Lo Ermita. "A mí me dijeron que había delincuencia y tenía que hacer algo”, se justificó Ehlers entonces.
En una entrevista publicada por el diario digital Cambio21 en 2012, el sucesor de Ehlers, Felipe Guevara, aseguró que "la municipalidad está para construir puentes, no muros”, y dijo que se botó la construcción. Sin embargo, en lugar de un muro hoy hay rejas y un paso habilitado que permite el tránsito entre Lo Ermita y los otros sectores de la comuna, los más ricos. En el paso hay una caseta de seguridad, con guardias. Como si fuera una aduana.